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Locales y emprendedores

Pato Amantini, Amasando la pasta del barrio

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Pato Amantini

Amasando la pasta del barrio

elpancito.ar viajó a Pehuen-Có para conversar con Pato Amantini, creador y propietario del foodtruck “Pasta del Quartiere”.

Tiempo de lectura: 8 minutos

 

Nuestra propuesta es “la pasta del barrio” porque es un concepto cálido y familiar, que va a las raíces de millones de argentinos que compartimos la herencia italiana, dice Pato. Nos encontramos con él en el paseo gastronómico Normandía, en la esquina de Brown (la arteria más céntrica de Pehuen Có) y Huaglen. A las cinco de la tarde del feriado el lugar ya comenzaba a moverse, preparándose para recibir a los comensales. Pato, que coordinaba tareas para la noche, se sentó un rato para conversar con nosotros sobre Pasta del Quartiere

Oriundo de Punta Alta, vivió más de 17 años en Buenos Aires en donde se formó en gastronomía. Con el tiempo, atraído por sabores familiares y esa herencia italiana, se fue especializando en la comida de aquel país. El recorrido profesional en la capital lo llevó hasta la cocina de Donato de Santis. Con el propietario de Cucina Paradiso, Pizza Paradiso y jurado de Masterchef no solo trabajó y trabaja, sino que además fue a quien le prometió que Pasta del Quartiere sería, un día, una realidad.

Había comenzado la feria Masticar, que organiza ACELGA, de la cual Donato es parte. Yo trabajaba con él y a la feria llevábamos sándwiches de cerdo y meatballs. Obviamente, la gente le pedía pasta. Yo lo gastaba y le decía: “mirá que me voy a ir a mi pueblo y voy a poner yo un foodtruck de pasta”. Dicho y hecho. Hace dos años volvió a su Punta Alta natal con su familia e inauguró la propuesta que hoy alterna entre esa localidad y la temporada veraniega en la playa. 

 

La propuesta de Pasta del Quartiere

Pato y su equipo ofrecen, en el cotidiano, cuatro pastas diferentes: creste, radiatore, fettucine y casarecce. Claro, como seguramente muchas de esas formas de pasta al lector le sean extrañas, los platos están expuestos para que cada quien pueda elegir con libertad. Cada forma, cada pliegue, cada rayita, le da un nombre diferente a la pasta —dice Pato— cada una originaria de distintos puntos de Italia. Más tarde contará que allá los pueblos celan mucho esos nombres, buscando lograr sellos de denominación de origen, un reconocimiento muy preciado en la gastronomía. 

De estas opciones la que más sale en Pasta del Quartiere es el casarecce a la pugliese, que es una salsa proveniente de la Puglia, la región que ocupa el taco de la bota italiana. Es interesante su historia, así como la de muchas salsas y formas de pasta, porque esta, por ejemplo, toma ingredientes cosechados y criados en esa región. Así, la salsa pugliese tiene cerdo (en su variante más irresistible: panceta crocante), brócoli, tomate, aceite de oliva y láminas de ajo. Quien lo quiera más picante, puede agregarle peperoncino a gusto. 

Sea el casarecce o cualquiera de los otros platos, la opción elegida se ofrece en un generoso pote y se acompaña de una focaccia casera que combina a la perfección y sirve, como elpancito.ar explicó, para el momento de fare la scarpetta. De postre el camión ofrece dos clásicos italianos: tiramisú y cannoli siciliano. 

En Normandía la propuesta del Pato se complementa con otras iniciativas, que ofrecen minutas, tragos y licuados, además del truck de Barone, en el que se puede elegir entre múltiples cervezas artesanales. Ese escenario, cálidamente ambientado, con mesas y guirnaldas de luces para la nochecita de Pehuen Có, forman un plan ideal para disfrutar en vacaciones o en la escapada del fin de semana. 

 

Aprender y proyectar

Como a todos, la pandemia le alteró los planes a Pasta del Quartiere. Cuando el COVID-19 irrumpió, el foodtruck llevaba un año rodando por la zona, en distintas ferias y eventos. Ahora debía quedarse estacionado en Punta Alta, en donde la situación epidemiológica estuvo más tranquila que en Bahía y entonces pudo reencender sus hornallas hacia mediados de año. 

