Seguinos

Locales y emprendedores

Antojo de: macarrón

Publicado

el

Hay platos difíciles de encontrar en nuestra ciudad. Si los queremos y tenemos suerte, alguien nos dirá “¡yo sé que en tal lugar lo hacen!”. En esta sección buscaremos platos poco habituales entre los comercios y emprendedores bahienses, para que la próxima vez que los necesites los tengas bien a mano. Empezamos por un clásico francés: el macarrón.

 

Tiempo de lectura: 7 minutos

 

A la vista de un argentino, el macarrón es un alfajor. Pero no: es totalmente diferente (ah, y le podés decir “macaron”, también, con una r más suave, no pasa nada: aquí trajimos la palabra como la sugiere la RAE). Es uno de los platos más tradicionales de Francia, aunque su origen parece ser italiano. De hecho hoy encontramos versiones de ambos países. Una historia cuenta que Catalina de Médici fue clave cuando, desde Florencia (Italia), se mudó a Francia y fue reina consorte de Enrique II. Esa migración de personas, costumbres e ingredientes hicieron aparecer al macarrón como plato privilegiado en banquetes reales de la época. Otra versión de la historia dirá que no, que en realidad fue un pastelero del País Vasco francés quien obsequió al rey Luis XIV esta galleta, en ocasión de su boda. Y así, cada región francesa tiene su relato.

 

En cualquier caso, la historia sigue y llega hasta bien entrado el 1800, desde cuando empezamos a tener registros más certeros. En esa época el macarrón se hizo popular en los barrios parisinos, especialmente en salones de té del Barrio Latino, una de las zonas más turísticas de la ville lumiére y del mundo.

 

¿Y en Bahía? ¿Hay macarons en la ville blanche? ¿A dónde vamos si queremos consumir esta galleta de dos tapas —hecha con claras de huevo, azúcar y harina de almendras—, rellenos variados (ganache de chocolate, curd de limón y cientos de cremas diversas), colores infinitos y mucha —mucha— técnica? El polvo de almendras y la técnica explican, en gran medida, los precios que manejan.

 

Elpancito.ar recopila aquí cuatro puntos de la ciudad, para que puedas probarlos en el que te quede más a mano, luego en el otro, y en el otro, y en el otro. Las variantes de macarons es inmensa y cada lugar le da su toque personal: ¡vale la pena probarlos a todos!  

 

Si estás por el centro, podés ir a la galería del castillo de Mitre e Yrigoyen, al café Sucrerie. En la época navideña llenan su exhibidor de macarons y los ofrecen, para llevar, en cajas de media y de una docena, a un valor de $70 por unidad. Pero, por supuesto, podés disfrutarlos ahí mismo, con una rica taza de té o alguno de los buenos cafés que se ofrecen en el lugar. Fuera de la época de fiestas, los podés encargar y te los preparan de un día para el otro. Tienen rellenos de ganache, toffee y distintas variedades de frutas.

 

Alejándonos apenas del centro, en Pedro Pico 30 encontramos “Donato, dolce y salato”. Un emprendimiento de comidas que, entre muchos otros productos, ofrece —obviamente, porque de eso se trata esta nota— macarons. Los pasás a buscar o los pedís por la aplicación de delivery y te llegan cuatro macarons surtidos por $300. Si querés sabores específicos, podés solicitarlos con anticipación y te los preparan especialmente. Las opciones que ofrecen son: coco y dulce de leche, café, banana y chocolate, mandarina, frutilla, menta, frutos rojos, banana y dulce de leche.

 

Mulata Café & Pastelería se encuentra en una zona donde reinan las cervecerías. Quizás por eso y por su calidad, destaca. En Avenida Alem 514 ofrecen macarons junto a una amplia carta ideal para la hora del té, aunque atienden desde las 9 de la mañana y por lo tanto sirven desayuno, almuerzo y merienda. A Mulata podés ir o pedir que te lleven lo que quieras a tu casa u oficina. El valor unitario del macarrón es de $140 y ofrecen un Box Macarons con 5 unidades surtidas, por $600. Son más grandes que los que conseguís en el castillo del centro, por eso su valor es proporcional también. Los sabores, en este caso, pueden ser de, maracuyá, frutilla, mandarina, pistacho o chocolate.

