Por Diego García.
Publicación: mayo 10, 2023.

Tiempo de lectura: 5 minutos

“Las empanadas urbanas seguirán estando, porque para los clientes son irreemplazables”, nos dice Daiana, una de las chef. Pocos locales gastronómicos de la ciudad tienen tan asociado un producto a su marca. Las empanadas urbanas, claro está, las encontramos en Sabor Urbano y son un clásico de este local que, con nuevos dueños desde el 20 de enero, ofrece mucho más que empanadas. 

Nos encontramos con el nuevo equipo de Sabor Urbano un día de la semana al mediodía y todo estaba en movimiento. “Queremos ser también una opción para los mediodías”, dice Agustina, otra de las chefs del lugar ubicado en Alsina 618. Es por eso que la carta muestra no solo empanadas, sino también pizzas, ensaladas y sanguchería tanto fría como caliente, y muy pronto tendrá disponibles opciones de vianda para todos los días, pensadas tanto para quien está trabajando en una oficina cercana como en quien está en su casa y quiere una opción diferente para comer. 

Cuando decimos “todos los días”, somos literales: podemos pedir en Sabor Urbano de lunes a lunes, mediodía (de 11.30 a 14.30) y noche (19.30 a 23.30). Los pedidos se hacen en el mismo local, por WhatsApp o por PedidosYa, según la conveniencia y la necesidad de cada uno. El lugar fue renovado y adecuado a todas las normas vigentes, para que el equipo —guiado por los valores de compromiso, respeto y compañerismo—, pueda dar lo mejor de sí a la clientela.

Pasemos; ahora sí, a degustar. La charla la mantuvimos con Dai, Agus y Diego, un miembro más del equipo Urbano. A cada uno le preguntamos, primero, por la empanada favorita del menú. Y después, por cualquier otro plato de la carta que no sea empanadas. 

Nos armaron una tríada de empanadas “cerdo con ananá, pollo al disco y pollo Strogonof”. Daiana optó por “wok de vegetales y la Urbana de atún, que empezamos a hacer para Semana Santa, gustó mucho y se quedó”. Agustina, por su parte, se la juega con una sola: “alemana Frankfurt, que es un viaje internacional”, asegura. Estas pistas servirán al lector para la ardua tarea de elegir entre las casi 30 variedades que ofrece el lugar. 

Un dato no menor es que tomaron todas las recetas originales y perfeccionaron sus rellenos; les dieron un “nuevo toque Urbano”, con la idea de que el sabor se asemeje al nombre del producto y el cliente pueda vivir una “verdadera experiencia” en todos sus sentidos.

Nos cuentan que “hacemos pruebas de sabores permanentemente para ir incorporando nuevos productos”. Este proceso se da a partir de las recomendaciones de los clientes y también siguiendo las propias búsquedas de las chef y el resto del equipo. 

Yendo ahora a platos de la carta que no sean empanadas, el equipo de Sabor Urbano también tiene recomendaciones para quien quiera conocer sus opciones por primera vez: Agustina se la juega por las ensaladas. Recién llegadas al menú, se despachan súper completas y variadas, con todo lo necesario para poder comerlas directamente. Daiana en cambio recomienda las pizzas que, con una masa casera que fermenta entre 24 y 72 horas, promete una crocancia inolvidable. Diego, por su parte, sugiere la hamburguesa Urbana: “casera, jugosa, generosa… y viene con todo”, asegura.

Vale la prueba, obviamente, probar el renovado Sabor Urbano. La variedad de opciones merece que volvamos más de una vez. En su perfil de instagram informan de promociones bancarias y propias, y atención: todos los jueves realizan un sorteo. El empuje del equipo, sumado a la tradición de una marca reconocida en la ciudad, auguran una experiencia que, seguramente, el lector querrá disfrutar y compartir. 

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Tiempo de lectura: 5 minutos

A Juan se lo nota —por caer en un cliché gastronómico—, en su salsa. Llega a su cocina puntualmente a la hora acordada y empieza a narrar la historia de Pascuala. Pero a la narración le antecede el entusiasmo, el amor y el agradecimiento que siente para con su emprendimiento. Después, sí, se escuchan las palabras. “Venía de otro palo totalmente diferente, pero en la pandemia empecé con esto” (la pandemia, una y otra vez, como bisagra en las historias que nos rodean). 

