Postre de Abuela: la torta de nuez

Por Diego García.
Publicación: octubre 13, 2025.

Tiempo de lectura: 4 minutos

Pasaron 4 años de aquella visita a la casa de Emilio y Virginia, donde residía el comienzo de Bacano en el seno más íntimo de su cocina. Hoy, con su espacio propio en Juan Molina y Tucumán, nos reencontramos en las vísperas de una fecha especial para la cual prepararon un plato que define la esencia del emprendimiento y, tal vez, trae consigo el significado más puro del avance constante, sin olvidarse de las raíces.

La nota no poseía en sus inicios un plato a remarcar, sin embargo apenas llegar a la “fábrica de alimentos dulces”, tal como la define Emilio, él mismo me comenta sobre la nueva creación del grupo: una torta de nuez especial para el día de la madre, “con ganas que quede dentro de nuestros productos para después venderla”, menciona Virginia.

Es que ambos se complementan en todo, y la explicación de la torta no es la excepción. Ella nos cuenta el lado culinario: la torta se realiza a base de harina de nuez, sin llevar harina “común” ni T.A.C.C. como característica principal. Con una preparación e ingredientes “similares a los de una Marquise”, agrega, tiene dulce de leche por encima en combinación con una crema de queso y frutillas arriba.

Con el placer de haberla degustado, las nueces se esconden detrás de la humedad de la torta sin sentirse al masticar, y su esponjosidad y liviandad sorprenden a la vista engañosa y pesada que puede poseer. Para finalizar, y continuando con la esencia del negocio, los petalos amarillos le dan un color y viveza típico de la epoca primaveral que nos rodea.

Él, por su parte, nos comenta que la idea surge del pensar que “creemos que las familias donde se hace torta, normalmente hay una torta de nuez”, y el sabor se realza más con este condimento. La torta trae al presente aquellos sabores que nos recuerdan al pasado y que, por más que avancemos, siempre los llevamos con nosotros.

Bacano, nos dice Emi, se trata de eso. “Avanzas y querés avanzar, pero miramos para atrás. Lo que más nos contenta es la autogestión”, combinando la vida laboral con la personal. El paralelismo con la preparación es inevitable: la torta de nuez, una preparación llevada a la innovación de sabores, pero trayendo el significado más puro y casero de la pastelería casera. La fábrica es también, un refugio para esta pareja al cual acceden con ganas, aprecio y dedicación, amoldado a lo que buscan como emprendimiento. “Invierto en esa máquina (señalando una batidora) porque me facilita el laburo, pero también porque la miro y me encanta”.

La evolución, aquello que va de la mano con el ineludible paso del tiempo, es algo a lo que “no nos podemos negar”, en palabras de Emilio. La adaptación, tal como la torta, es una necesidad que no puede desprenderse de la esencia. El desafío de estos tiempos es la reinvención siendo puro, desde “meter un roll de canela dentro de una cafetería en Bahía” hasta “hacer lo que tenemos ganas, siempre en un marco estético lo mejor posible, siempre que nos guste, que sea rico, que sea lindo”, describiendo a la perfección la dinámica de esta cocina hace más de 5 años.

Con objetivos claros de “levantar un poquito la persiana”, se concibe que el negocio debe rendirle a “todos”. El ayudar por devolver “la mano tremenda que mi viejo me dio toda la vida” es el paso a seguir, y crecer en base al beneficio colectivo como estandarte es lo que motiva a buscar nuevas recetas, inventar y reinventarse constantemente, con un estilo definido en un ambiente que “es como tu casa. ¿Es una mochila pesada que me pongo?”, y si bien el mismo se responde, su respuesta afirmativa no se condice con su postura erguida y sus manos que, mientras sucede la entrevista devenida en charla de café, no cesan de trabajar en futuras preparaciones.

“Fíjate si uno no evoluciona que hace unos años escuchaba el ‘Pity’ (Álvarez) y ahora El Zar”, comenta entre risas sobre el cierre de la visita. Esquivando las críticas de esta “neo-panadería” y recalcando que “si no hubiese estado bueno, la gente no lo consumiría”, aquella relación entre la torta de nuez y Bacano se resume en la evolución de lo casero; ajustando las 8 horas de trabajo a Felipe que ya en la escuela y sus actividades sigue haciendo de las suyas, y gestionando el tiempo en base a la familia. Esa misma que, en unión y buenas vibras, hoy se ven reflejadas en la torta casi como una descripción de Bacano y la esencia de todo “postre de abuela”: no necesita explicación salvo saber que se hizo con amor.