Pero además, comenzaron a ofrecer las pastas y las salsas para cocinar en casa. Una vez por semana, incluso, realizaban delivery en Bahía: aquí, muchos que ya habían conocido la propuesta acompañaron, y muchos más se animaron por primera vez a probar los productos. Es lindo ver que el que probó o el que nos visitó en algún momento, vuelve. Es señal de que algo estamos haciendo bien

De todo el aprendizaje de estos dos años, sumado a la experiencia previa de Pato y la iniciativa emprendedora inalterable, en 2021 verá la luz una nueva propuesta, que es un local de pastas frescas en Bahía, en Yrigoyen al 500. La fecha de inauguración todavía es tentativa, pero será, por supuesto, luego de la temporada estival. Queremos ofrecer las pastas que todos conocen, bien ricas, pero también queremos preparar otras opciones, más novedosas y desconocidas, que son verdaderas piezas de relojería suiza hechas pasta, adelanta Pato. Menciona, en plan de ilusionar, al cappelacchi y al casoncelli, como muestras de lo que vendrá en esta nueva propuesta que traerá algo más del infinito universo de la pasta italiana. 

Siempre es un misterio cómo reaccionarán los clientes. Con el camión también: no sabíamos si iba a gustar una pasta hecha con sémola de trigo candeal, y la gente la recibió súper bien. En su doble rol de cocinero y docente, Pato cuenta que en sus clases en el Instituto Pedro Goyena nota cada vez más interés en la cocina. Hay muchas personas que quieren aprender de cocina más allá de la carrera, solo por el interés de saber: eso está buenísimo, porque genera conversaciones súper interesantes, entretenidas y profundas

En plan de soñar, siempre nos gusta preguntar cómo imaginan, los protagonistas de la escena gastronómica local, el futuro del sector. A mí me encantaría que los que estamos en el rubro nos uniéramos más, dice Pato. Narra, para ilustrar, su experiencia en Masticar —y todo lo bueno que ese espacio generó—, y una expresión de Donato, cuando el Pato, preocupado, le contaba que se estaba por instalar algún restaurante cerca del suyo: ¡mejor, Pato! —le decía—, así de a poco se va armando acá un polo gastronómico y nos beneficiamos todos. Ese espíritu, emprendedor y colaborativo, es el que el creador de Pasta del Quartiere quiere imprimir en quienes hacen a la movida culinaria de la zona. 

Pasta del Quartiere atiende, durante el verano, de 6 de la tarde a 2 de la mañana en Brown y Huaglen. Estarán allí hasta fines de febrero, si es que estamos en tiempos de poder prever con tanta anticipación. Luego seguirán rodando con el foodtruck por Punta Alta y los eventos que se vayan habilitando en la zona, mientras concretan el local bahiense de pasta fresca. Seguirá, el Pato, contento de poder trabajar de lo que amo, poniendo todos los días, literalmente, las manos en la masa.

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Emprendedores

Chinchuleando

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Tiempo de lectura: 7 minutos.

Si había un lugar en el planeta Tierra en donde podría haber surgido un verbo vinculado con lo más íntimo de la cultura parrillera, sin lugar a dudas ese lugar es Argentina. Chinchuleando. Las revistas de crucigramas no lo han incorporado aún, pero si lo hicieran propondrían en su definición algo así como “acción y efecto de chinchulear”, lo cual nos lleva al verbo original que da nombre al gerundio. “Chinchulear”, obvio, tampoco está en las enciclopedias, aunque podría abrirse la discusión sobre si debería. La hoy omnipresente inteligencia artificial viene a ayudarnos en este embrollo y nos dice que Chinchuleando, como neologismo evidentemente argentino, podría interpretarse como el acto de cocinar, comer y/o disfrutar unos buenos chinchulines, o una parrillada en general. Ahí va. Simple y claro. 

Charlamos con Martín Arroyuelo sobre Chinchuleando y la conclusión a la que arribamos es que la interpretación que hace la IA resume perfectamente el espíritu de esta iniciativa. “Quiero que la gente disfrute del producto, que es muy simple y muy complejo a la vez”, dice. Por eso en su puesto no hay salsas locas ni estéticas del exceso. Al contrario: carne y pan; salsa criolla y chimi para acompañar, y listo. A disfrutar de la calidad de las materias primas y de la paciencia de la cocción. 

