Por Diego García.
Publicación: diciembre 4, 2021.

Tiempo de lectura: 8 minutos

Uno de los emprendimientos que más ha marcado a fuego la escena gastronómica local, en los últimos años, es sin dudas Blossom. Nacido como “I love blondies” en un cuidadísimo local de Yrigoyen casi Alem, hace pocos meses se mudó a la calle (callecita) Portugal, justo detrás del teatro Municipal. Allí, en una casona de época totalmente restaurada y adaptada al estilo Blossom, nos encontramos con Andi Cicciolli, la creadora de este mundo.

Cuando empezamos éramos los únicos con propuestas de este estilo, recuerda Andi. Por “este estilo” se refiere a un espacio de cafetería relajada, con propuestas ricas, frescas y caseras, en donde destacan los platos originales, que hasta el momento estaban poco vistos en nuestra ciudad. Los cupcakes, la carrot cake y la red velvet vivieron su entrada triunfal a Bahía de la mano de Andi y su equipo. Ella venía de un recorrido migratorio que incuyó España y Méjico, en donde se fue nutriendo de experiencias, platos y sueños. 

De vuelta en su ciudad, yo quería tener mi café, soñó. Así de simple. Ni tendencias, ni vanguardias, ni disrupción, al menos desde la intención consciente. Pero evidentemente los kilómetros en los que basó su sueño tuvo una concreción hermosa, y nació este emprendimiento. 

Hoy Blossom está, como decíamos, en la calle que pasa por detrás del Teatro Municipal y que el gobierno local anunció que hará peatonal. Sumará, probablemente, belleza a un lugar ya de por sí bello: desde el local se tiene una vista privilegiada de la plazoleta del teatro. Del otro lado, Blossom termina en un patio. Por lo que, mires a donde mires, disfrutás de tu café rodeado de naturaleza y un ambiente cuidado. 

Bueno, un café o lo que cada quien elija. En jugos naturales también fuimos de los primeros, dice Andi. Su limonada es marca registrada y elección obligada en la carta de Blossom. Para un menú completo, si vas a dedicar varias horas de tu día a pasar por allí, nos recomienda empezar con medialunas, seguir con pastas y terminar con una carrot cake, cheese cake o lemmon pie. 

Pero no lo dice así. Lo dice más bien de esta forma: unas medialunas de Feli, unas pastas de Seba y una torta de Sil y Flor. Porque lo dice orgullosa del equipo que formó, junto a su hermana Virginia Ciccioli, en este tiempo de crecimiento. Feli es Felipe Orbe, un panadero que vino de Tandil con su masa madre bajo el brazo y hace unos panificados que la rompen. Seba es Sebastián Sureda, un gran cocinero de nuestra ciudad que hizo que los mediodías de Blossom florecieran. El “equipo salado” lo completan Flor Ferreyra, Emmanuel Rodríguez y Agustín Torres. Sil y Flor son Silvina Baudi y Florencia Mantel, a cargo del equipo de pastelería, que es la nave insignia de la propuesta, gracias a la cual hoy Blossom es el lugar de referencia que es. 

Se le nota, a Andi, lo bien que le sienta haberse rodeado de un gran equipo de trabajo: pasamos de ser cuatro en aquel local a ser casi treinta en este, dice. Y la premisa es la misma para todos: queremos que la gente coma rico y la pase bien. En un ambiente informal, pero bien atendidos. Por eso es importantísimo que los chicos sean carismáticos, pero además entrenamos para que bandejeen bien, que conozcan la mecánica específica del local, el ritmo y la cadencia de la atención para que la gente se sienta cómoda y pase un momento feliz, detalla.

La escena gastronómica de Bahía hoy en día es mucho más rica y variada que hace 12 años, cuando nació el proyecto de Andi. Eso, por supuesto, motiva y anima. En la charla menciona a Madeleine y a Casa Monte como otros dos emprendimientos que están en la misma sintonía y también la rompen. Habla también de Fer y su Café Bigliardi. Conversamos acerca de lo destacable y buena señal que es que justamente los cuatro están encabezados por mujeres. También surgen nombres como Coffee Tigger y Pan de Garage, ¡lo que están haciendo es increíble!

Andi parece ver a Madeleine como la propuesta sucesora del I love blondies original. Con una estética más “femenina”, quizás más juvenil. Y cuenta: me costó asumir que Blondies era un ambiente más femenino. No lo hice con esa intención. Pero hoy lo miro a la distancia y digo “bueno, capaz que sí”. Todos los otros cafés eran “más masculinos” y en los cuales muchas veces me he sentido incómoda. Capaz que estuvo bueno que hubiera un lugar que fuera distinto en ese sentido, y eso motivó a que grupos de amigas salieran más, se juntaran sin motivo, solo porque querían encontrarse en un lugar a charlar: ¡he llegado a tener mesas de más de cinco horas de charla! Hoy Blossom dejó un poco atrás esa estética, pese a que sigue siendo lugar de encuentro para buenas y largas charlas.

