Pan de Garage: la evolución

Por Diego García.
Publicación: agosto 17, 2022.

Tiempo de lectura: 6 minutos

Visitamos Pan de Garage por primera vez en 2021, cuando el emprendimiento estaba dando sus primeros pasos y atendía en un garage (claro) en calle 19 de Mayo. Pero este año la panadería que ha elevado la vara en la ciudad, se mudó. Desde comienzos del otoño reciben a sus clientes en un hermoso local ubicado en Lavalle 521, casi esquina Corrientes

Esta vez conversamos con Julián y también con Lucía, su hermana, que se sumó al emprendimiento para colaborar en esta nueva etapa. Somos cuatro en la cocina, dos atendiendo, María que nos ayuda a limpiar y Matías, el fotógrafo, que es prácticamente uno más, dice Julián. Lucía detalla que la mañana está a cargo Sebastián, que entra a las 4 am con Nico para comenzar con la producción del día. Julián es, además del creador, el encargado de la tarde y trabaja junto con Tobías. La encargada de la atención al cliente, compras y proveedores es Lucía, y también en el mostrador está Mica.

Yo quería hacer sanguchitos y Lucía quería vender flores, dice Julián, así que ahora ofrecemos esas dos cosas como parte de la propuesta. Es que Pan de Garage es el emprendimiento que Juli y Lucía sueñan y concretan día a día. En este local se produce todo lo que había en el garage y además han podido incorporar otras propuestas. Pero, sobre todo, han podido regularizar la producción de todo lo que venían haciendo. 

Lo que charlamos todos los días es cómo perfeccionar lo que hacemos, dice Lucía. Queremos devolverle a la gente la confianza y el apoyo. Por eso hacemos los eventos de los sábados, por eso no especulamos con los precios, por eso mantenemos la baguette a $150 desde hace dos años… porque queremos hacerle un mimo al cliente

Por eso le estamos metiendo también a la capacitación, agrega Julián. Vino la gente de Atelier Fuerza a capacitarnos y nos ayudó un montón, además de sorprenderse por cómo estábamos organizados y trabajando. Gracias a ellos empezamos a ver la panadería desde otro lado, estamos mucho más cómodos. La capacitación la viven como una inversión necesaria y diferencial, por lo que a los pocos días de esta nota Juli viajaba a Buenos Aires para seguir formándose en uno de sus fuertes, el croissant. 

La esencia del garage sigue intacta, dicen con orgullo. La cocina a la vista, la excelencia y la calidad de la materia prima son los pilares que se han transformado en la marca registrada del lugar. A mí me dicen que soy buena vendedora, pero lo que me pasa es que estoy muy orgullosa del producto que hacen ellos, que son pibes jóvenes, que laburan un montón, súper responsables, hiper comprometidos, dice Lucía. Más adelante se emocionará como hermana mayor al hacer el racconto del recorrido de Juli, el menor de la familia, desde que comenzó su idea del garage: en un momento en el que las cosas no están fáciles, verlos apostar por esto con el compromiso que lo hacen, con el respeto que se tratan y que tratan al trabajo, es impresionante

Hemos crecido mucho, hoy podemos entender mucho mejor cómo funcionan las variables y cómo impactan en el producto. Es un producto en el que cualquier cambio mínimo modifica el resultado. Hoy lo tenemos más claro, es divertido porque ahora sabemos cuál es la solución al problema, cuenta Juli. 

A todos nos gusta la gastronomía y acá trabajamos muy cómodos porque sabemos que lo que estamos vendiendo es del día, de calidad, con las materias prima que te decimos, dice Lucía. Claro que no todo es color de rosas: el día que abrimos fue cuando empezó la guerra en Ucrania y la harina nos aumentó un 90%, dice Julián. Pero la pasión gana, el empuje gana y renueva el entusiasmo para seguir creando. 

La propuesta de Pan de Garage ha crecido y está cada vez más interesante: ir con tiempo de charlar, de preguntar y de observar el trabajo de la cocina, es una experiencia imperdible. La vereda está dispuesta para recibir al cliente, con mesitas y solcito. 

Para agosto esperan organizar un evento por el día de la niñez, por lo que es importante quedarse atentos a sus redes. A los panificados de siempre han agregado también pastelería, café y un nuevo producto estrella: los alfajores de maicena de la mamá de Juli y Lucía. Costó convencerla, pero finalmente lograron que se animara a hacerlos y ya son un éxito. 

Lucía y Julián hablan con pasión. Parece que están hace años en ese local, aunque no van más de un cuatrimestre. Pero el tiempo tiene otra dimensión en esa cocina, que está de 4 a 20 con los hornos prendidos y en la que el equipo no para nunca. La panadería está abierta de martes a sábado, desde las 10. Volveremos, una y otra vez, a seguir conociendo y probando las delicias de este espacio del cual los bahienses podemos estar orgullosos.