“En las ferias somos los primeros en llegar; al menos cuatro horas antes de que abramos”. La paciencia de la parrilla se hace presente evento tras evento, para llegar a una carne tierna y sabrosa, hecha al rescoldo de un fuego suave y persistente. “Los secretos en la parrilla son pocos pero importantes —cuenta y suma—: buena temperatura sin arrebatar, no quedarte sin brasas y dedicarle tiempo”. “Cuando tenía 14 años el papá de un amigo me enseñó a empezar las cocciones de piezas grandes armando una corona de brasas debajo, para asegurarle que el calor entra por los costados y va llegando al centro” (la imagen de la corona es clara: debemos armar un círculo de brasas que coincida con el perímetro de la pieza que se quiera asar). Retomará, luego, esa misma recomendación como un tip para aquel novel parrillero que esté leyendo esta nota. “Y si no se anima, que empiece con asado banderita, que no falla”, dice.

Chinchuleando nace cerca de la pandemia, como una iniciativa en la que Martín reúne casi indisolublemente la comunicación con la cocina. Habla de su marca como un puesto y como un medio de comunicación, sin distinciones. En el puesto se prueba, en sus redes se anhela y se aprende. “Es desafiante comunicar asado, en un país en donde todos nos consideramos asadores”, dice, a la vez que cuenta que le gusta dialogar con la gente a partir de los comentarios que le van dejando y los debates que se generan en torno a técnicas, puntos de cocción y todo lo que los argentinos consideremos discutible en el mundo parrillero.

La primera experiencia pública fue en Monte Hermoso, en el primer Monte Sabores que reunió a gastronómicos locales, regionales y nacionales en la playa con el atardecer más lindo. Luego se sumó a las ferias de El Galpón y a partir de ahí no paró más. Hoy sigue participando de las ferias cada vez que tiene oportunidad, además de realizar eventos privados. La vida del emprendedor gastronómico —ya lo sabemos en esta redacción— exige tiempo y esfuerzo, combinado con trabajos estables que hacen que la aventura de la cocina sea posible. Esa historia, una vez más, la descubrimos en el relato de Martín. 

El nombre de la iniciativa se debe pura y llanamente a un gusto personal “me gusta mucho el chinchulín, comerlo y hacerlo”, dice Martín, aunque reconoce que no es tan fácil ofrecerlo masivamente en eventos por el lugar que ocupa en las parrillas. Para este corte, más argentino que… bueno, que el chinchulín, Martín sugiere cortarlo desde crudo en orejitas así se cocinan mejor y darle un buen golpe de calor hacia el final para que gane la crocancia buscada. Además, en ese momento, será clave que cada pieza reciba un buen baño de limón. 

Para quien se acerque a Chinculeando por primera vez, Martín es claro con su recomendación: “lo que más sale es el vacío”. Imperdible, damos fe. Con carne de primerísima calidad y pan minuciosamente elegido, el vaciopan es de prueba obligatoria. “Alguno me ha dicho que fue el mejor vacío que probó en su vida”, reconoce.

No escatimó en tips, Martín. Los sintetizamos acá, para provecho del lector: “si los chori hacen ruido, es que los estás haciendo muy rápido y pueden explotar; no dejes los chinchu macerando en limón porque quedan babosos; si la parrilla es baja y no la podés regular, hacé la corona; al chinchu le podés dar las vueltas que quieras hasta que esté en el punto que te gusta; al asado banderita lo ponés en la parrilla, una vez que salen los jugos para arriba, lo das vuelta y lo dejás un rato más”… y así podría seguir durante un largo rato. Pasión con experiencia, es lo que Martín demuestra a la hora de desplegar su oficio de asador. 

“Yo cocino para todos, pero sobre todo pienso en el que capaz no puede disfrutar de hacerse su propio asado en su casa, porque no sabe o porque no tiene el lugar”, dice Martín. Ese motivo, sin dudas, mueve e inspira los esfuerzos cotidianos. Es que, en definitiva, “laburás para que la gente disfrute de algo que a todos nos gusta disfrutar: la comida”.

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Locales y emprendedores

La fonda de la Abuela

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Tiempo de lectura: 4 minutos

Son las 10 de la mañana de un día de marzo del 2012 Impera la sensación fría de tener que ir al colegio mientras los pájaros cantan, pero hay algo más importante: es martes. Y los martes, se come en lo de la abuela. 