Se define como “poco programada”. A sí misma y a la historia de Blossom, indefectiblemente ligada a ella. Andi va para adelante. Pasó momentos duros, con temas personales que afectaron la salud y repercutieron en el negocio. Pero salió renacida. Con la ayuda de su hermana incorporándose al equipo, pudo ordenarse, enderezar la nave y seguir. Hoy la vemos disfrutando del presente de Blossom, a pleno. Yo soy feliz acá, con este ambiente, con estas vistas, dice. 

Sueña, pero no como quien tiene un plan, sino como quien anhela. Sueña con seguir creciendo, con que la gastronomía de Bahía suba la vara: es un ambiente difícil, con condiciones muchas veces complejas, pero está bueno que se vaya subiendo el nivel, dice. Y también, como nos ha pasado con otros entrevistados, sueña con que los gastronómicos se animen a más: ya llegamos a tener buenos panificados, buenos laminados, buenos postres y buena cocina… tenemos que seguir. Habla de cocina étnica, de platos simples pero que no están en los menús locales, de animarse a hacer cosas distintas. 

La charla con Andi necesariamente es inspiradora. Porque ella inspira, como lo hace todo aquel que está poniendo su sueño al servicio de los demás. En este caso, en forma de Blossom: un espacio del que toda la ciudad puede disfrutar, degustar y querer volver una y otra vez. 

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El origen de Pascuala está en el gusto de Juan por la cocina, desde el hobby y lo amateur. “Soy autodidacta; a partir del emprendimiento empecé a hacer algunos cursos para conocer y mejorar técnicas”, nos cuenta. Pero la base estaba, ya, en otro lado. Nombra a dos mujeres como referentes de su cocina: “yo vengo de la onda de Doña Petrona”, dirá primero, y luego, “Pascuala se llama así por mi bisabuela, una mujer súper disruptiva, que con poquísimos ingredientes hacía platos buenísimos”. Y es curioso que, sin conocer a su bisabuela y quizás sin haber leído nunca el libro de Doña Petrona, el lector ya tiene, en este momento, una intuición de cómo es el estilo de cocina de Juan. La fuerza de las raíces que nos dan identidad. 

Hoy Pascuala es un emprendimiento que ofrece servicio de catering para eventos familiares, de amigos y también corporativos. Se posicionó rápidamente como una opción diferente, original, y nos interesaba saber dónde estaría el secreto. Juan lo dijo, sin vueltas: “escuchamos lo que el cliente quiere para su evento”, y suma “yo no quería un emprendimiento de menú fijo, por eso me reúno con el cliente, escuchamos, vemos si es de día, de noche, qué decoración va a haber, de qué se trata el evento, qué les gusta… y a partir de ahí diseñamos la propuesta”. Dice “diseñamos” y no se refiere solo al diseño de la cocina. Trabaja, en su equipo, con una amiga que es quien se ocupa de ayudar a pensar en los aspectos estéticos que hagan a la experiencia del evento: desde la vajilla, hasta el vestuario de las personas que brindan el servicio. “Si resonamos con el cliente, podemos crear algo muy lindo juntos”, dice. 

Varias veces, durante la charla, Juan usa la expresión media rosca de tuerca más. Me llama la atención, porque me suena distinta de la frase que se usa comúnmente. Pero sigo. Nos cuenta del buque insignia de Pascuala, el rogel, ese postre argentino que intercala capas de masa con dulce de leche y se corona con una generosa cantidad de merengue italiano: “es como mi musa. Primero porque me encanta, pero después porque tiene algo de simple, de versátil, de rústico, de elegante… todo junto, que me parece que lo hace único… además, lo hago con media rosca de tuerca más”. Otra vez esa metáfora. Más adelante probaré de empezar yo la frase, para ver cómo la termina, solo para cerciorarme, y ahí está otra vez: “media rosca de tuerca más”. 

Busco, mientras escribo, y confirmo mi sospecha: la frase original es “una rosca (o vuelta) de tuerca más”. Pero Juan habla de media. Como afirmando que ese pequeño giro tuviera lo suficiente para destacar. Como subrayando que a veces no necesitamos grandísimas innovaciones, que apenas con la sutileza de media rosca de tuerca, podemos hacer la diferencia para que nuestro producto y nuestro servicio sea, de verdad, diferente al resto y resalte sin perder la esencia. Por ahí, creo, va el uso que hace Juan de ese dicho. Ese plus sutil lo llevó a participar en el evento que los cocineros más importantes de Argentina organizaron a beneficio de Bahía, como representante local en ese picnic. Esa es una de las muchas otras sorpresas que la vida le va proponiendo en este recorrido.

No lo dice explícitamente, pero es claro en su relato que la llegada de Pascuala es fruto de un antes y un después en su vida. Algo (varios “algos”) se rompió, decantó y abrió la puerta para esto nuevo, en donde, en sus propias palabras, “confluyen todas las cosas que yo soy”. Esencia, búsqueda, elemento. Seguramente por acá vaya el quid de la cuestión… encontrar, en estas búsquedas en las que todos estamos, los caminos en los que sentimos que confluye eso que nos apasiona con eso en lo que somos buenos y que, también, puede convertirse en nuestro medio para ir transitando por la vida. Las puertas de Pascuala se abran y vemos eso, con olorcito a cocina bien rica.

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