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El Dorado es uno de los puntos fuertes de los últimos años en el circuito gastronómico de Bahía Blanca. Nacido como speakeasy bar (ya convertido en bar y restaurante, aún manteniendo el espíritu anterior), presenta la propuesta más interesante en términos de tragos clásicos y de autor: cocktail is not dead declara, como bandera, su persiana tenue en Casanova 552.
Entrar al bar es cambiar de época e ingresar, a la vez, en un ambiente místico. Los muebles, empapelados e iluminación son un viaje a la etapa de la ley seca, que forzó la aparición de los originales bares clandestinos neoyorquinos, en los cuales se inspiró inicialmente esta propuesta.
Los restaurantes han sido uno de los sectores más afectados por la cuarentena impuesta por la pandemia de COVID-19. José Barrutia, socio fundador del bar, narra cómo todo tuvo que adaptarse pivotando sobre un concepto novedoso y disruptivo para este tipo de lugares: el delivery. “A partir de ahí, fueron surgiendo diferentes oportunidades para acercarnos a nuestros clientes con un producto cuidado y manteniendo la calidad con la que veníamos trabajando”, comenta.
El proceso incluyó una selección de los cocktails y platos que podrían viajar bien, para luego adaptarlos a nuevos envases y formas de presentarlos, de manera tal de que lleguen en óptimas condiciones a destino. José destaca que “gracias a nuestro servicio de barra móvil, que veníamos ofreciendo en eventos, teníamos allanado el camino para adaptar la coctelería rápidamente”. Así fue como a los pocos días del lock down pudieron ofrecer esos productos en su nuevo servicio. A la entrega —que al principio estuvo a cargo del mismo equipo— se sumaron instructivos y decoraciones para emular la experiencia del bar en cada casa.
El desafío principal lo presentaron los platos, dado que el bar no tenía experiencia en delivery. La opción fue una propuesta novedosa para la ciudad, que ningún otro restaurante estaba ofreciendo: una línea de curries. Esta alternativa, resistente al viaje, resultó la adecuada para comenzar con este recorrido. Con el tiempo lograron incorporar algunos de sus clásicos (como las hamburguesas del Jueves Burgués), platos elaborados y pizzas (ahora discontinuadas) en variedades con el sello de El Dorado (no de jamón, claro, sino de kale, por ejemplo), hechas con masa aromatizada con curry.
“Hoy por hoy las redes sociales son nuestra principal herramienta para acercarnos a los clientes”, comenta José. El Dorado ya tenía una propuesta estética comunicacional muy cuidada en sus redes. La pandemia, en todo caso, resaltó ese trabajo y potenció la generación de experiencias gastronómicas que conectan al cliente con la cocina y con la barra del bar. Como botón de muestra, modificaron los canales de atención para que, la mayor parte del tiempo, no hubiera respuestas automáticas ni bots, sino personas reales que atendieran los pedidos. Humanizar, claro, es un buen camino para conectar.
La calidad, la atención y el cuidado han sido siempre cualidades de El Dorado. La pandemia, como a todos, los desafió hasta los límites. Aprendieron, se recrearon, seleccionaron y la están transitando aún hoy, felizmente pudiendo abrir sus puertas e invitando a disfrutar de la veredita, con protocolo y aire libre. “La respuesta ha sido mejor de lo que esperábamos”, reconoce José, precavido pero optimista. Todo deja huella, y sin dudas este año también lo hará. En El Dorado, cierra su dueño, “el delivery llegó para quedarse: abre una nueva unidad de negocios para el crecimiento del emprendimiento”.
El slogan resiliente (claro que sí) elegido para este 2020, habla de consolidación y de garra: más dorados que nunca. El otrora speakeasy bahiense ya volvió a recibir a sus clientes dentro del bar. Pero la experiencia, igualmente, seguirá disponible para recrearla en cada mesa de los hogares de la ciudad.