 

En la esquina de Mitre y Paraguay también podés encontrar macarons. Allí te espera Yael Hecker y su equipo de La Pastelería, con una gran variedad y detalles distintivos. A elpancito.ar estos fueron los que más le gustaron, sin desmerecer en absoluto los anteriores. Las opciones que ofrece, en un amplio abanico desde los más clásicos hasta variables súper originales, tienen además un corazón-sorpresa que hace la experiencia más interesante aún. Así, por ejemplo, el de nutella tiene una avellana en el centro y el de crema de maracuyá tiene jugo de esa fruta en su interior: una microexplosión ácida que va muy bien con el resto del dulzor. 

 

¡Los macarons son una bomba para los sentidos!, afirma Yael, que comenzó con esta pastelería en el año 2018, luego de un recorrido emprendedor en el que realizaba tortas y petit fours en su casa. Desde entonces, soñaba con que mi pastelería tuviera una vitrina llena de los coloridos macarons. Si hoy los encontramos en un puñado de lugares, hace dos años era más difícil aún. Yael afirma, de hecho, que eran imposibles de conseguir en ese entonces. No solo son el producto estrella de nuestro local, sino que han viajado a toda la zona e inclusive han llegado a Ushuaia

 

En La Pastelería también el valor es de $140 por unidad y ofrecen diseños originales para ocasiones especiales, tal como da cuenta su catálogo online: busco que el bahiense amplíe el paladar y que se sorprenda no solo por la novedad sino que resalte el buen gusto en la decoración, la armonía de sabores y la calidad de la materia prima utilizada, dice Yael. El consumo puede ser en el local y, por supuesto, se puede pedir para llevar a casa.

 

Encontrar un comercio que cocine macarrón es una buena señal. Es un producto, como dijimos, que exige bastante técnica y paciencia: un merengue al que hay que integrarle harina de almendras para luego formar las tapas, esperar que sequen y lograr que, por efecto de la temperatura y del aire de las claras, los macarons crezcan, generen la costra crocante, el interior húmedo y suave que los caracteriza y el pie, ese borde de la base, tan distintivo. Luego resta preparar un buen relleno, creativo, rico y cremoso, para generar una experiencia completa.

 

Este blog celebra que Bahía se anime a productos novedosos para nuestro paladar. La serie “Antojo de…” continuará explorando opciones en esta línea, realizadas por emprendedores y por comercios locales. Si querés que investiguemos sobre algún plato o querés develar el lugar secreto donde encontrar algún otro, ¡esperamos tus comentarios!

 

Seguir leyendo
Publicidad Invitame un café en cafecito.app
Clic para comentar

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Emprendedores

Chinchuleando

Publicado

el

Tiempo de lectura: 7 minutos.

Si había un lugar en el planeta Tierra en donde podría haber surgido un verbo vinculado con lo más íntimo de la cultura parrillera, sin lugar a dudas ese lugar es Argentina. Chinchuleando. Las revistas de crucigramas no lo han incorporado aún, pero si lo hicieran propondrían en su definición algo así como “acción y efecto de chinchulear”, lo cual nos lleva al verbo original que da nombre al gerundio. “Chinchulear”, obvio, tampoco está en las enciclopedias, aunque podría abrirse la discusión sobre si debería. La hoy omnipresente inteligencia artificial viene a ayudarnos en este embrollo y nos dice que Chinchuleando, como neologismo evidentemente argentino, podría interpretarse como el acto de cocinar, comer y/o disfrutar unos buenos chinchulines, o una parrillada en general. Ahí va. Simple y claro. 

Charlamos con Martín Arroyuelo sobre Chinchuleando y la conclusión a la que arribamos es que la interpretación que hace la IA resume perfectamente el espíritu de esta iniciativa. “Quiero que la gente disfrute del producto, que es muy simple y muy complejo a la vez”, dice. Por eso en su puesto no hay salsas locas ni estéticas del exceso. Al contrario: carne y pan; salsa criolla y chimi para acompañar, y listo. A disfrutar de la calidad de las materias primas y de la paciencia de la cocción. 

