Por Diego García.
Publicación: marzo 8, 2021.

📸 Francisco Rodríguez Grippo

Tiempo de lectura: 5 minutos

 

Queremos que nuestro sello sea el buen café, dice contundente Martín Laggiad cuando elpancito.ar le pregunta sobre la propuesta de Oveja Negra. Él es chef, nacido en Viedma y formado gastronómicamente en Bahía. Volvió a su ciudad natal para probar suerte con algunos emprendimientos, pero la vida lo trajo de vuelta a la ciudad del viento. En estos años aprendí mucho: cuando sentía que había aprendido todo en un trabajo, cambiaba por otro desafío y así llegué, el 14 de enero de 2018, a abrir este local.

Oveja Negra se encuentra en pleno centro de la ciudad, en Moreno 13, a apenas unos pocos pasos de la plaza. El local es súper simple y moderno, con pizarrones que anuncian las opciones del día, mesas altas de madera para quien quiera sentarse unos minutos a descansar o trabajar, y una barra amplia para pedir y conversar, por qué no, con Martín y su equipo. 

La propuesta, como enfatizó su dueño, es destacar por un buen café, que hacen con granos de Cocambó, un tostador local que los provee con distintas variedades y blends especiales hechos para la marca. La carta incluye variedades calientes y frías, que bien valen la prueba. Gracias a tener buena presencia en Google, nos han venido a visitar gente de Francia, España, Alemania… personas que están trabajando en la ciudad, leen que nuestro café es rico y eligen venir todos los días a desayunar acá, cuenta orgulloso. 

La intención de Oveja Negra es fomentar la costumbre del café al paso. La zona y la clientela a la que apuntan son ideales para levantar un café y pasearlo por la ciudad. Al público local todavía le falta tomar esa costumbre, tan cosmopolita pero, aclara Martín, es algo que se ve cada vez más. Es por eso que al take away Martín le incorporó la propuesta de consumo en el salón, en unas tazas bellísimas, con una oveja estampada, que se gana todas las miradas en las historias de Instagram. Además del café, ofrece jugos.

Desde la comida el café ofrece pocas opciones, cuidando que sean de gran calidad y para satisfacer todos los momentos. Así, propone bollería, sandwichería, ensaladas y especialidades dulces, elaborados por Martín o por emprendedores artesanales seleccionados por el mismo chef. Los waffles, en este punto, han sabido destacar por su calidad y sabor. 

La cuarentena lo descolocó —a quién no— y Oveja Negra transitó un año duro. Hoy se está rearmando, con la mirada puesta en crecer. Martín sueña con convertir a la oveja en una franquicia, para que pequeños locales puedan ofrecer su propuesta de buen café en toda la ciudad y más allá también. Habrá que esperar, probar y apoyar. Para más adelante, el chef sigue levantando la apuesta y apunta a que Oveja Negra se independice de su supervisión, que siga creciendo y que él pueda instalar un restaurante. Pero para eso, todavía, falta un tiempo. 

elpancito.ar ha recorrido ya varios locales de la ciudad en los cuales conversa con sus dueños para comprender su visión y sus aspiraciones. Martín, al igual que tantos más, deja todo en este emprendimiento. Hace sus lecturas sobre la realidad local, se ilusiona con las nuevas propuestas que surgen, anhela que el consumidor banque lo novedoso y ayude a hacer crecer la gastronomía bahiense. Desde este blog suscribimos a esas intenciones y reafirmamos la importancia del apoyo al pequeño local, ese que arranca todos los días para remarla y ofrecer lo mejor que tiene: su cocina y su café.

7 respuestas

  1. El café, realmente, es digno de probar!! La atención es excelente por la buena onda con la que atienden. No sé vayan de Bahía Blanca sin pasar por Oveja Negra!!😍

  2. Exquisito café, excelente atención, razón por la cual cada vez que voy a Bahía Blanca paso por La Oveja Negra!!! Pruebenlo, no se lo pueden perder!!

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Por Diego García.
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Tiempo de lectura: 5 minutos

A Juan se lo nota —por caer en un cliché gastronómico—, en su salsa. Llega a su cocina puntualmente a la hora acordada y empieza a narrar la historia de Pascuala. Pero a la narración le antecede el entusiasmo, el amor y el agradecimiento que siente para con su emprendimiento. Después, sí, se escuchan las palabras. “Venía de otro palo totalmente diferente, pero en la pandemia empecé con esto” (la pandemia, una y otra vez, como bisagra en las historias que nos rodean). 