La comida casera, las recetas desconocidas y las ganas de nunca tener que levantarte son cosas que se pierden y no se pueden recuperar, o eso creía yo hasta que un día del 2024 llegué hasta la puerta de Yrigoyen 423 y el solo hecho de abrir la puerta me devolvió a ese instante. Al entrar vi un cartel con su nombre y creo que le queda perfecto “La Fonda de la Abuela”.

Nicolas Martinez es el encargado de llevar a cabo este proyecto y si bien nos cuenta que al principio no estaba muy convencido, su entorno le dio el valor suficiente para hacerlo. “Es la comida que hacía mi abuela”, era lo que todos sus conocidos le mencionaban al escuchar la idea y de esa manera también le dieron nombre al restaurante. La Fonda de la Abuela abrió un 18 de octubre, el ambiente es cálido y pintoresco, cuenta con cuadros que te invitan a observarlos, las luces tenues y un sonido de ambiente acompañan la comida para que el viaje sea de puro disfrute.

Si bien el restaurante no tiene mucho tiempo de vida, desde que llegó no para de innovar, con degustaciones de vino, agregando guisos a su carta o teniendo la opción de poder llevar tu propio vino para disfrutar con la comida. La fonda te ofrece la posibilidad de salir a comer de manera abundante y económica. “Todos los días ofrecemos un menú distinto  a bajo precio para que la gente pueda salir a comer”, agrega Nicolas a su relato.

Si algo destaca en cualquier abuela es una milanesa, y de la misma manera en esta fonda la milanesa es el plato estrella, que además de conquistarte va a llenarte de solo mirarla. Es por eso que al momento de abrir, es una de las cosas que no pueden faltar. Nicolás también banca especialmente a alguno de sus ingredientes: “en el mercado capaz tenés mozzarellas más baratas, pero la que tenemos no la cambio por nada”. 

Desde elpancito les recomendamos que prueben la tortilla de papas y, cuando les traigan la panera, dense el gusto de probar la salsa de la casa, que en una mezcla de sabores donde la mostaza acaricia el paladar: cada bocado me acerca un poquito más a  la casa de mi abuela.

Estar en La Fonda de la Abuela es un mimo al alma. Nicolás afirma que el trato es primordial y que por eso su madre lo ayuda en el servicio. “Vos tenes que preguntar y si en algo fallaste, lo tenés que enmendar” dice. Si bien Nicolás no cocina y dice que no le gusta, él desde su lado prueba los platos sin avisar que son para él y así confirmar que a la gente el plato le llega bien. “El cliente es el motor de cualquier negocio” agrega. 

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Historias de cocina

Gambrinus

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Tiempo de lectura: 6 minutos

Sabemos que hay diversos medios de transporte como la bicicleta, el auto, el tren o el avión. Han sido innovadores en su época y la muestra de un gran avance para la sociedad. Debido a estos avances en la movilidad, durante años hemos soñado con la posibilidad de poder teletransportarnos o incluso de viajar en el tiempo. ¿Me creen si les digo que en Bahía podemos vivir esa experiencia, y además disfrutar de buena comida? Pasen y lean, pues tuve la suerte de conocer la teletransportación y el viaje en el tiempo en un mismo lugar: Gambrinus.

El clásico Gambrinus es una especie de portal: al atravesar su puerta comenzará un viaje inmediato al 1900, con una estética muy cuidada, con cafeteras antiguas pero en perfecto estado, una imponente caja registradora y los mozos que toman el pedido sin anotar. No hace falta ser muy observador para darse cuenta de que vas a comer bien: son esos pequeños indicios que ya activan las papilas gustativas con ansias de disfrutar. 

El restaurante abrió un 2 de mayo de 1890 por lo que lleva más de 130 años en la ciudad. Si bien hoy se ubica en la intersección de Anchorena y Arribeños, comenzó en Alsina 68 y su primer dueño fue Juan Holms. Luego pasó al alemán Hermman Rempfer, el cual se lo cedió a su sobrino Willy Hiebaum. En 1955 empezaría la gestión de la familia Ortega. El dueño actual es Javier Ortega que, después de varios años de hacerse cargo del negocio, hoy lo vive de una forma más tranquila, dejando su lugar de encargado para estar más distendido. “Un dato curioso es que somos los primeros clientes de Quilmes”, nos comenta Javier. Incluso, si prestamos atención en una de las paredes del local hay una placa en la que se puede leer la insignia de acompañamiento entre ambas potencias.

