Antojo de: macarrón

Por Diego García.
Publicación: diciembre 24, 2020.

Hay platos difíciles de encontrar en nuestra ciudad. Si los queremos y tenemos suerte, alguien nos dirá “¡yo sé que en tal lugar lo hacen!”. En esta sección buscaremos platos poco habituales entre los comercios y emprendedores bahienses, para que la próxima vez que los necesites los tengas bien a mano. Empezamos por un clásico francés: el macarrón.

 

Tiempo de lectura: 7 minutos

 

A la vista de un argentino, el macarrón es un alfajor. Pero no: es totalmente diferente (ah, y le podés decir “macaron”, también, con una r más suave, no pasa nada: aquí trajimos la palabra como la sugiere la RAE). Es uno de los platos más tradicionales de Francia, aunque su origen parece ser italiano. De hecho hoy encontramos versiones de ambos países. Una historia cuenta que Catalina de Médici fue clave cuando, desde Florencia (Italia), se mudó a Francia y fue reina consorte de Enrique II. Esa migración de personas, costumbres e ingredientes hicieron aparecer al macarrón como plato privilegiado en banquetes reales de la época. Otra versión de la historia dirá que no, que en realidad fue un pastelero del País Vasco francés quien obsequió al rey Luis XIV esta galleta, en ocasión de su boda. Y así, cada región francesa tiene su relato.

 

En cualquier caso, la historia sigue y llega hasta bien entrado el 1800, desde cuando empezamos a tener registros más certeros. En esa época el macarrón se hizo popular en los barrios parisinos, especialmente en salones de té del Barrio Latino, una de las zonas más turísticas de la ville lumiére y del mundo.

 

¿Y en Bahía? ¿Hay macarons en la ville blanche? ¿A dónde vamos si queremos consumir esta galleta de dos tapas —hecha con claras de huevo, azúcar y harina de almendras—, rellenos variados (ganache de chocolate, curd de limón y cientos de cremas diversas), colores infinitos y mucha —mucha— técnica? El polvo de almendras y la técnica explican, en gran medida, los precios que manejan.

 

Elpancito.ar recopila aquí cuatro puntos de la ciudad, para que puedas probarlos en el que te quede más a mano, luego en el otro, y en el otro, y en el otro. Las variantes de macarons es inmensa y cada lugar le da su toque personal: ¡vale la pena probarlos a todos!  

 

Si estás por el centro, podés ir a la galería del castillo de Mitre e Yrigoyen, al café Sucrerie. En la época navideña llenan su exhibidor de macarons y los ofrecen, para llevar, en cajas de media y de una docena, a un valor de $70 por unidad. Pero, por supuesto, podés disfrutarlos ahí mismo, con una rica taza de té o alguno de los buenos cafés que se ofrecen en el lugar. Fuera de la época de fiestas, los podés encargar y te los preparan de un día para el otro. Tienen rellenos de ganache, toffee y distintas variedades de frutas.

 

Alejándonos apenas del centro, en Pedro Pico 30 encontramos “Donato, dolce y salato”. Un emprendimiento de comidas que, entre muchos otros productos, ofrece —obviamente, porque de eso se trata esta nota— macarons. Los pasás a buscar o los pedís por la aplicación de delivery y te llegan cuatro macarons surtidos por $300. Si querés sabores específicos, podés solicitarlos con anticipación y te los preparan especialmente. Las opciones que ofrecen son: coco y dulce de leche, café, banana y chocolate, mandarina, frutilla, menta, frutos rojos, banana y dulce de leche.

 

Mulata Café & Pastelería se encuentra en una zona donde reinan las cervecerías. Quizás por eso y por su calidad, destaca. En Avenida Alem 514 ofrecen macarons junto a una amplia carta ideal para la hora del té, aunque atienden desde las 9 de la mañana y por lo tanto sirven desayuno, almuerzo y merienda. A Mulata podés ir o pedir que te lleven lo que quieras a tu casa u oficina. El valor unitario del macarrón es de $140 y ofrecen un Box Macarons con 5 unidades surtidas, por $600. Son más grandes que los que conseguís en el castillo del centro, por eso su valor es proporcional también. Los sabores, en este caso, pueden ser de, maracuyá, frutilla, mandarina, pistacho o chocolate.

 

En la esquina de Mitre y Paraguay también podés encontrar macarons. Allí te espera Yael Hecker y su equipo de La Pastelería, con una gran variedad y detalles distintivos. A elpancito.ar estos fueron los que más le gustaron, sin desmerecer en absoluto los anteriores. Las opciones que ofrece, en un amplio abanico desde los más clásicos hasta variables súper originales, tienen además un corazón-sorpresa que hace la experiencia más interesante aún. Así, por ejemplo, el de nutella tiene una avellana en el centro y el de crema de maracuyá tiene jugo de esa fruta en su interior: una microexplosión ácida que va muy bien con el resto del dulzor. 

