Cubanitos de la Bahía

Por Diego García.
Publicación: marzo 27, 2023.

Tiempo de lectura: 5 minutos

“La Fiesta del Cubanito le dio un nuevo impulso a la cultura cubanitera en Bahía”, afirma Juan Rodríguez a poco de empezar la entrevista, en relación al evento que, el pasado 12 de marzo, lo consagró como Cubanitero del Año. 

Cuenta que primero el jurado le pidió cinco de los cubanitos tradicionales, que era una de las categorías en las que se había anotado. “Pero al rato vinieron a pedirme uno más, porque estaban con dudas… eso ya me llamó la atención”. “Luego presenté el de la categoría Innovación, que por el tamaño pensaron que era helado pero no, es puro dulce de leche”. Habla con orgullo de su cubanito innovador, que consiste en una oblea más grande de lo habitual bañada en chocolate, con almendras pegadas con dulce de leche y, nuevamente, todo bañado en chocolate. ¿El relleno? Puro dulce de leche. “Equivale a media docena de los tradicionales”, le dirá luego Juan a una clienta. Efectivamente, es contundente y se parece mucho más a un postre que a un cubanito para acompañar a un mate. 

Luego, lo que se sabe: desde el escenario anunciaron los ganadores y Juan ganó el segundo puesto del cubanito tradicional (superado por Cubanitos La Loba), el primer premio en Cubanito Innovación y finalmente el premio mayor, Cubanitero del año. “Yo ni pude ir al escenario porque tenía una fila de gente que iba desde acá hasta allá”, dice señalando fácil unos 30 metros de largo. “Con cada premio la gente de la fila gritaba y aplaudía, y cuando ganamos el de Cubanitero del Año tuvo que venir mi señora a avisarme porque yo no lo había escuchado, un amigo fue a recibir el premio”, dice. La fila enloqueció en aplausos y ovaciones, y ahí es cuando Juan no pudo contenerse y se emocionó hasta las lágrimas por el logro. 

El carro de Cubanitos de la Bahía está ubicado en Avenida Dasso y Ecuador, en el camino que une Villa Rosas con Ingeniero White. Justo ahí, en esa curva, Juan se instaló hace dos años cuando comenzó con el emprendimiento en Bahía. Su presencia en el barrio no es nueva: Juan es oriundo de esta zona, en donde trabajó durante muchos años como carnicero. Luego de unos años en el sur, volvió al pago y comenzó a construir el sueño de Cubanitos de la Bahía. “Acá todos me conocen, pero desde que gané en la fiesta, se acercó mucha gente nueva a probar los cubanitos”, dice. Abre todos los días a partir de las 16.00.

Habla Juan de lo importante que es el cubanito para la cultura gastronómica local. “Lo que pasa acá es único… he estado en ciudades en donde hay un carro o dos, pero acá algunos dicen que llegan a 140 carros vendiendo cubanitos, a razón de unos mil cubanitos por semana por carro”. Haciendo cálculos grandes, estima entonces que la mitad de los bahienses comemos cubanitos una vez por semana. “Es impresionante —suma otra clienta—, lo que pasa acá no se ve en ningún lado”. 

Cuando conversamos con Juan sobre el futuro y los sueños, rápidamente menciona sabores nuevos de cubanitos que está diseñando para ofrecer al público. Saladas y dulces, las opciones proliferan en su mente creativa casi sin parar. “Pero mi sueño es el local”, concluye: “imagino un local en donde entrás y elegís: de dulce de leche, de crema pastelera, bañado, con mousse, salados… espero poder concretarlo pronto”. El premio otorgado por el Municipio seguramente impulse en este sentido.

El éxito de la Fiesta del Cubanito confirmó que Bahía merecía este evento. El cubanito, esa golosina (o postre o merienda) simple pero anclada en el corazón local, convocó a decenas de miles de vecinos en una tarde cuyo clima se obstinó en hacerla tambalear. No pudo: los bahienses salieron igual —pese a la humedad, el calor y la lluvia— a degustar uno de los grandes orgullos gastronómicos locales. Al salir, no solo volvieron a poner en primer plano al cubanito, sino que seguramente le han dado un gran impulso para que tanto Juan como otros de los muchos cubaniteros coterráneos se animen a seguir pensando vueltas creativas e innovadoras para este plato. 

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Parrilla El Torito se ha convertido en un referente gastronómico de Sierra de la Ventana, famosa por sus deliciosos sandwiches de bondiola a la parrilla. Este popular “carrito”, como llamamos por acá a los food trucks, fue de los primeros en instalarse en la comarca y sigue ganando corazones con su oferta de sabor y calidad.

El Torito, atendido por la simpática pareja formada por Nilda Santacruz y Mauro Stoessel, ofrece una experiencia única. Él, oriundo de Coronel Suárez, y ella, de Buenos Aires, se conocieron en Barcelona en tiempos difíciles, durante la crisis del 2001 en Argentina. Luego de acumular experiencia en el extranjero, decidieron regresar a su país, comenzando su aventura en la costanera de Buenos Aires antes de llegar a la Comarca hace 15 años. Desde entonces, su propuesta gastronómica ha cautivado a los habitantes y a los turistas que visitan esta hermosa región. “Si un turista nos prueba el primer día de sus vacaciones, seguro que vuelve muchas veces más”, asegura Mauro. 

En El Torito, todo está pensado para ofrecer la mejor experiencia. Los panes utilizados para sus sandwichs son elaborados especialmente por una panadería local, asegurando frescura y calidad en cada bocado: “queríamos que tuviera la textura exacta para que la experiencia del sandwich sea la mejor”, cuenta Nilda. Además, los chorizos son de un tamaño exacto, cuidadosamente seleccionado para garantizar que cada producto cumpla con las expectativas del cliente. Esta atención al detalle no solo se refleja en la comida, sino también en la calidez de la atención, donde cada visita se llena de risas y buena energía.

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La oferta no se limita a la bondiola; también se pueden encontrar hamburguesas y choripanes que han sido bien recibidos por la clientela. A cada sandwich se le puede agregar una cantidad de aderezos caseros que bien valen la prueba: desde chimichurri hasta salsa criolla, pasando por berenjenas y otras variantes. La posibilidad de acompañar estos manjares con unas ricas fritas hace que la experiencia sea aún más placentera. Además, para aquellos que buscan alternativas vegetarianas, El Torito propone opciones que satisfacen todos los paladares.

El carrito no solo es un lugar para comer; el entorno ayuda a que todo sea acogedor. Al pie del Cerro del Amor, con el arroyo Sauce Grande de fondo, los dueños de El Torito prepararon un espacio donde poder sentarnos y disfrutar. La decoración, además, incluye una impresionante escultura de un toro, realizada por el artista Ángel Córdoba, de Huanguelén, quien utiliza chatarra para crear obras de arte únicas. Este detalle artístico agrega un toque especial al entorno, convirtiendo a El Torito en un lugar donde la gastronomía se combina con la cultura local.

A El Torito también llegamos gracias a las recomendaciones de los amigos de Jardines del Pillahuinco. Al igual que ellos, creemos que este carrito es una parada obligada en toda visita a Sierra. Ya sea por la calidad de sus ingredientes, la buena atención de Nilda y Mauro, o simplemente por el ambiente divertido, cada visita se transforma en una experiencia memorable.

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