Food trucks anclados, rompiendo paradigmas

Por Diego García.
Publicación: noviembre 19, 2020.

Tiempo de lectura: 3:30 minutos

 

Un food truck necesita, por la propia esencia que lo constituye, circular. Moverse, ir a eventos, encuentros, festivales, fiestas regionales y temporadas estivales. Ahí se realiza, ahí encuentra su razón. Pero pandemia

Bizzo comenzó a hacer la clásica pizza de estilo napolitano en Bahía hace poco más de un año. Hablamos de esa pizza bien finita, crocante por los minutos breves pero intensísimos que pasa dentro del horno de barro, con la perfección de sabor que surge cuando se reúne oliva, tomate, queso, albahaca y trigo. Es la que lleva muy poca levadura y mucho tiempo de espera-leudado (pueden ser hasta dos días). La que se corta en cuartos y cada porción se pliega al medio para poder comerla. Fer y su equipo hicieron temporada en Pehuen-Có y, al volver, el tráiler quedó estacionado en su casa, en calle Parera, a apenas dos cuadras de la autovía Juan Pablo II. 

Beltza (se pronuncia /belcha/, por las dudas) lleva casi cuatro años rodando, y de su food truck destaca el sándwich de cerdo braseado: solo imaginarlo nos dibuja una sonrisa en la cara. El equipo está en la misma situación que el pizzero, pero en el barrio Pedro Pico, en Thompson al 900. La imposibilidad de circular hizo que debieran quedarse quietitos en un domicilio particular.

Gastronómicamente ambos sitios son, literalmente, el medio de la mismísima nada. Dicho con respeto y mucho amor a sus vecinos, por supuesto: no son ubicaciones cercanas —ni mucho menos— a los circuitos de comida que el público local está acostumbrado. Pero parece que, quizás por eso, está ocurriendo la magia. 

Bizzo no da abasto. En la visita al trailer un miércoles cualquiera a las 20.30, la cocina nos advirtió que ya estaban tomando pedidos que estarían listos a partir de las 22. Un mise en place prolijo y bien nutrido anticipaba que la noche sería movida, a un ritmo incesante de bollo-relleno-horno-pizza. Los vecinos acompañan, prestan sus veredas y acercan regalos, en agradecimiento a la onda que el trailer le pone al barrio. Las guirnaldas de luces tenues, las mesas de madera y una noche cálida de primavera, completan la escena para quien quiera cenar ahí o buscar las pizzas y llevarlas a casa.

Beltza se reorganizó para abrir sus ventanas hace pocas semanas y va generando un lindo movimiento en el barrio. En este caso, el delivery y el take away están disponibles de jueves a domingo, a partir de las 19.30. “No sabemos cómo será el verano -cuenta Gastón-, pero por el momento estamos acá, trabajando con un menú reducido pero variado”. Y aunque reconoce que su principal ingreso viene de los eventos, hoy suspendidos, le hacen frente a la crisis buscándole la vuelta al momento. 

La movida de los food truck arrancó en Bahía hace pocos años, con mucho ímpetu. El Aeroclub, la FISA, #DisfrutáBahía y otros espacios de la ciudad han alojado festivales en donde estos carros complementaban el ambiente y brindaban opciones gastronómicas diferentes. Parece que fue hace mil años, la pucha. 

A la espera de lo que vaya a ser la nueva normalidad, los trailers se reinventaron. O, mejor, se reubicaron. Se anclaron, por un tiempo, ilusionados con volver a arrancar. En este mientras tanto, regalan la curiosidad de encontrarlos en puntos extraños, poco frecuentes. Es, sin dudas, una ocasión para ver si, acaso, nace un paradigma más barrial, de food truck de cercanía, de trailers que dan una movida diferente e hiperlocal a los distintos sectores de la ciudad. Como siempre, el rol del cliente será clave para acompañar y sostener estos espacios.

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“Nacemos de la mano de El Mundo de la Parrilla, que ha sido el negocio familiar de toda nuestra vida”, cuenta Agustín Amorosi quien, junto con Antonela Siracusa son los que crearon La Casa de Atrás. “A partir de estar hace tantos años en este ambiente, conocemos a muchos cocineros y también tenemos mucho contacto con bodegas que se suman a la propuesta”, agrega. Sus orígenes profesionales nada tienen que ver con la cocina: él ingeniero industrial y ella economista, fueron acercándose al mundo gastronómico por frecuentar los pasillos de la tradicional parrilla local, y por el propio gusto por comer y beber bien.