“En las ferias somos los primeros en llegar; al menos cuatro horas antes de que abramos”. La paciencia de la parrilla se hace presente evento tras evento, para llegar a una carne tierna y sabrosa, hecha al rescoldo de un fuego suave y persistente. “Los secretos en la parrilla son pocos pero importantes —cuenta y suma—: buena temperatura sin arrebatar, no quedarte sin brasas y dedicarle tiempo”. “Cuando tenía 14 años el papá de un amigo me enseñó a empezar las cocciones de piezas grandes armando una corona de brasas debajo, para asegurarle que el calor entra por los costados y va llegando al centro” (la imagen de la corona es clara: debemos armar un círculo de brasas que coincida con el perímetro de la pieza que se quiera asar). Retomará, luego, esa misma recomendación como un tip para aquel novel parrillero que esté leyendo esta nota. “Y si no se anima, que empiece con asado banderita, que no falla”, dice.

Chinchuleando nace cerca de la pandemia, como una iniciativa en la que Martín reúne casi indisolublemente la comunicación con la cocina. Habla de su marca como un puesto y como un medio de comunicación, sin distinciones. En el puesto se prueba, en sus redes se anhela y se aprende. “Es desafiante comunicar asado, en un país en donde todos nos consideramos asadores”, dice, a la vez que cuenta que le gusta dialogar con la gente a partir de los comentarios que le van dejando y los debates que se generan en torno a técnicas, puntos de cocción y todo lo que los argentinos consideremos discutible en el mundo parrillero.

La primera experiencia pública fue en Monte Hermoso, en el primer Monte Sabores que reunió a gastronómicos locales, regionales y nacionales en la playa con el atardecer más lindo. Luego se sumó a las ferias de El Galpón y a partir de ahí no paró más. Hoy sigue participando de las ferias cada vez que tiene oportunidad, además de realizar eventos privados. La vida del emprendedor gastronómico —ya lo sabemos en esta redacción— exige tiempo y esfuerzo, combinado con trabajos estables que hacen que la aventura de la cocina sea posible. Esa historia, una vez más, la descubrimos en el relato de Martín. 

El nombre de la iniciativa se debe pura y llanamente a un gusto personal “me gusta mucho el chinchulín, comerlo y hacerlo”, dice Martín, aunque reconoce que no es tan fácil ofrecerlo masivamente en eventos por el lugar que ocupa en las parrillas. Para este corte, más argentino que… bueno, que el chinchulín, Martín sugiere cortarlo desde crudo en orejitas así se cocinan mejor y darle un buen golpe de calor hacia el final para que gane la crocancia buscada. Además, en ese momento, será clave que cada pieza reciba un buen baño de limón. 

Para quien se acerque a Chinculeando por primera vez, Martín es claro con su recomendación: “lo que más sale es el vacío”. Imperdible, damos fe. Con carne de primerísima calidad y pan minuciosamente elegido, el vaciopan es de prueba obligatoria. “Alguno me ha dicho que fue el mejor vacío que probó en su vida”, reconoce.

No escatimó en tips, Martín. Los sintetizamos acá, para provecho del lector: “si los chori hacen ruido, es que los estás haciendo muy rápido y pueden explotar; no dejes los chinchu macerando en limón porque quedan babosos; si la parrilla es baja y no la podés regular, hacé la corona; al chinchu le podés dar las vueltas que quieras hasta que esté en el punto que te gusta; al asado banderita lo ponés en la parrilla, una vez que salen los jugos para arriba, lo das vuelta y lo dejás un rato más”… y así podría seguir durante un largo rato. Pasión con experiencia, es lo que Martín demuestra a la hora de desplegar su oficio de asador. 

“Yo cocino para todos, pero sobre todo pienso en el que capaz no puede disfrutar de hacerse su propio asado en su casa, porque no sabe o porque no tiene el lugar”, dice Martín. Ese motivo, sin dudas, mueve e inspira los esfuerzos cotidianos. Es que, en definitiva, “laburás para que la gente disfrute de algo que a todos nos gusta disfrutar: la comida”.

Seguir leyendo

Locales y emprendedores

La fonda de la Abuela

Publicado

el

Tiempo de lectura: 4 minutos

Son las 10 de la mañana de un día de marzo del 2012 Impera la sensación fría de tener que ir al colegio mientras los pájaros cantan, pero hay algo más importante: es martes. Y los martes, se come en lo de la abuela. 

