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Suriana: Comida árabe

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Tiempo estimado de lectura: 6 minutos

La escena es recurrente: salís de trabajar, de haber hecho ejercicio o de cualquier otro plan que hace que llegues tarde y cansado a tu casa. Habitualmente, eso lleva a no tener ganas de cocinar y esto ocurre más de una vez a la semana. En esos momentos aparecen las rotiserías o restaurantes que te solucionan el problema. Pero claro, a veces uno no quiere una tortilla de papas o un plato de fideos… querés probar algo nuevo. Y ahí es donde aparece, como opción muy viable, Suriana. Un local de comida árabe, que con menos de un año en la ciudad ya está dando que hablar.

Suriana abrió el 24 de enero del 2023 y se ubica en Perú 29 . El lugar es cálido,  con dos vitrinas a los costados y un mostrador en el medio. De un lado vas a encontrar lo salado y del otro, las propuestas dulces. En ambos lados, tu atención va a ser captada por formas en los alimentos que nunca viste y nombres difíciles de pronunciar, como kepi, baklawa, warak enab, y si bien te podés equivocar con el nombre, ellos no fallan. El menú se compone enteramente de comida árabe, dentro de las cuales tiene propuestas veganas y vegetarianas.

Haikel Halak, con tan solo 23 años, es quien lleva adelante esta propuesta innovadora. Haikel nació en Siria, pero la situación allá es muy complicada debido al largo conflicto bélico que azota al país desde 2010. Esto llevó a que él, junto con su familia, decidiera irse de su país. Lo cierto es que no era Argentina su primera opción. Probaron con España, Italia, Portugal, pero finalmente nuestro país fue el único que los recibió  “me hicieron como 15 entrevistas, con psicólogos y traductores”, cuenta. Llegó a Buenos Aires y al tiempo se fue a Córdoba, donde unos conocidos lo alojaron. Pero tuvo que irse y, como “la señora que me ayudó  a venir a la Argentina, vive acá en Bahía Blanca”, terminó en nuestros pagos.

Cuando ya estaba instalado en la ciudad y mientras estudiaba Administración Financiera, Haikel buscó la forma de generar ingresos: “trabajé en la Sociedad Cultural Sirio Argentina, cortando pasto, en el Mc Donald´s y antes del local cocinaba en mi casa”, dice. Se metió en la gran cadena de comidas rápidas porque quería “ver cómo se manejaba el mejor restaurante de Argentina”.

La idea de abrir un restaurante de comida árabe se le había ocurrido hace mucho tiempo, y hasta incluso tenía el capital para hacerlo: “cuando mi viejo vendió todo allá, vino con recursos para hacer la inversión”. Pero había un problema: “¿cómo vamos a abrir un local si ni siquiera hablamos español?”. Las diversas experiencias laborales, el estudio y el caminar por la calle hicieron que Haikel aprendiera español. Pero ahora que tenía el idioma, el tiempo había pasado y la familia había utilizado el dinero para subsistir en el día a día.

“Para abrir tu propio restaurante hacen falta tres cosas”, asegura Haikel: “plata, organización y trabajo”. En ese momento, él estaba trabajando en un local de comidas rápidas, por lo que ya tenía un punto a favor: conocía el trabajo. Entonces solo quedaba la organización y el dinero. Luego de organizarse, contactó a un par de amigos que viven afuera para pedirles financiación y pudo dar forma a su proyecto.

Se le ocurrió abrir un local de comida árabe por la escasez de esta propuesta en la ciudad: “una comida nueva en el mercado va a traer muchas ventas”, pensó. No se equivocaba. A solo un mes y medio de abrir, pudo devolver toda la inversión que había pedido prestada. Y es que Suriana ofrece la típica comida árabe que destaca en sus fuertes sabores, las salsas que acompañan siempre con frescura y un dulzor sin igual que pinta el paladar con sólo un mordisco. “Empecé a traer los condimentos de Turquía”, cuenta Haikel haciendo alusión a que esa es la manera de distinguirse del resto de las propuestas. Junto con el pan, son los elementos esenciales para abrir su cocina. La comida árabe se destaca por sus condimentos y su intenso sabor: “los condimentos de acá son distintos, tienen el mismo nombre pero diferente sabor”. Si bien no consume mucha comida árabe porque ya está cansado (y sí, en casa de herrero…), dice que cuando lo hace, se transporta a su país natal: “uy, este olor, me acuerdo cuando venía de la escuela…”.

Haikel nos recomienda tres cosas que hay que probar sí o sí en Suriana: fatay (una especie de empanada árabe), hojas de parras (los famosos niños envueltos) y kebkubi, hecho con masa de trigo burgol y relleno de carne. Definitivamente, son sabores nuevos que no se van a arrepentir de haber probado. Si preferís lo dulce, también tenés varias opciones, entre las que nosotros te recomendamos el baklawa, que es una masa filo rellena de crema de leche con pistachos.

