Por Diego García.
Publicación: enero 13, 2021.

La resiliencia del alfajor

Tiempo de lectura: 6 minutos

Hay comercios que están tan ligados a la historia de una familia, que pretender narrarlos por separado es, simplemente, imposible. Sierra de la Ventana. Comenzaba el siglo, luego de uno de los momentos más difíciles de la historia reciente de Argentina. 2003 significó, para Alicia Murga, empezar de 0. El comercio que manejaba en ese momento no rendía, las deudas apremiaban y había una familia que sostener. 

Vendí el fondo de comercio y todo lo que me quedó fue un hornito, una heladera y un palo de amasar. Entonces me puse a hacer alfajores, cuenta, en una síntesis que preambula una historia de renacimiento. Hoy produce 120 docenas diarias de alfajores estilo marplatense, con una receta propia, registrada, que logró luego de muchas pruebas, errores y aciertos. 

Mulnquidú nació en 2003, aunque todavía no sabía que se llamaría así. “Alfajores artesanales”, decía, simplemente, el envoltorio. Las primeras ventas fueron a regionales (apócope de “comercios de productos regionales”) y Alicia fue notando, poco a poco, que los clientes los recibían bien, que la venta crecía. Esta etapa, en rigor, tuvo la intención de salvar el comercio que ella gestionaba (la concesión del restaurante del Club de Golf), pero pronto notó que el nuevo emprendimiento tenía potencial de convertirse, en sí mismo, en el negocio principal. 

El nombre llegó como resultado de una investigación en la biblioteca de Saldungaray, una localidad vecina a Sierra de la Ventana. La bibliotecaria me ayudó a buscar un nombre. Queríamos algo que fuera significativo y buscamos ideas en idioma mapuche. Así llega a Mulnquidú, un neologismo que surge de combinar las voces mapudungun correspondientes a “crear” y “propio”: ¡yo estaba creando, con mi receta, algo mío, algo propio!  

El local tiene un estilo rústico. Si el lector pasa por allí, probablemente sea la misma Alicia quien lo atienda. Es que hoy por hoy es el rol que más disfruta, el del contacto con la clientela. Su equipo incluye tres personas más (entre ellas, su hija), quienes se ocupan principalmente de la producción de los alfajores. Mulnquidú también ofrece, de elaboración propia, chocolates, dulce de leche y una torta galesa que nada tiene que envidiar a las mejores versiones que se encuentran en la patagonia.

Los alfajores (las estrellas de la historia) se ofrecen en nueve variedades: chocolate, dulce de leche, manzana, membrillo y frutilla en la categoría “comunes”, y uvas al rhum, chocolate con nuez, chocolate con frutilla y dulce de leche con café en la categoría “especiales”. Todos son increíblemente ricos. Si hay que elegir favoritos, esta redacción opta por el clásico de chocolate en la primera categoría, y el de dulce de leche con café en el segundo grupo. Pero insistamos: todos valen la prueba. Alicia ofreció apenas atisbos del secreto de la receta (pura yema, por eso son tan tiernos). El cronista consideró que estaba bien conservar el resto del misterio, por lo que no insistió más. 

La pandemia, claro, golpeó fuerte. Sierra de la Ventana es esencialmente una ciudad turística que, como todas, debió cerrar las puertas de comercios y hogares durante la primera ola del coronavirus. Fueron tiempos duros, que además encontró a Mulquidú con una gran producción porque estábamos en vísperas de un fin de semana y muy cerca de Semana Santa, fecha clave para el turismo. Esas más de 500 docenas debieron freezarse y poco a poco las fue donando a la sala médica, comedores y familias, porque se hacía evidente que faltaba mucho para poder reabrir y no quería tirar la mercadería.

Hoy la incertidumbre impera (en el mundo, por supuesto). Mientras tanto, Mulnquidú abre todos los días desde la mañana y hasta la noche. Están en San Martín 343, local 3. Se los puede llamar al 291 4915-565 y contactarlos por mail a alfmulnquidu@yahoo.com.ar. Los productos también se consiguen en Villa Ventana y en varias localidades de la región (Bahía Blanca incluida). 

Alicia se planta con el orgullo humilde de quien sabe que remó y llegó. Los alfajores son de los mejores de la región. A más de 17 años de aquel comienzo, el comercio se consolida y pudo atravesar la tempestad del virus con pies firmes, pese al tambaleo que a todos nos tocó. 

Proyecta crecer, seguir y soñar. Alicia se emociona con cada historia que llega a su negocio vinculada con sus productos: un noviazgo, una familia que los llevó al Vaticano y un cliente que entró buscando otra marca y terminó enamorado de la propuesta, entre muchas más. Todos son mimos al corazón, dice y sonríe. El alfajor —la golosina nacional— tiene, en Mulnquidú, un espacio en el que lo cuidan y lo honran.

2 respuestas

  1. Graciass Diego!! SOS otro mimo al alma!! Una sencilla y real historia . contada tal cual fueron desarrollándose las cosas!! Hoy mis productos son mi orgullo y mi cable a tierra !! gracias a los clientes que nos eligen y recomiendan día a día!! MULNQUIDU ofrece calidad.pero también mucha pasión x lo que hacemos!!