La comida casera, las recetas desconocidas y las ganas de nunca tener que levantarte son cosas que se pierden y no se pueden recuperar, o eso creía yo hasta que un día del 2024 llegué hasta la puerta de Yrigoyen 423 y el solo hecho de abrir la puerta me devolvió a ese instante. Al entrar vi un cartel con su nombre y creo que le queda perfecto “La Fonda de la Abuela”.

Nicolas Martinez es el encargado de llevar a cabo este proyecto y si bien nos cuenta que al principio no estaba muy convencido, su entorno le dio el valor suficiente para hacerlo. “Es la comida que hacía mi abuela”, era lo que todos sus conocidos le mencionaban al escuchar la idea y de esa manera también le dieron nombre al restaurante. La Fonda de la Abuela abrió un 18 de octubre, el ambiente es cálido y pintoresco, cuenta con cuadros que te invitan a observarlos, las luces tenues y un sonido de ambiente acompañan la comida para que el viaje sea de puro disfrute.

Si bien el restaurante no tiene mucho tiempo de vida, desde que llegó no para de innovar, con degustaciones de vino, agregando guisos a su carta o teniendo la opción de poder llevar tu propio vino para disfrutar con la comida. La fonda te ofrece la posibilidad de salir a comer de manera abundante y económica. “Todos los días ofrecemos un menú distinto  a bajo precio para que la gente pueda salir a comer”, agrega Nicolas a su relato.

Si algo destaca en cualquier abuela es una milanesa, y de la misma manera en esta fonda la milanesa es el plato estrella, que además de conquistarte va a llenarte de solo mirarla. Es por eso que al momento de abrir, es una de las cosas que no pueden faltar. Nicolás también banca especialmente a alguno de sus ingredientes: “en el mercado capaz tenés mozzarellas más baratas, pero la que tenemos no la cambio por nada”. 

Desde elpancito les recomendamos que prueben la tortilla de papas y, cuando les traigan la panera, dense el gusto de probar la salsa de la casa, que en una mezcla de sabores donde la mostaza acaricia el paladar: cada bocado me acerca un poquito más a  la casa de mi abuela.

Estar en La Fonda de la Abuela es un mimo al alma. Nicolás afirma que el trato es primordial y que por eso su madre lo ayuda en el servicio. “Vos tenes que preguntar y si en algo fallaste, lo tenés que enmendar” dice. Si bien Nicolás no cocina y dice que no le gusta, él desde su lado prueba los platos sin avisar que son para él y así confirmar que a la gente el plato le llega bien. “El cliente es el motor de cualquier negocio” agrega. 

Seguir leyendo

Historias de cocina

Gambrinus

Publicado

el

Tiempo de lectura: 6 minutos

Sabemos que hay diversos medios de transporte como la bicicleta, el auto, el tren o el avión. Han sido innovadores en su época y la muestra de un gran avance para la sociedad. Debido a estos avances en la movilidad, durante años hemos soñado con la posibilidad de poder teletransportarnos o incluso de viajar en el tiempo. ¿Me creen si les digo que en Bahía podemos vivir esa experiencia, y además disfrutar de buena comida? Pasen y lean, pues tuve la suerte de conocer la teletransportación y el viaje en el tiempo en un mismo lugar: Gambrinus.

El clásico Gambrinus es una especie de portal: al atravesar su puerta comenzará un viaje inmediato al 1900, con una estética muy cuidada, con cafeteras antiguas pero en perfecto estado, una imponente caja registradora y los mozos que toman el pedido sin anotar. No hace falta ser muy observador para darse cuenta de que vas a comer bien: son esos pequeños indicios que ya activan las papilas gustativas con ansias de disfrutar. 

El restaurante abrió un 2 de mayo de 1890 por lo que lleva más de 130 años en la ciudad. Si bien hoy se ubica en la intersección de Anchorena y Arribeños, comenzó en Alsina 68 y su primer dueño fue Juan Holms. Luego pasó al alemán Hermman Rempfer, el cual se lo cedió a su sobrino Willy Hiebaum. En 1955 empezaría la gestión de la familia Ortega. El dueño actual es Javier Ortega que, después de varios años de hacerse cargo del negocio, hoy lo vive de una forma más tranquila, dejando su lugar de encargado para estar más distendido. “Un dato curioso es que somos los primeros clientes de Quilmes”, nos comenta Javier. Incluso, si prestamos atención en una de las paredes del local hay una placa en la que se puede leer la insignia de acompañamiento entre ambas potencias.

