El Rincón del Chipá

Por Diego García.
Publicación: septiembre 8, 2021.

Tiempo de lectura: 7 minutos

 

Gabriela y Esteban llegaron a Bahía con un plan que nada tenía que ver con el chipá. La pareja de ingenieros químicos dejó su Chaco natal para instalarse en nuestras tierras con un propósito que al principio era de él y luego pasó a ser de ambos: doctorarse en química en uno de los institutos que el CONICET tiene en nuestra ciudad. 

Como le ocurre a todo aquel que emigra de su tierra originaria (aun dentro del propio país), estar lejos potencia la nostalgia por los recuerdos, por los afectos y por los sabores conocidos desde la infancia. No conseguíamos, en Bahía, un chipá que fuera como el que tenemos en Chaco, por lo que empezamos a hacerlo nosotros, cuenta Gabriela. 

El Rincón del Chipá lleva más de tres años funcionando y creciendo. Tenemos el chipá tradicional y fuimos incorporando otros productos como pizzas y panes para hamburguesa, hechos con la masa de chipá. Además, desarrollamos un producto propio, el chipalito, cuenta Esteban. El chipalito, como el lector podrá deducir, es un chipá que tiene forma de palito. Pero no solo eso: dijimos que ambos son doctores en química, lo cual es una ventaja al momento de diseñar recetas y combinar ingredientes. Gracias a muchas pruebas, errores y aciertos, el chipalito tiene un sabor más intenso a queso, es más liviano y más suave. Imperdible. 

Hacemos todo con los productos que se debe hacer el chipá, dice Gabriela. Así, día a día producen varias decenas de kilos de estas masas compuestas por almidón de mandioca, manteca, huevos, leche y quesos. Sin aditivos, conservantes ni nada por fuera de los ingredientes originales. Aclararán, en un tramo de la charla, que el que ellos hacen es el chipá del nordeste argentino. Como en toda receta tradicional, esta tiene variables geográficas que se disputan por ser “la original”, pero los chicos del Rincón no quieren entrar en esa polémica. Son recetas que tienen variaciones y que se adaptan a lo que tiene cada tierra. El paraguayo, por ejemplo, es el que se dice sin acento y en femenino, dice Gabriela, y le aportan sabor con jugo de naranja y anís (nota de la redacción: para quien quiera probar esa versión, Julián la hace de vez en cuando en su Pan de Garage). Acá en Argentina contamos con muy buenos quesos duros y semiduros, por lo que el foco del sabor está ahí, completa Esteban.

El mundo del chipá es grande, con variedades que no son muy conocidas. A mí el que más me gusta es el chipá m’bocá, que queda como un tubo muy finito y se cocina envolviendo una caña y asándolo, dice Gabriela. Estamos viendo de hacer una máquina para poder ofrecerlos, pero requiere otra logística porque ese sí o sí hay que consumirlo en el momento. En Chaco tenés puestitos en la calle que te lo ofrecen recién hecho, dice Esteban. La historia del plato es basta y confusa, como corresponde a estos productos que nacen de la fusión de ingredientes y culturas. La gente del Rincón nos cuenta una versión que surge del encuentro de los jesuitas con pueblos originarios de Paraguay y la zona norte de Argentina. En esa combinación de ingredientes y técnicas se dio la magia que posibilitó que hoy contemos con el chipá.

Los creadores del Rincón del Chipá tienen el norte claro: quieren que todos los que prueben sus productos puedan vivir la experiencia que ellos traen, de un chipá recién hecho, calentito y con buen queso. Es por eso que fomentan especialmente la venta de sus productos congelados. Los tenés en el freezer de tu casa, cuando querés los sacás, los cocinás entre 15 y 20 minutos dependiendo el horno, ¡y listo!: tenés chipá recién hecho, dicen. Aseguran que va bien en todo momento: en el desayuno, en la merienda, en la cena… en el almuerzo capaz queda raro, pero por qué no, arriesgan. Congelados se los puede conseguir en más de treinta puntos de venta que están publicados en esta web. Atención que no están solo en Bahía: En Viedma, Villarino, Tornquist, Dorrego y varias localidades de La Pampa también se pueden conseguir. Los ofrecen en opciones de 350 gr, medio kilo, un kilo y, para quien quiera cocinarlos en su local o asegurarse stock por mucho tiempo, en bolsones de cuatro kilos.

Como los emprendedores siempre piensan cómo seguir creciendo, Gabriela y Esteban pensaron en ampliar la oferta de sus productos. Así, en la aplicación de Pedidos los chipá y chipalitos se pueden pedir recién horneados. Le consta a este redactor que, alrededor de la hora del mate de media mañana, las notificaciones explotan en los dispositivos del Rincón. Es que en una mañana fresca, algo desapacible… ¿quién no comería unos ricos chipá?