Anteriormente mencionamos a los mozos como una distinción del restaurante y es que son esos mozos “de antes”, que no tomaban nota y cuya atención te hace sentir especial. “De muchos, fue el primer y el último trabajo” expresa Javier. La relación, al compartir tantos años juntos, va más allá de lo laboral. Javier nos cuenta sobre sus mozos y su familia, y sobre la cantidad de anécdotas que comparte con ellos. Porque si algo le sobra al Gambrinus, además de sabores, son las anécdotas. “Cacho (Castaña) venía, cantaba Garganta con Arena y las señoras se desmayaban” cuenta Javier en una de sus anécdotas. Además del cantante de tango pasaron figuras como Moria Casán, Facundo Cabral, Soda Stereo y Los Piojos, entre otros.

Les dije que el Gambrinus lograba un viaje en el tiempo, pero también te teletransporta. A simple vista estamos en el 1900 argentino, pero con dar un bocado de alguno de sus platos nos transportamos como por arte de magia a Alemania. 

El restaurante comenzó como un bar de origen Alemán e incluso su nombre hace referencia al héroe de las leyendas europeas relacionadas con la cerveza. Las costumbres y los platos típicos nunca se perdieron: podés comer un par con papas —una porción de papas hervidas y condimentadas, y acompañadas por un par de salchichas tipo alemán—, o un chucrut que junto con una cerveza y una mostaza de la casa logran una especie de baile dentro del paladar, como si fuesen fuegos artificiales explotando en nuestras papilas gustativas. Javier nos admite que el proveedor que no puede faltar es el de las carnes, pero que con toda la materia prima es igual de exigente, para brindar el mejor servicio.

Desde chico Javier empezó a trabajar en el negocio con tareas de bodega y limpieza. Así fue pasando por todos los puestos: “me sirvió para valorar, cuando tuve que administrar el local ya sabía como funcionaba todo”, dice.

Gambrinus es historia, tanto para Bahía como para los bahienses. Y es que escuchamos infinidad de anécdotas sucedidas en ese local y con más de una nos emocionamos. Javier es un baúl lleno de anécdotas lindas, es de esas personas que al hablar ya te tienen atrapado. Así mismo, el Gambrinus es un lugar imperdible, que logra combinar su estética y su comida para poder subirte en un viaje del que da pena bajarse. Desde el momento en que abrís la puerta es obvio, aunque no lo sepas, que vas a pasarla bien. Los mozos, la panera, la comida… son todos aspectos que te van empujando al mismo destino: disfrutar.

Si sos de esas personas que han fantaseado con viajar en el tiempo, que dentro de tu imaginación lograste teletransportarte, que al mirar películas de ciencia ficción quedabas anonadado, te cuento que la solución está en Bahía Blanca, en la esquina de Anchorena y Arribeños. Además, no es ningún secreto, porque el Gambrinus, es parte de la historia bahiense.

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Nosotros

Elpancito.ar es, probablemente, tu espacio favorito para saborear la lectura gastronómica. Es el guiso de cocción lenta y la carne que se corta con cuchara.

Queremos contar historias. Conocer quién está detrás de la burger favorita de la ciudad, o amaneciendo a las 3 am para estirar y enrollar el croissant que unas horas más tarde estará acompañando tu café con leche.

Elpancito.ar tiene caras, claro. Diego, en Bahía Blanca, convocó a Gero. Gero un día emigró y hoy empuja a elpancito desde España, buscando sabores locales en tierras lejanas. Y acá en Bahía se sumó Santi, el Ruso, para explorar también historias y plasmarlas en contenidos audiovisuales. Nacho, cada vez que puede, se suma también a colaborar. Desde acá, cubrimos la zona y si pinta un viaje también sumamos contenidos desde donde estemos, porque en la variedad está el gusto.

Seguimos conociendo historias de apasionados por la cocina. Seguimos tejiendo redes con cocineros que se transforman en amigos. Seguimos pensando, juntos, que la gastronomía siempre tiene mucho más para ofrecernos y sorprendernos.

¡Buen provecho!