Haikel y su familia cargan una historia muy emotiva, que los motiva para sacar adelante su restaurante. Innovando con propuestas gastronómicas y recibiéndote de manera amigable, logran llenar tu estómago y tu corazón. Tienen en mente la posibilidad de abrir una nueva sucursal, pero tiempo al tiempo. Mientras tanto, nosotros seguiremos pasando para salvar nuestras comidas o, simplemente, para darnos un gusto.

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Alfajorería

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Tiempo de lectura: 4 minutos.

Creo que no hay nada más lindo que recordar los momentos de felicidad cuando era apenas un niño. La mayoría sucedieron en mi escuela primaria, aunque hay un detalle de esos recuerdos que desbarata toda la ilusión que cargaba. Recuerdo el sonido del timbre avisando que llegó la hora de irme, los cierres de las cartucheras y las mochilas componiendo una especie de armonía, las risas y las preguntas que surgían en ese camino hacia el descanso y saber que, si me buscaba mi papá, iba a comer un alfajor con jugo. Llegaba, entonces, el momento de mayor tensión: decidir qué alfajor comería. La vida, a mi corta edad, ya me había enseñado lo que es una desilusión: ninguno, para mi joven paladar, traía la suficiente cantidad de dulce de leche.

Si te pasaba lo mismo que a mí, te vengo a contar que existe un lugar donde los alfajores son tratados como dioses y dan pena comerlos. Este lugar es Alfajorería”.

Alfajorería es un emprendimiento familiar llevado  a cabo por dos hermanas, Melody y Ayelen. La idea surge de un viaje familiar hecho a Mendoza, donde descubrieron alfajores muy distintos de los comerciales.  La vida siguió, pero la idea quedó. El tiempo dolió cuando su padre falleció y luego, quizás como homenaje, recuerdo o tenacidad por seguir juntas, las hermanas decidieron que ya era hora de arremangarse y dejar germinar aquella idea que se plantó años atrás. El primero de mayo de 2024 comenzaron y le mostraron a Bahía sus hermosos alfajores. 

Hablemos de los sabores, que con tan solo leerlos se nos grafican en nuestras mentes como delicias irresistibles: tienen alfajores de marroc casero, de Ferrero, de Kinder y Bonobon. Pero no todo es golosinas. La lista sigue, con variedades de capuccino, reducción de malbec, red velvet, coco, merengue y, por supuesto, los  clásicos con dulce de leche en abundancia bañados en chocolate negro o blanco. Como no puede faltar el alfajor más argentino del mundo, también podés pedirles a Melody y Ayelén un buen alfajor de maizena. 

Hoy no tienen local propio. Las encontramos en su Instagram y también en las ediciones de El Galpón “mientras el calor lo permita”, nos dicen. Su sueño es poder llegar a tener un local donde ofrecer un café, alguna torta y obviamente unos buenos alfajores. 

Las hermanas se complementan, “Ella es super prolija y ya sabía mucho de pastelería”, dice Ayelén sobre Melody. “Ahora nos conocemos desde otro lugar, tenemos otra complicidad, muchas horas cocinando”, completa la hermana. 

La gente suele decir que con amigos y con familia no hay que hacer negocios, pero en este caso, como en tantos otros, podemos ver que funcionan como un engranaje. El producto es hermoso, en todas sus variedades: la cantidad de relleno es para quedarse admirando, la diversidad de sabores es para disfrutar y quedarse en la indecisión, la experiencia es necesaria vivirla. 

Quizá hoy mi papá me venga a buscar y pueda ir a comer alfajores con jugo. Pero hoy, sin temor a la desilusión, sabría cuál (o mejor dicho, dónde) elegir.

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Chinchuleando

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Tiempo de lectura: 7 minutos.

Si había un lugar en el planeta Tierra en donde podría haber surgido un verbo vinculado con lo más íntimo de la cultura parrillera, sin lugar a dudas ese lugar es Argentina. Chinchuleando. Las revistas de crucigramas no lo han incorporado aún, pero si lo hicieran propondrían en su definición algo así como “acción y efecto de chinchulear”, lo cual nos lleva al verbo original que da nombre al gerundio. “Chinchulear”, obvio, tampoco está en las enciclopedias, aunque podría abrirse la discusión sobre si debería. La hoy omnipresente inteligencia artificial viene a ayudarnos en este embrollo y nos dice que Chinchuleando, como neologismo evidentemente argentino, podría interpretarse como el acto de cocinar, comer y/o disfrutar unos buenos chinchulines, o una parrillada en general. Ahí va. Simple y claro. 