El origen de Pascuala está en el gusto de Juan por la cocina, desde el hobby y lo amateur. “Soy autodidacta; a partir del emprendimiento empecé a hacer algunos cursos para conocer y mejorar técnicas”, nos cuenta. Pero la base estaba, ya, en otro lado. Nombra a dos mujeres como referentes de su cocina: “yo vengo de la onda de Doña Petrona”, dirá primero, y luego, “Pascuala se llama así por mi bisabuela, una mujer súper disruptiva, que con poquísimos ingredientes hacía platos buenísimos”. Y es curioso que, sin conocer a su bisabuela y quizás sin haber leído nunca el libro de Doña Petrona, el lector ya tiene, en este momento, una intuición de cómo es el estilo de cocina de Juan. La fuerza de las raíces que nos dan identidad. 

Hoy Pascuala es un emprendimiento que ofrece servicio de catering para eventos familiares, de amigos y también corporativos. Se posicionó rápidamente como una opción diferente, original, y nos interesaba saber dónde estaría el secreto. Juan lo dijo, sin vueltas: “escuchamos lo que el cliente quiere para su evento”, y suma “yo no quería un emprendimiento de menú fijo, por eso me reúno con el cliente, escuchamos, vemos si es de día, de noche, qué decoración va a haber, de qué se trata el evento, qué les gusta… y a partir de ahí diseñamos la propuesta”. Dice “diseñamos” y no se refiere solo al diseño de la cocina. Trabaja, en su equipo, con una amiga que es quien se ocupa de ayudar a pensar en los aspectos estéticos que hagan a la experiencia del evento: desde la vajilla, hasta el vestuario de las personas que brindan el servicio. “Si resonamos con el cliente, podemos crear algo muy lindo juntos”, dice. 

Varias veces, durante la charla, Juan usa la expresión media rosca de tuerca más. Me llama la atención, porque me suena distinta de la frase que se usa comúnmente. Pero sigo. Nos cuenta del buque insignia de Pascuala, el rogel, ese postre argentino que intercala capas de masa con dulce de leche y se corona con una generosa cantidad de merengue italiano: “es como mi musa. Primero porque me encanta, pero después porque tiene algo de simple, de versátil, de rústico, de elegante… todo junto, que me parece que lo hace único… además, lo hago con media rosca de tuerca más”. Otra vez esa metáfora. Más adelante probaré de empezar yo la frase, para ver cómo la termina, solo para cerciorarme, y ahí está otra vez: “media rosca de tuerca más”. 

Busco, mientras escribo, y confirmo mi sospecha: la frase original es “una rosca (o vuelta) de tuerca más”. Pero Juan habla de media. Como afirmando que ese pequeño giro tuviera lo suficiente para destacar. Como subrayando que a veces no necesitamos grandísimas innovaciones, que apenas con la sutileza de media rosca de tuerca, podemos hacer la diferencia para que nuestro producto y nuestro servicio sea, de verdad, diferente al resto y resalte sin perder la esencia. Por ahí, creo, va el uso que hace Juan de ese dicho. Ese plus sutil lo llevó a participar en el evento que los cocineros más importantes de Argentina organizaron a beneficio de Bahía, como representante local en ese picnic. Esa es una de las muchas otras sorpresas que la vida le va proponiendo en este recorrido.

No lo dice explícitamente, pero es claro en su relato que la llegada de Pascuala es fruto de un antes y un después en su vida. Algo (varios “algos”) se rompió, decantó y abrió la puerta para esto nuevo, en donde, en sus propias palabras, “confluyen todas las cosas que yo soy”. Esencia, búsqueda, elemento. Seguramente por acá vaya el quid de la cuestión… encontrar, en estas búsquedas en las que todos estamos, los caminos en los que sentimos que confluye eso que nos apasiona con eso en lo que somos buenos y que, también, puede convertirse en nuestro medio para ir transitando por la vida. Las puertas de Pascuala se abran y vemos eso, con olorcito a cocina bien rica.

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