 

¡Los macarons son una bomba para los sentidos!, afirma Yael, que comenzó con esta pastelería en el año 2018, luego de un recorrido emprendedor en el que realizaba tortas y petit fours en su casa. Desde entonces, soñaba con que mi pastelería tuviera una vitrina llena de los coloridos macarons. Si hoy los encontramos en un puñado de lugares, hace dos años era más difícil aún. Yael afirma, de hecho, que eran imposibles de conseguir en ese entonces. No solo son el producto estrella de nuestro local, sino que han viajado a toda la zona e inclusive han llegado a Ushuaia

 

En La Pastelería también el valor es de $140 por unidad y ofrecen diseños originales para ocasiones especiales, tal como da cuenta su catálogo online: busco que el bahiense amplíe el paladar y que se sorprenda no solo por la novedad sino que resalte el buen gusto en la decoración, la armonía de sabores y la calidad de la materia prima utilizada, dice Yael. El consumo puede ser en el local y, por supuesto, se puede pedir para llevar a casa.

 

Encontrar un comercio que cocine macarrón es una buena señal. Es un producto, como dijimos, que exige bastante técnica y paciencia: un merengue al que hay que integrarle harina de almendras para luego formar las tapas, esperar que sequen y lograr que, por efecto de la temperatura y del aire de las claras, los macarons crezcan, generen la costra crocante, el interior húmedo y suave que los caracteriza y el pie, ese borde de la base, tan distintivo. Luego resta preparar un buen relleno, creativo, rico y cremoso, para generar una experiencia completa.

 

Este blog celebra que Bahía se anime a productos novedosos para nuestro paladar. La serie “Antojo de…” continuará explorando opciones en esta línea, realizadas por emprendedores y por comercios locales. Si querés que investiguemos sobre algún plato o querés develar el lugar secreto donde encontrar algún otro, ¡esperamos tus comentarios!

 

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Tiempo de lectura: 5 minutos

Las mermeladas tienen una magia especial. Probablemente tenga que ver con el tiempo que hay que dedicarles para prepararlas. Es una técnica simple y también son simples los ingredientes. Pero requieren tiempo. Y una vez alguien dijo que cocinar es amar, porque cuando cocinamos brindamos lo más preciado que tenemos: nuestro tiempo. Será por eso, entonces, que las mermeladas son una buena simbolización del amor puesto en la cocina. 

“Le dije a mi abuela Carmela que hiciéramos mermeladas para vender en alguna feria”, cuenta Agostina Grioli, la capitana de esta fábrica de mermeladas. Desde el barrio San Martín ha sabido gestar un espacio en donde se producen productos de calidad, sin perder la calidez y el legado familiar. “La primera feria a la que fuimos fue a la Fiesta del Camarón y el Langostino en 2019”. A partir de ahí, se animaron a salir a ofrecer sus productos en distintas ferias y también por vías virtuales.

“Fue atreverme a salir de mi lugar de comodidad, de la carrera que estaba estudiando y del trabajo que tenía”, reconoce Agostina. “Una vez, en un evento, me crucé con un profesor y justamente me dijo eso: ‘te felicito porque te animaste a salir de tu espacio de confort’. Lo que no imaginé es que tendría tanto impacto; hoy Artesanales Carmela es como un hijo para mí”, cuenta.

El lugar de producción es impecable. Si bien originalmente estaba pensado para un proyecto inmobiliario de su familia, la pandemia nos hizo de todo y, entre esas cosas, movilizó sueños y proyectos por doquier, quizás para darle un nuevo sentido a la vida. El proyecto inmobiliario mutó, entonces, en esta fábrica equipada con tolvas de cocción y envasado, cámaras de frío, máquinas etiquetadoras y todo lo necesario para hacer los productos de la marca. 

La marca, desde lo visual, es un regalo que les hizo Daniel Volpe, el histórico productor teatral de nuestra ciudad. Sabiéndolo, uno ve la marca y entiende la espectacularidad que encierra: “para mí lo que nos hizo fue mucho más que una etiqueta, él condensó la identidad de lo que yo quería representar”, dice Agos.  

Hoy Artesanales Carmela produce unos 450 frascos de mermelada por día. La carta incluye más de quince variedades, en la línea clásica, premium y chocolove que, como sospechará el lector, incluye un toque de chocolate exquisito. Además, están elaborando algunas variedades en su versión con stevia. “La materia prima no se negocia. La fruta es real y el azúcar es orgánico. Nos gusta jugar con la combinación de sabores para lograr variedades originales”, suma Agos. La estrella, reconoce, es la de frutilla y frambuesa. Por su parte, recomienda especialmente la de frutilla con chocolate amargo, “muy aclamada por los clientes” y la de blend de berries. Entre las curiosidades, vale la prueba la versión de tomates cherry con azúcar integral, “ideal para acompañar una picada”, dicen desde su Instagram.  

Hemos visto, en otras notas de elpancito, personalidades como la de Agostina: emprendedora, detallista, responsable, fiel a su sueño. Parece ser el secreto, el patrón que se repite en aquellas personas que logran, pese a las muchas dificultades que puede tener un camino emprendedor, sobreponerse y avanzar. Avanzar, porque siempre hay más en estas mentes: Agostina ya está lanzando su línea de alfajores y quiere probar también elaborar su propio dulce de leche. Tiempo al tiempo, paso a paso. ¿El sueño? Que un frasco de Artesanales Carmela llegue a Italia, la tierra de la abuela en cuyo honor se nombra esta iniciativa. Habiendo conocido a Agos, no nos cabe duda: ese día llegará pronto.

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