Charlamos con Martín Arroyuelo sobre Chinchuleando y la conclusión a la que arribamos es que la interpretación que hace la IA resume perfectamente el espíritu de esta iniciativa. “Quiero que la gente disfrute del producto, que es muy simple y muy complejo a la vez”, dice. Por eso en su puesto no hay salsas locas ni estéticas del exceso. Al contrario: carne y pan; salsa criolla y chimi para acompañar, y listo. A disfrutar de la calidad de las materias primas y de la paciencia de la cocción. 

“En las ferias somos los primeros en llegar; al menos cuatro horas antes de que abramos”. La paciencia de la parrilla se hace presente evento tras evento, para llegar a una carne tierna y sabrosa, hecha al rescoldo de un fuego suave y persistente. “Los secretos en la parrilla son pocos pero importantes —cuenta y suma—: buena temperatura sin arrebatar, no quedarte sin brasas y dedicarle tiempo”. “Cuando tenía 14 años el papá de un amigo me enseñó a empezar las cocciones de piezas grandes armando una corona de brasas debajo, para asegurarle que el calor entra por los costados y va llegando al centro” (la imagen de la corona es clara: debemos armar un círculo de brasas que coincida con el perímetro de la pieza que se quiera asar). Retomará, luego, esa misma recomendación como un tip para aquel novel parrillero que esté leyendo esta nota. “Y si no se anima, que empiece con asado banderita, que no falla”, dice.

Chinchuleando nace cerca de la pandemia, como una iniciativa en la que Martín reúne casi indisolublemente la comunicación con la cocina. Habla de su marca como un puesto y como un medio de comunicación, sin distinciones. En el puesto se prueba, en sus redes se anhela y se aprende. “Es desafiante comunicar asado, en un país en donde todos nos consideramos asadores”, dice, a la vez que cuenta que le gusta dialogar con la gente a partir de los comentarios que le van dejando y los debates que se generan en torno a técnicas, puntos de cocción y todo lo que los argentinos consideremos discutible en el mundo parrillero.

La primera experiencia pública fue en Monte Hermoso, en el primer Monte Sabores que reunió a gastronómicos locales, regionales y nacionales en la playa con el atardecer más lindo. Luego se sumó a las ferias de El Galpón y a partir de ahí no paró más. Hoy sigue participando de las ferias cada vez que tiene oportunidad, además de realizar eventos privados. La vida del emprendedor gastronómico —ya lo sabemos en esta redacción— exige tiempo y esfuerzo, combinado con trabajos estables que hacen que la aventura de la cocina sea posible. Esa historia, una vez más, la descubrimos en el relato de Martín. 

El nombre de la iniciativa se debe pura y llanamente a un gusto personal “me gusta mucho el chinchulín, comerlo y hacerlo”, dice Martín, aunque reconoce que no es tan fácil ofrecerlo masivamente en eventos por el lugar que ocupa en las parrillas. Para este corte, más argentino que… bueno, que el chinchulín, Martín sugiere cortarlo desde crudo en orejitas así se cocinan mejor y darle un buen golpe de calor hacia el final para que gane la crocancia buscada. Además, en ese momento, será clave que cada pieza reciba un buen baño de limón. 

Para quien se acerque a Chinculeando por primera vez, Martín es claro con su recomendación: “lo que más sale es el vacío”. Imperdible, damos fe. Con carne de primerísima calidad y pan minuciosamente elegido, el vaciopan es de prueba obligatoria. “Alguno me ha dicho que fue el mejor vacío que probó en su vida”, reconoce.

No escatimó en tips, Martín. Los sintetizamos acá, para provecho del lector: “si los chori hacen ruido, es que los estás haciendo muy rápido y pueden explotar; no dejes los chinchu macerando en limón porque quedan babosos; si la parrilla es baja y no la podés regular, hacé la corona; al chinchu le podés dar las vueltas que quieras hasta que esté en el punto que te gusta; al asado banderita lo ponés en la parrilla, una vez que salen los jugos para arriba, lo das vuelta y lo dejás un rato más”… y así podría seguir durante un largo rato. Pasión con experiencia, es lo que Martín demuestra a la hora de desplegar su oficio de asador. 

“Yo cocino para todos, pero sobre todo pienso en el que capaz no puede disfrutar de hacerse su propio asado en su casa, porque no sabe o porque no tiene el lugar”, dice Martín. Ese motivo, sin dudas, mueve e inspira los esfuerzos cotidianos. Es que, en definitiva, “laburás para que la gente disfrute de algo que a todos nos gusta disfrutar: la comida”.

