Siete ideas para bancar

Por Diego García.
Publicación: abril 8, 2021.

Tiempo de lectura: 4 minutos

 

Se vino la segunda ola y, lamentablemente, el rubro gastronómico otra vez se ve afectado. Desde elpancito.ar te proponemos siete ideas que, como clientes, podemos llevar a cabo para bancar a los profesionales de este sector, que hace más de un año la viene remando con escarbadientes en dulce de leche.

 

1. Comprale a tu emprendedor amigo

Muchos gastronómicos se han vuelto —necesariamente— emprendedores. El local en el que trabajaban quizás cerró o redujo personal y este cocinero decidió ofrecer sus productos de forma personal. Si podés, bancalo. Comprale, no le manguees. Comprale seguido. Recomendalo en las redes. Dale ideas para promocionar sus productos. Hacele críticas que lo ayuden a crecer.

2. Andá a cafés, bares y restaurantes… o pedí delivery. 

La inmensa mayoría de los locales están trabajando muy bien los protocolos. Y con protocolos no hay contagios. Andá, consumí, subí historias, ranqueá en Maps, pedile a elpancito.ar que le haga una nota. 

Seguí las recomendaciones de los mozos y extremá los cuidados. No banques vivezas criollas: ya no tienen gracia.

Si no podés ir (o preferís no hacerlo), animate a probar las propuestas que tienen para delivery. Han trabajado mucho en analizar qué platos viajan bien, para poder recrear la experiencia del salón en casa.

3. Cená temprano

Una de las restricciones que más impacta es el horario de cierre. Culturalmente estamos acostumbrados a cenar muy tarde. Esto puede desalentar salidas, porque para medianoche todos debemos volver a casa. ¿Si probás algo distinto? ¿Si vas más temprano? Quién sabe, quizás hasta duermas mejor, dando más tiempo a la digestión. 

4. Sobremesas breves

En la pandemia aprendimos una palabra: aforo. Es la cantidad de gente que puede haber en un lugar. En los locales de comida el aforo es muy bajo. Por lo que, si estás en uno, un lindo gesto es no hacer una sobremesa eterna, sino dar la posibilidad de que nuestro espacio pronto pueda ser ocupado por otros clientes. 

5. Hacé café-office

Cambiar de lugar, para trabajar, siempre es una buena idea. Despierta la creatividad, renueva la energía, nos posiciona en otro lugar. ¡Qué bien le vendrá al café de tu barrio si un par de veces por semana te vas con la compu a trabajar o estudiar desde ahí! 

6. Cuidate mucho

Ya está clarísimo que el secreto del cuidado está en la ventilación, la distancia, el tapaboca y la higiene. Tres dependen exclusivamente de vos. La primera, del local al que asistas. Pero podés recordarlo, con respeto. Si hay ventilación, el aire circula y el virus se va. Preferí vereda. Si estás adentro y está cerrado, pedí que abran. 

7. Aportá ideas

Los gastronómicos estás exprimiéndose las neuronas para pensar nuevas ideas que permitan mover el negocio en este tiempo tan difícil. ¿Tenés alguna? ¡Sumala! Desde el respeto y el cuidado, seguramente encontrarás oídos listos para escucharte.

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Por Diego García.
Publicación: noviembre 6, 2025.

Tiempo de lectura: 5 minutos

Un local nombrado en honor a su producto estrella. Un producto con más de 190 años de historia. Mística por el secreto de su receta. 30.000 unidades diarias. Un único punto de venta. Una empresa familiar, con más de 200 empleados dedicados a ofrecer, día a día, la delicia lisboeta por excelencia. Les damos la bienvenida a Pastéis de Belém.

El pastel de Belén es un dulce portugués que consiste en una canastita de hojaldre finísimo, relleno de una crema pastelera y, según indica la tradición, espolvoreado con canela justo antes de comerlo. El original es este y es una marca registrada de este sitio que comenzó a venderlo allá por 1837. Cuenta la historia que la receta nace en el monasterio de la orden de los jerónimos, Santa María de Belén, vecino de la pastelería. En el contexto de la revolución portuguesa de 1820 que puso fin a la monarquía absoluta de este país, el monasterio cerró. El panadero de los monjes, ahora sin trabajo, vendió entonces su receta de los pasteles a Domingo Rafael Alves, comerciante del barrio vinculado con la caña de azúcar. Desde entonces, sobre la receta impera un celoso secreto. “Solo cuatro personas la conocen”, nos asegura Fedra, nuestra anfitriona y supervisora del lugar. 

El proceso de traspaso de la receta, nos dice, se da muy progresivamente a cocineros expertos de la pastelería, a medida que quienes tienen la fórmula van dejando de trabajar. Con esa receta, Pasteis de Belém cocina día a día entre 25 y 30 mil unidades. El récord, nos cuenta Fedra, fue un día que alcanzaron los 58.000 pastelitos. La producción es artesanal, y de eso se ocupa un grupo de unas 25 mujeres que, uno a uno, van fonzando la masa en los miles de pequeños moldes que tiene el sector de producción.  

La máquina que vierte el relleno, nos cuenta Fedra, fue especialmente desarrollada para Pastéis de Belém. Es parte fundamental de un proceso que está preparado para hornear de a 900 pastelitos por vez, en 15 bandejas de 60 piezas cada una. La recorrida por la línea de producción es interesante porque uno siente que está viendo el detrás de escena de un lugar mítico de Portugal. Suma, a esta visita, la amabilidad y predisposición de cada uno de los empleados del lugar. “La mayoría de los que estamos acá trabajamos hace 20 o 30 años”, dice Fedra. Algo bien, sin dudas, hace un lugar que sostiene a su equipo por tiempos largos. 

La visita continúa por los salones donde los clientes pueden sentarse a disfrutar de los pastelitos y de las otras opciones del menú. Estos espacios han ido creciendo en los últimos años y hoy por hoy Pastéis de Belém también agregó lugares de despacho para clientes al paso, además de lo que ellos mencionan como el “mostrador histórico”, el primero que entregó los pastelitos. 

“Lo que buscamos es que los clientes tengan una buena experiencia”, dice Fedra y este notero lo corrobora. Una humilde web gastronómica del fin del mundo escribió, hace unas semanas, para ver la posibilidad de ir a visitar una de las cocinas más icónicas del mundo. Con una amabilidad digna de los grandes, recibimos respuesta e invitación, que se tradujo en una cita perfectamente guiada, en donde Fedra nos orientó paso a paso, mientras en su rol de supervisora atendía pedidos y detalles que su equipo requería al pasar. El cuidado del detalle, como secreto de la hospitalidad. 

Terminamos la visita degustando los pastelitos en el patio del lugar. La sencillez de los ingredientes, la mística del lugar, la atención y el clima portugués hicieron que, efectivamente, viviéramos un momento irrepetible, al cual querremos volver una y otra vez.

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