El plan original para este espacio era hacer oficinas para alquilar. Ese proyecto no parecía tener buen destino como negocio, por lo que La Casa fue convirtiéndose en una especie de anexo de El Mundo… “lo fuimos armando despacito, decorándolo, poniéndolo lindo”, recuerda Anto. “La primera idea fue ofrecer algo de pasta, que venga un chef un par de veces por mes y que armemos algo en torno a eso”, cuenta. La idea siguió evolucionando hasta llegar al concepto que tiene hoy: “buscamos generar un espacio en donde puedas venir 100% a disfrutar”, destaca Anto. “Las cenas por paso, para el comensal, tienen la ventaja de que no tenés que decidir nada. La propuesta ya está hecha y solamente tenés que venir a disfrutarlo”, suma. 

“Nos dimos cuenta de que en Bahía y la zona hay un montón de chef que son cracks, que hacen cosas muy buenas”, dice Agustín, “y eso nos impulsó”. Por el lado de los chef que ya han cocinado en La Casa, Agustín destaca que “les gusta porque pueden probar cosas distintas”. Algunos porque no tienen un restaurante, como Julián Álvarez (Pan de Garage), que realizó un evento exclusivamente sin TACC; otros porque desde este espacio pueden llegar a nuevos públicos, como Elcira Colombo (El Rancho), que tiene su restaurante en Argerich, o simplemente porque aún teniendo restaurante en Bahía, en este tipo de eventos se pueden probar cosas nuevas, para una cantidad de cubiertos acotada, que quizás son difíciles de incorporar en una carta cotidiana: “Julio (Allo, de la Taberna Baska) hizo una vez acá en el patio un show con ostras que fue espectacular”, dice Anto.. 

“Por el lado de los vinos, la propuesta que hay en El Mundo de la Parrilla no la tiene nadie más en Bahía”, asegura Agustín. Anto suma: “entonces, aprovechando ese vínculo de la parrilla con las bodegas, también pudimos sumar, a la propuesta de la casa, que cada cena esté acompañada por una buena propuesta de vinos”. 

Como sello de un emprendimiento familiar, la prueba piloto de La Casa de Atrás estuvo a cargo de Julio César Amorosi, el papá de Agustín y dueño de El Mundo de la Parrilla, y de Silvio Siracusa, el padre de Anto que se encargó de cocinar. “Fue muy familiar, muy chiquito, para ver cómo rebotaba”, recuerda Agustín. A partir de ahí, la historia es la que se puede recrear en las redes sociales de La Casa de Atrás: cada pocas semanas se anuncia un evento que, en apenas horas, se llena de comensales deseosos de vivir una nueva experiencia inolvidable. “Estamos mucho en los detalles, nos gusta que la gente se sienta bien recibida, cuidada”, mencionan, enfatizando el concepto de casa.

“Cada evento lo vamos armando junto con los chef, partiendo de la propuesta creativa de platos que nos hacen”, dice Agustín. En la misma línea, comenta que en ese trabajo en conjunto se aseguran que la carta vaya con la propuesta de La Casa de Atrás, con el paladar bahiense y también, obviamente, que esté dentro de los costos razonables. “Estamos teniendo una respuesta espectacular de la gente, el desafío es sostenerlo durante muchos años, como es la experiencia de El Mundo…”, dice. 

Ya hemos mencionado a algunos de los chef que protagonizaron las cenas en La Casa de Atrás. A esa lista podemos sumar nombres tales como Laura Labeyrie, Nuria Daher (Nunnie), Raulo Romagnolo y Osvaldo Carbajo (Biguá) y Seba Sureda (Liberté), entre otros. 

Además, recientemente hubo una suerte de edición doble de lujo, a cargo de Nitu Digilio, uno de los chef bahienses más influyentes de la actualidad. Nitu se formó en El Bulli (el imprescindible restaurante de Ferran Adriá que fue una bisagra gastronómica en el comienzo de este siglo), fue jefe de cocina de Café San Juan y ahora está a cargo de Peperina, en Traslasierra, Córdoba. El chef tres estrellas Michelin deslumbró a los comensales con dos noches que quedarán en el recuerdo de La Casa de Atrás.

La charla con Anto y Agus es amable y fluida, porque en el diálogo reflejan con sencillez el amor que tienen por este emprendimiento. Se nota que han creado un ambiente que quieren mucho, que los inspira y los mueve. De eso va, en definitiva, el mundo de la gastronomía. “Lo que más disfrutamos de La Casa de Atrás es generar un espacio de disfrute y placer en el que podamos plasmar nuestra pasión por la gastronomía y, especialmente, resaltar la calidad de los chef que tenemos en Bahía”, concluye Agustín.

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