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Café X Favor

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Tiempo de lectura: 6 minutos

Desde chiquitos nos enseñan a compartir nuestros juguetes, en la escuela compartimos los útiles, pero a medida que vamos creciendo, parece que esas situaciones donde es necesario compartir resultan cada vez menos, o eso es lo que creemos. Sin embargo siempre existe una prenda que quedó chica, un mueble sin uso o un artefacto abandonado. En esta vorágine, en la que nos olvidamos de compartir, es que nace Café x Favor.

La propuesta llega a la Plaza Rivadavia el primero de mayo de 2022 y se instala en un foodtruck sobre la calle San Martín. El carro no solo es disruptivo por estar dentro de la misma plaza, sino que también incluye la posibilidad de compartir con el resto. ¿Cómo? Al comprar en el carrito tenés la posibilidad de dejar un “café pendiente”

Dicho café será destinado a la gente en situación de calle o de bajos recursos que cotidianamente asisten al carro para pedir algo caliente.  Si bien la iniciativa nació hace más de un siglo en Nápoles, Italia, acá en Bahía llegó hace poco, y la de Café x Favor es la única vigente en este momento.

Lucas Sandoval, con 20 años y una vida llena de experiencias, es el encargado, junto con su novia Oriana, de llevar adelante esta iniciativa desde febrero de este año. Lucas había comenzado a trabajar en noviembre del año pasado, cuando el carro tenía otro propietario: “tomando mate con el dueño, me lo ofreció”, dice Lucas. Él estaba teniendo un gran desempeño y su jefe estaba buscando nuevos horizontes. Si bien hubo muchas dudas, ya sabemos cuál fue su respuesta. 

“Después de perder a mi mamá, ya era el fondo”, cuenta. Su madre falleció en enero, pero antes lo había motivado a tomar el mando del emprendimiento y es por eso que decide rendirle honor aceptando la propuesta de su jefe. “Acá en el centro es donde más se mueve la plata”, reflexiona Lucas, a la vez que le genera impotencia sentir que se hace poco por la gente que menos tiene. “Muchas veces, aunque no tengamos un café pendiente, lo entregamos igual”: Lucas dice que si un cliente deja un café pendiente, los ayuda a amortizar los costos, pero si alguien se acerca a pedirle un café y no puede pagarlo, igualmente se lo dará. “Yo veía cómo la gente entraba a pedir y los sacaban enseguida”, cuenta sobre un trabajo que tuvo en otro tiempo. A raíz de esta experiencia y de contar con una madre que le gustaba mucho ayudar, decide emprender su camino en este carrito con un perfil marcadamente solidario.

Si pasas por el foodtruck, no solo tenés la posibilidad de dejar un café pendiente (importantísimo, especialmente ahora que se vienen los días más frescos), sino que tenés que probar el caramel macchiato con sus medialunas dulces, clásicas pero buenísimas. Lucas cuenta que prefiere no sacar tanta ganancia de sus productos pero que sean de calidad y eso se refleja al momento de probar cualquiera de las opciones. El carrito está avanzando hacia la innovación y pronto contará con un estante donde la gente podrá dejar donaciones como ropa, alimentos no perecederos, entre otros, para que la gente que más lo necesita pueda pasar y llevárselo. 

Muchas veces lo cotidiano nos excede y nos tapa; algunas otras simplemente nos olvidamos de nuestra situación, pero para eso existen este tipo de propuestas, donde podemos dejar un café pendiente o ese buzo que ya no te entra, los pantalones que no te gustaron o la remera que ya no usás. En cualquier caso, lo importante es que volvamos a ser como cuando eramos chiquitos y sigamos compartiendo.

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Nosotros

Elpancito.ar es, probablemente, tu espacio favorito para saborear la lectura gastronómica. Es el guiso de cocción lenta y la carne que se corta con cuchara.

Queremos contar historias. Conocer quién está detrás de la burger favorita de la ciudad, o amaneciendo a las 3 am para estirar y enrollar el croissant que unas horas más tarde estará acompañando tu café con leche.

Elpancito.ar tiene caras, claro. Diego, en Bahía Blanca, convocó a Gero. Gero un día emigró y hoy empuja a elpancito desde España, buscando sabores locales en tierras lejanas. Y acá en Bahía se sumó Santi, el Ruso, para explorar también historias y plasmarlas en contenidos audiovisuales. Nacho, cada vez que puede, se suma también a colaborar. Desde acá, cubrimos la zona y si pinta un viaje también sumamos contenidos desde donde estemos, porque en la variedad está el gusto.

Seguimos conociendo historias de apasionados por la cocina. Seguimos tejiendo redes con cocineros que se transforman en amigos. Seguimos pensando, juntos, que la gastronomía siempre tiene mucho más para ofrecernos y sorprendernos.

¡Buen provecho!