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A Juan se lo nota —por caer en un cliché gastronómico—, en su salsa. Llega a su cocina puntualmente a la hora acordada y empieza a narrar la historia de Pascuala. Pero a la narración le antecede el entusiasmo, el amor y el agradecimiento que siente para con su emprendimiento. Después, sí, se escuchan las palabras. “Venía de otro palo totalmente diferente, pero en la pandemia empecé con esto” (la pandemia, una y otra vez, como bisagra en las historias que nos rodean). 

El origen de Pascuala está en el gusto de Juan por la cocina, desde el hobby y lo amateur. “Soy autodidacta; a partir del emprendimiento empecé a hacer algunos cursos para conocer y mejorar técnicas”, nos cuenta. Pero la base estaba, ya, en otro lado. Nombra a dos mujeres como referentes de su cocina: “yo vengo de la onda de Doña Petrona”, dirá primero, y luego, “Pascuala se llama así por mi bisabuela, una mujer súper disruptiva, que con poquísimos ingredientes hacía platos buenísimos”. Y es curioso que, sin conocer a su bisabuela y quizás sin haber leído nunca el libro de Doña Petrona, el lector ya tiene, en este momento, una intuición de cómo es el estilo de cocina de Juan. La fuerza de las raíces que nos dan identidad. 

Hoy Pascuala es un emprendimiento que ofrece servicio de catering para eventos familiares, de amigos y también corporativos. Se posicionó rápidamente como una opción diferente, original, y nos interesaba saber dónde estaría el secreto. Juan lo dijo, sin vueltas: “escuchamos lo que el cliente quiere para su evento”, y suma “yo no quería un emprendimiento de menú fijo, por eso me reúno con el cliente, escuchamos, vemos si es de día, de noche, qué decoración va a haber, de qué se trata el evento, qué les gusta… y a partir de ahí diseñamos la propuesta”. Dice “diseñamos” y no se refiere solo al diseño de la cocina. Trabaja, en su equipo, con una amiga que es quien se ocupa de ayudar a pensar en los aspectos estéticos que hagan a la experiencia del evento: desde la vajilla, hasta el vestuario de las personas que brindan el servicio. “Si resonamos con el cliente, podemos crear algo muy lindo juntos”, dice. 

Varias veces, durante la charla, Juan usa la expresión media rosca de tuerca más. Me llama la atención, porque me suena distinta de la frase que se usa comúnmente. Pero sigo. Nos cuenta del buque insignia de Pascuala, el rogel, ese postre argentino que intercala capas de masa con dulce de leche y se corona con una generosa cantidad de merengue italiano: “es como mi musa. Primero porque me encanta, pero después porque tiene algo de simple, de versátil, de rústico, de elegante… todo junto, que me parece que lo hace único… además, lo hago con media rosca de tuerca más”. Otra vez esa metáfora. Más adelante probaré de empezar yo la frase, para ver cómo la termina, solo para cerciorarme, y ahí está otra vez: “media rosca de tuerca más”. 

Busco, mientras escribo, y confirmo mi sospecha: la frase original es “una rosca (o vuelta) de tuerca más”. Pero Juan habla de media. Como afirmando que ese pequeño giro tuviera lo suficiente para destacar. Como subrayando que a veces no necesitamos grandísimas innovaciones, que apenas con la sutileza de media rosca de tuerca, podemos hacer la diferencia para que nuestro producto y nuestro servicio sea, de verdad, diferente al resto y resalte sin perder la esencia. Por ahí, creo, va el uso que hace Juan de ese dicho. Ese plus sutil lo llevó a participar en el evento que los cocineros más importantes de Argentina organizaron a beneficio de Bahía, como representante local en ese picnic. Esa es una de las muchas otras sorpresas que la vida le va proponiendo en este recorrido.

No lo dice explícitamente, pero es claro en su relato que la llegada de Pascuala es fruto de un antes y un después en su vida. Algo (varios “algos”) se rompió, decantó y abrió la puerta para esto nuevo, en donde, en sus propias palabras, “confluyen todas las cosas que yo soy”. Esencia, búsqueda, elemento. Seguramente por acá vaya el quid de la cuestión… encontrar, en estas búsquedas en las que todos estamos, los caminos en los que sentimos que confluye eso que nos apasiona con eso en lo que somos buenos y que, también, puede convertirse en nuestro medio para ir transitando por la vida. Las puertas de Pascuala se abran y vemos eso, con olorcito a cocina bien rica.

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