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Sale del horno elpancito.ar. Es un blog de gastronomía que busca, sin achicarse, hacer su aporte para que la cocina bahiense avance un casillero en el tablero en el que chefs, restaurantes, emprendedores y clientes están jugando desde hace algunos años.
Queremos orientar y recomendar, claro que sí, pero también conectar: encontrarnos con historias que tengan a la comida local como protagonista. Desde ahí, creemos, podemos construir. Porque lo planteamos como un juego cooperativo, que sume siempre sin ser condescendiente, que se encuentre con quienes cocinan y sirven los alimentos de los bahienses todos los días para generar textos lindos para leer y reflexiones para profundizar sobre los desafíos del sector.
Le decimos elpancito pero su nombre completo es un gesto tan familiar que no necesita descripción: el pancito que limpia el plato. Un movimiento que es un homenaje final a quien cocinó, porque no dejamos ni los restos de salsa.
Dice Google que esta tradición es italiana y de posguerra. Allá se llama fare la scarpetta, lo cual literalmente sería “hacer el zapatito”. Hay versiones diversas sobre el porqué de ese nombre, que el lector fácilmente podrá rastrear. Contamos acá la que más nos gustó: agarrado con los dedos, el pancito forma una especie de zapato que, al pisar el plato, va cargándose de los últimos rastros de salsa. ¿El objetivo? Aprovechar la comida hasta el final.
“Hacer el zapatito” es similar a lo que en Uruguay llaman “sopear”, que también lo usan en México aunque más asociado a remojar algún panificado en café (medialunas, sin dudas, diríamos acá). Y si bien los manuales de modales reprimen con ímpetu esta acción, hay quien dice que es solo una excusa para cubrir la falta de esa cocina modernosa que secó los platos de salsas para dejar solo dos o tres líneas que dibujan algún patrón abstracto. Qué está bien y qué está mal siempre tiene un backstage para deconstruir.
Elpancito.ar nace hoy con pretensiones de compartir la mesa y de aprovechar la comida hasta el final. Parte de Bahía Blanca porque acá estamos. Pero la ciudad nos llevará, sin dudas, a la zona y desde ahí veremos a dónde más. La comida no se queda quieta, traza rutas y genera nodos. Desde acá tenemos todo listo, solo resta disfrutar.