Anteriormente mencionamos a los mozos como una distinción del restaurante y es que son esos mozos “de antes”, que no tomaban nota y cuya atención te hace sentir especial. “De muchos, fue el primer y el último trabajo” expresa Javier. La relación, al compartir tantos años juntos, va más allá de lo laboral. Javier nos cuenta sobre sus mozos y su familia, y sobre la cantidad de anécdotas que comparte con ellos. Porque si algo le sobra al Gambrinus, además de sabores, son las anécdotas. “Cacho (Castaña) venía, cantaba Garganta con Arena y las señoras se desmayaban” cuenta Javier en una de sus anécdotas. Además del cantante de tango pasaron figuras como Moria Casán, Facundo Cabral, Soda Stereo y Los Piojos, entre otros.

Les dije que el Gambrinus lograba un viaje en el tiempo, pero también te teletransporta. A simple vista estamos en el 1900 argentino, pero con dar un bocado de alguno de sus platos nos transportamos como por arte de magia a Alemania. 

El restaurante comenzó como un bar de origen Alemán e incluso su nombre hace referencia al héroe de las leyendas europeas relacionadas con la cerveza. Las costumbres y los platos típicos nunca se perdieron: podés comer un par con papas —una porción de papas hervidas y condimentadas, y acompañadas por un par de salchichas tipo alemán—, o un chucrut que junto con una cerveza y una mostaza de la casa logran una especie de baile dentro del paladar, como si fuesen fuegos artificiales explotando en nuestras papilas gustativas. Javier nos admite que el proveedor que no puede faltar es el de las carnes, pero que con toda la materia prima es igual de exigente, para brindar el mejor servicio.

Desde chico Javier empezó a trabajar en el negocio con tareas de bodega y limpieza. Así fue pasando por todos los puestos: “me sirvió para valorar, cuando tuve que administrar el local ya sabía como funcionaba todo”, dice.

Gambrinus es historia, tanto para Bahía como para los bahienses. Y es que escuchamos infinidad de anécdotas sucedidas en ese local y con más de una nos emocionamos. Javier es un baúl lleno de anécdotas lindas, es de esas personas que al hablar ya te tienen atrapado. Así mismo, el Gambrinus es un lugar imperdible, que logra combinar su estética y su comida para poder subirte en un viaje del que da pena bajarse. Desde el momento en que abrís la puerta es obvio, aunque no lo sepas, que vas a pasarla bien. Los mozos, la panera, la comida… son todos aspectos que te van empujando al mismo destino: disfrutar.

Si sos de esas personas que han fantaseado con viajar en el tiempo, que dentro de tu imaginación lograste teletransportarte, que al mirar películas de ciencia ficción quedabas anonadado, te cuento que la solución está en Bahía Blanca, en la esquina de Anchorena y Arribeños. Además, no es ningún secreto, porque el Gambrinus, es parte de la historia bahiense.

Seguir leyendo

Nosotros

Elpancito.ar es, probablemente, tu espacio favorito para saborear la lectura gastronómica. Es el guiso de cocción lenta y la carne que se corta con cuchara.

Queremos contar historias. Conocer quién está detrás de la burger favorita de la ciudad, o amaneciendo a las 3 am para estirar y enrollar el croissant que unas horas más tarde estará acompañando tu café con leche.

Elpancito.ar tiene caras, claro. Diego, en Bahía Blanca, convocó a Gero. Gero un día emigró y hoy empuja a elpancito desde España, buscando sabores locales en tierras lejanas. Y acá en Bahía se sumó Santi, el Ruso, para explorar también historias y plasmarlas en contenidos audiovisuales. Nacho, cada vez que puede, se suma también a colaborar. Desde acá, cubrimos la zona y si pinta un viaje también sumamos contenidos desde donde estemos, porque en la variedad está el gusto.

Seguimos conociendo historias de apasionados por la cocina. Seguimos tejiendo redes con cocineros que se transforman en amigos. Seguimos pensando, juntos, que la gastronomía siempre tiene mucho más para ofrecernos y sorprendernos.

¡Buen provecho!