El origen de Pascuala está en el gusto de Juan por la cocina, desde el hobby y lo amateur. “Soy autodidacta; a partir del emprendimiento empecé a hacer algunos cursos para conocer y mejorar técnicas”, nos cuenta. Pero la base estaba, ya, en otro lado. Nombra a dos mujeres como referentes de su cocina: “yo vengo de la onda de Doña Petrona”, dirá primero, y luego, “Pascuala se llama así por mi bisabuela, una mujer súper disruptiva, que con poquísimos ingredientes hacía platos buenísimos”. Y es curioso que, sin conocer a su bisabuela y quizás sin haber leído nunca el libro de Doña Petrona, el lector ya tiene, en este momento, una intuición de cómo es el estilo de cocina de Juan. La fuerza de las raíces que nos dan identidad. 

Hoy Pascuala es un emprendimiento que ofrece servicio de catering para eventos familiares, de amigos y también corporativos. Se posicionó rápidamente como una opción diferente, original, y nos interesaba saber dónde estaría el secreto. Juan lo dijo, sin vueltas: “escuchamos lo que el cliente quiere para su evento”, y suma “yo no quería un emprendimiento de menú fijo, por eso me reúno con el cliente, escuchamos, vemos si es de día, de noche, qué decoración va a haber, de qué se trata el evento, qué les gusta… y a partir de ahí diseñamos la propuesta”. Dice “diseñamos” y no se refiere solo al diseño de la cocina. Trabaja, en su equipo, con una amiga que es quien se ocupa de ayudar a pensar en los aspectos estéticos que hagan a la experiencia del evento: desde la vajilla, hasta el vestuario de las personas que brindan el servicio. “Si resonamos con el cliente, podemos crear algo muy lindo juntos”, dice. 

Varias veces, durante la charla, Juan usa la expresión media rosca de tuerca más. Me llama la atención, porque me suena distinta de la frase que se usa comúnmente. Pero sigo. Nos cuenta del buque insignia de Pascuala, el rogel, ese postre argentino que intercala capas de masa con dulce de leche y se corona con una generosa cantidad de merengue italiano: “es como mi musa. Primero porque me encanta, pero después porque tiene algo de simple, de versátil, de rústico, de elegante… todo junto, que me parece que lo hace único… además, lo hago con media rosca de tuerca más”. Otra vez esa metáfora. Más adelante probaré de empezar yo la frase, para ver cómo la termina, solo para cerciorarme, y ahí está otra vez: “media rosca de tuerca más”. 

Busco, mientras escribo, y confirmo mi sospecha: la frase original es “una rosca (o vuelta) de tuerca más”. Pero Juan habla de media. Como afirmando que ese pequeño giro tuviera lo suficiente para destacar. Como subrayando que a veces no necesitamos grandísimas innovaciones, que apenas con la sutileza de media rosca de tuerca, podemos hacer la diferencia para que nuestro producto y nuestro servicio sea, de verdad, diferente al resto y resalte sin perder la esencia. Por ahí, creo, va el uso que hace Juan de ese dicho. Ese plus sutil lo llevó a participar en el evento que los cocineros más importantes de Argentina organizaron a beneficio de Bahía, como representante local en ese picnic. Esa es una de las muchas otras sorpresas que la vida le va proponiendo en este recorrido.

No lo dice explícitamente, pero es claro en su relato que la llegada de Pascuala es fruto de un antes y un después en su vida. Algo (varios “algos”) se rompió, decantó y abrió la puerta para esto nuevo, en donde, en sus propias palabras, “confluyen todas las cosas que yo soy”. Esencia, búsqueda, elemento. Seguramente por acá vaya el quid de la cuestión… encontrar, en estas búsquedas en las que todos estamos, los caminos en los que sentimos que confluye eso que nos apasiona con eso en lo que somos buenos y que, también, puede convertirse en nuestro medio para ir transitando por la vida. Las puertas de Pascuala se abran y vemos eso, con olorcito a cocina bien rica.

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