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“Nacemos de la mano de El Mundo de la Parrilla, que ha sido el negocio familiar de toda nuestra vida”, cuenta Agustín Amorosi quien, junto con Antonela Siracusa son los que crearon La Casa de Atrás. “A partir de estar hace tantos años en este ambiente, conocemos a muchos cocineros y también tenemos mucho contacto con bodegas que se suman a la propuesta”, agrega. Sus orígenes profesionales nada tienen que ver con la cocina: él ingeniero industrial y ella economista, fueron acercándose al mundo gastronómico por frecuentar los pasillos de la tradicional parrilla local, y por el propio gusto por comer y beber bien.

El plan original para este espacio era hacer oficinas para alquilar. Ese proyecto no parecía tener buen destino como negocio, por lo que La Casa fue convirtiéndose en una especie de anexo de El Mundo… “lo fuimos armando despacito, decorándolo, poniéndolo lindo”, recuerda Anto. “La primera idea fue ofrecer algo de pasta, que venga un chef un par de veces por mes y que armemos algo en torno a eso”, cuenta. La idea siguió evolucionando hasta llegar al concepto que tiene hoy: “buscamos generar un espacio en donde puedas venir 100% a disfrutar”, destaca Anto. “Las cenas por paso, para el comensal, tienen la ventaja de que no tenés que decidir nada. La propuesta ya está hecha y solamente tenés que venir a disfrutarlo”, suma. 

“Nos dimos cuenta de que en Bahía y la zona hay un montón de chef que son cracks, que hacen cosas muy buenas”, dice Agustín, “y eso nos impulsó”. Por el lado de los chef que ya han cocinado en La Casa, Agustín destaca que “les gusta porque pueden probar cosas distintas”. Algunos porque no tienen un restaurante, como Julián Álvarez (Pan de Garage), que realizó un evento exclusivamente sin TACC; otros porque desde este espacio pueden llegar a nuevos públicos, como Elcira Colombo (El Rancho), que tiene su restaurante en Argerich, o simplemente porque aún teniendo restaurante en Bahía, en este tipo de eventos se pueden probar cosas nuevas, para una cantidad de cubiertos acotada, que quizás son difíciles de incorporar en una carta cotidiana: “Julio (Allo, de la Taberna Baska) hizo una vez acá en el patio un show con ostras que fue espectacular”, dice Anto.. 

“Por el lado de los vinos, la propuesta que hay en El Mundo de la Parrilla no la tiene nadie más en Bahía”, asegura Agustín. Anto suma: “entonces, aprovechando ese vínculo de la parrilla con las bodegas, también pudimos sumar, a la propuesta de la casa, que cada cena esté acompañada por una buena propuesta de vinos”. 

Como sello de un emprendimiento familiar, la prueba piloto de La Casa de Atrás estuvo a cargo de Julio César Amorosi, el papá de Agustín y dueño de El Mundo de la Parrilla, y de Silvio Siracusa, el padre de Anto que se encargó de cocinar. “Fue muy familiar, muy chiquito, para ver cómo rebotaba”, recuerda Agustín. A partir de ahí, la historia es la que se puede recrear en las redes sociales de La Casa de Atrás: cada pocas semanas se anuncia un evento que, en apenas horas, se llena de comensales deseosos de vivir una nueva experiencia inolvidable. “Estamos mucho en los detalles, nos gusta que la gente se sienta bien recibida, cuidada”, mencionan, enfatizando el concepto de casa.

“Cada evento lo vamos armando junto con los chef, partiendo de la propuesta creativa de platos que nos hacen”, dice Agustín. En la misma línea, comenta que en ese trabajo en conjunto se aseguran que la carta vaya con la propuesta de La Casa de Atrás, con el paladar bahiense y también, obviamente, que esté dentro de los costos razonables. “Estamos teniendo una respuesta espectacular de la gente, el desafío es sostenerlo durante muchos años, como es la experiencia de El Mundo…”, dice. 

Ya hemos mencionado a algunos de los chef que protagonizaron las cenas en La Casa de Atrás. A esa lista podemos sumar nombres tales como Laura Labeyrie, Nuria Daher (Nunnie), Raulo Romagnolo y Osvaldo Carbajo (Biguá) y Seba Sureda (Liberté), entre otros. 

Además, recientemente hubo una suerte de edición doble de lujo, a cargo de Nitu Digilio, uno de los chef bahienses más influyentes de la actualidad. Nitu se formó en El Bulli (el imprescindible restaurante de Ferran Adriá que fue una bisagra gastronómica en el comienzo de este siglo), fue jefe de cocina de Café San Juan y ahora está a cargo de Peperina, en Traslasierra, Córdoba. El chef tres estrellas Michelin deslumbró a los comensales con dos noches que quedarán en el recuerdo de La Casa de Atrás.

La charla con Anto y Agus es amable y fluida, porque en el diálogo reflejan con sencillez el amor que tienen por este emprendimiento. Se nota que han creado un ambiente que quieren mucho, que los inspira y los mueve. De eso va, en definitiva, el mundo de la gastronomía. “Lo que más disfrutamos de La Casa de Atrás es generar un espacio de disfrute y placer en el que podamos plasmar nuestra pasión por la gastronomía y, especialmente, resaltar la calidad de los chef que tenemos en Bahía”, concluye Agustín.

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