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Publicación: junio 7, 2025.

Tiempo de lectura: 5 minutos

A Juan se lo nota —por caer en un cliché gastronómico—, en su salsa. Llega a su cocina puntualmente a la hora acordada y empieza a narrar la historia de Pascuala. Pero a la narración le antecede el entusiasmo, el amor y el agradecimiento que siente para con su emprendimiento. Después, sí, se escuchan las palabras. “Venía de otro palo totalmente diferente, pero en la pandemia empecé con esto” (la pandemia, una y otra vez, como bisagra en las historias que nos rodean). 

El origen de Pascuala está en el gusto de Juan por la cocina, desde el hobby y lo amateur. “Soy autodidacta; a partir del emprendimiento empecé a hacer algunos cursos para conocer y mejorar técnicas”, nos cuenta. Pero la base estaba, ya, en otro lado. Nombra a dos mujeres como referentes de su cocina: “yo vengo de la onda de Doña Petrona”, dirá primero, y luego, “Pascuala se llama así por mi bisabuela, una mujer súper disruptiva, que con poquísimos ingredientes hacía platos buenísimos”. Y es curioso que, sin conocer a su bisabuela y quizás sin haber leído nunca el libro de Doña Petrona, el lector ya tiene, en este momento, una intuición de cómo es el estilo de cocina de Juan. La fuerza de las raíces que nos dan identidad. 

Hoy Pascuala es un emprendimiento que ofrece servicio de catering para eventos familiares, de amigos y también corporativos. Se posicionó rápidamente como una opción diferente, original, y nos interesaba saber dónde estaría el secreto. Juan lo dijo, sin vueltas: “escuchamos lo que el cliente quiere para su evento”, y suma “yo no quería un emprendimiento de menú fijo, por eso me reúno con el cliente, escuchamos, vemos si es de día, de noche, qué decoración va a haber, de qué se trata el evento, qué les gusta… y a partir de ahí diseñamos la propuesta”. Dice “diseñamos” y no se refiere solo al diseño de la cocina. Trabaja, en su equipo, con una amiga que es quien se ocupa de ayudar a pensar en los aspectos estéticos que hagan a la experiencia del evento: desde la vajilla, hasta el vestuario de las personas que brindan el servicio. “Si resonamos con el cliente, podemos crear algo muy lindo juntos”, dice. 

Varias veces, durante la charla, Juan usa la expresión media rosca de tuerca más. Me llama la atención, porque me suena distinta de la frase que se usa comúnmente. Pero sigo. Nos cuenta del buque insignia de Pascuala, el rogel, ese postre argentino que intercala capas de masa con dulce de leche y se corona con una generosa cantidad de merengue italiano: “es como mi musa. Primero porque me encanta, pero después porque tiene algo de simple, de versátil, de rústico, de elegante… todo junto, que me parece que lo hace único… además, lo hago con media rosca de tuerca más”. Otra vez esa metáfora. Más adelante probaré de empezar yo la frase, para ver cómo la termina, solo para cerciorarme, y ahí está otra vez: “media rosca de tuerca más”. 

Busco, mientras escribo, y confirmo mi sospecha: la frase original es “una rosca (o vuelta) de tuerca más”. Pero Juan habla de media. Como afirmando que ese pequeño giro tuviera lo suficiente para destacar. Como subrayando que a veces no necesitamos grandísimas innovaciones, que apenas con la sutileza de media rosca de tuerca, podemos hacer la diferencia para que nuestro producto y nuestro servicio sea, de verdad, diferente al resto y resalte sin perder la esencia. Por ahí, creo, va el uso que hace Juan de ese dicho. Ese plus sutil lo llevó a participar en el evento que los cocineros más importantes de Argentina organizaron a beneficio de Bahía, como representante local en ese picnic. Esa es una de las muchas otras sorpresas que la vida le va proponiendo en este recorrido.

No lo dice explícitamente, pero es claro en su relato que la llegada de Pascuala es fruto de un antes y un después en su vida. Algo (varios “algos”) se rompió, decantó y abrió la puerta para esto nuevo, en donde, en sus propias palabras, “confluyen todas las cosas que yo soy”. Esencia, búsqueda, elemento. Seguramente por acá vaya el quid de la cuestión… encontrar, en estas búsquedas en las que todos estamos, los caminos en los que sentimos que confluye eso que nos apasiona con eso en lo que somos buenos y que, también, puede convertirse en nuestro medio para ir transitando por la vida. Las puertas de Pascuala se abran y vemos eso, con olorcito a cocina bien rica.

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