Por otro lado, en la misma aplicación que Ya te trae la comida, si buscamos “El Rincón del Chipá Nights” a partir de la tardecita, vamos a encontrar chipaninis y chipizzas que llegan calentitos a casa para disfrutar de una buena cena. ¡Todo merece la prueba!

Es muy lindo, para elpancito.ar, sorprenderse con cada historia. Esta pareja, que extrañaba sus sabores originarios y recaló en Bahía para investigar polímeros y otras cuestiones de la química, generan hoy una propuesta única en la ciudad, de gran calidad y mucha calidez, propia de quien hace las cosas desde el corazón. La fábrica en la que trabajan (un establecimiento habilitado para producción sin TACC, compartida con la gente de Cruncheras), da muestras sobradas del profesionalismo con el que se manejan. Diseñamos nuestra propia máquina para chipá y tenemos ganas de seguir creciendo, de que esta fábrica se amplíe, dicen hacia el final. 

Resta disfrutar: poner la pava, alistar el mate y saborear —mientras la esponjosidad del almidón y el queso hacen su magia— de un muy rico chipá.

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Por Diego García.
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Un local nombrado en honor a su producto estrella. Un producto con más de 190 años de historia. Mística por el secreto de su receta. 30.000 unidades diarias. Un único punto de venta. Una empresa familiar, con más de 200 empleados dedicados a ofrecer, día a día, la delicia lisboeta por excelencia. Les damos la bienvenida a Pastéis de Belém.

El pastel de Belén es un dulce portugués que consiste en una canastita de hojaldre finísimo, relleno de una crema pastelera y, según indica la tradición, espolvoreado con canela justo antes de comerlo. El original es este y es una marca registrada de este sitio que comenzó a venderlo allá por 1837. Cuenta la historia que la receta nace en el monasterio de la orden de los jerónimos, Santa María de Belén, vecino de la pastelería. En el contexto de la revolución portuguesa de 1820 que puso fin a la monarquía absoluta de este país, el monasterio cerró. El panadero de los monjes, ahora sin trabajo, vendió entonces su receta de los pasteles a Domingo Rafael Alves, comerciante del barrio vinculado con la caña de azúcar. Desde entonces, sobre la receta impera un celoso secreto. “Solo cuatro personas la conocen”, nos asegura Fedra, nuestra anfitriona y supervisora del lugar. 

El proceso de traspaso de la receta, nos dice, se da muy progresivamente a cocineros expertos de la pastelería, a medida que quienes tienen la fórmula van dejando de trabajar. Con esa receta, Pasteis de Belém cocina día a día entre 25 y 30 mil unidades. El récord, nos cuenta Fedra, fue un día que alcanzaron los 58.000 pastelitos. La producción es artesanal, y de eso se ocupa un grupo de unas 25 mujeres que, uno a uno, van fonzando la masa en los miles de pequeños moldes que tiene el sector de producción.  

La máquina que vierte el relleno, nos cuenta Fedra, fue especialmente desarrollada para Pastéis de Belém. Es parte fundamental de un proceso que está preparado para hornear de a 900 pastelitos por vez, en 15 bandejas de 60 piezas cada una. La recorrida por la línea de producción es interesante porque uno siente que está viendo el detrás de escena de un lugar mítico de Portugal. Suma, a esta visita, la amabilidad y predisposición de cada uno de los empleados del lugar. “La mayoría de los que estamos acá trabajamos hace 20 o 30 años”, dice Fedra. Algo bien, sin dudas, hace un lugar que sostiene a su equipo por tiempos largos. 

La visita continúa por los salones donde los clientes pueden sentarse a disfrutar de los pastelitos y de las otras opciones del menú. Estos espacios han ido creciendo en los últimos años y hoy por hoy Pastéis de Belém también agregó lugares de despacho para clientes al paso, además de lo que ellos mencionan como el “mostrador histórico”, el primero que entregó los pastelitos. 

“Lo que buscamos es que los clientes tengan una buena experiencia”, dice Fedra y este notero lo corrobora. Una humilde web gastronómica del fin del mundo escribió, hace unas semanas, para ver la posibilidad de ir a visitar una de las cocinas más icónicas del mundo. Con una amabilidad digna de los grandes, recibimos respuesta e invitación, que se tradujo en una cita perfectamente guiada, en donde Fedra nos orientó paso a paso, mientras en su rol de supervisora atendía pedidos y detalles que su equipo requería al pasar. El cuidado del detalle, como secreto de la hospitalidad. 

Terminamos la visita degustando los pastelitos en el patio del lugar. La sencillez de los ingredientes, la mística del lugar, la atención y el clima portugués hicieron que, efectivamente, viviéramos un momento irrepetible, al cual querremos volver una y otra vez.

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