Cocinamos para Bahía: más de 40 cocineros y cuatro cuadras de fila

Por Emilia Durañona.
Publicación: abril 9, 2025.

El domingo 6 de abril se llevó a cabo el evento a beneficio de los afectados en Bahía Blanca. El éxito se hizo notar en las cuadras de fila. Los organizadores pidieron que la gente del predio rote, para agotar el stock con el público que estaba esperando.

Tras el temporal en Bahía Blanca, los chefs más conocidos de Argentina se reunieron para hacer un evento a beneficio y así recaudar fondos para colaborar con la causa. El evento gastronómico se llevó a cabo en El Abierto desde las 12 del mediodía. Fue una iniciativa de la cocinera Julieta Caruso junto a la Fundación SI, organización que nucleó muchas de las campañas de donación que se pusieron en marcha para Bahía. Hubo más de 40 cocineros participando del evento y cada uno de ellos contó con su propio stand donde vendían platos seleccionados, pastelería y tragos.

Para ingresar al predio la gente debió llevar un producto de limpieza o un útil escolar como entrada, y a cambio pudieron disfrutar de un día al aire libre con la mejor oferta gastronómica. Además, todo lo recaudado fue destinado a colaborar con los afectados en Bahía Blanca. 

Apenas comenzaba la tarde y la fila para ingresar al evento superaba las cuatro cuadras. Los cocineros agradecieron la participación de la gente, que tapizó con mantas de picnic el predio. Pero eventualmente tuvieron que pedir a los clientes que, si ya habían consumido, circularan: “dejemos que entre la gente que viene, así vendemos todo y todo lo que trajimos se transforma en recursos”, dijo Narda Lepes al micrófono. 

De igual manera, los cocineros y ayudantes del evento agradecieron incontables veces la participación de la gente. Muchos de ellos se animaron incluso a dar unas palabras de aliento para Bahía Blanca. “Es muy lindo ver cómo todos se han unido. Solidariamente se sale adelante. Muy orgulloso,” dijo Juan, cocinero de Pascuala, uno de los tantos bahienses en asistir. 

Aquellos que asistieron al evento tampoco perdieron la oportunidad de dar su apoyo a Bahía Blanca y hablar sobre la solidaridad de los argentinos. “Un poco se estaba perdiendo esto de ayudar. Fue noticia la primera semana y está bueno que sigan queriendo colaborar,” añadió una de las invitadas. 

El evento concluyó alrededor de las cinco y media de la tarde cuando el sol cayó y la gente empezó a retirarse. Antes de dar el cierre, la organizadora del evento dió unas palabras de agradecimiento: “Cumplimos nuestro objetivo de vender todas las porciones que trajimos así que gracias,” habló Julieta Caruso. 

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Por Diego García.
Publicación: noviembre 6, 2025.

Tiempo de lectura: 5 minutos

Un local nombrado en honor a su producto estrella. Un producto con más de 190 años de historia. Mística por el secreto de su receta. 30.000 unidades diarias. Un único punto de venta. Una empresa familiar, con más de 200 empleados dedicados a ofrecer, día a día, la delicia lisboeta por excelencia. Les damos la bienvenida a Pastéis de Belém.

El pastel de Belén es un dulce portugués que consiste en una canastita de hojaldre finísimo, relleno de una crema pastelera y, según indica la tradición, espolvoreado con canela justo antes de comerlo. El original es este y es una marca registrada de este sitio que comenzó a venderlo allá por 1837. Cuenta la historia que la receta nace en el monasterio de la orden de los jerónimos, Santa María de Belén, vecino de la pastelería. En el contexto de la revolución portuguesa de 1820 que puso fin a la monarquía absoluta de este país, el monasterio cerró. El panadero de los monjes, ahora sin trabajo, vendió entonces su receta de los pasteles a Domingo Rafael Alves, comerciante del barrio vinculado con la caña de azúcar. Desde entonces, sobre la receta impera un celoso secreto. “Solo cuatro personas la conocen”, nos asegura Fedra, nuestra anfitriona y supervisora del lugar. 

El proceso de traspaso de la receta, nos dice, se da muy progresivamente a cocineros expertos de la pastelería, a medida que quienes tienen la fórmula van dejando de trabajar. Con esa receta, Pasteis de Belém cocina día a día entre 25 y 30 mil unidades. El récord, nos cuenta Fedra, fue un día que alcanzaron los 58.000 pastelitos. La producción es artesanal, y de eso se ocupa un grupo de unas 25 mujeres que, uno a uno, van fonzando la masa en los miles de pequeños moldes que tiene el sector de producción.  

La máquina que vierte el relleno, nos cuenta Fedra, fue especialmente desarrollada para Pastéis de Belém. Es parte fundamental de un proceso que está preparado para hornear de a 900 pastelitos por vez, en 15 bandejas de 60 piezas cada una. La recorrida por la línea de producción es interesante porque uno siente que está viendo el detrás de escena de un lugar mítico de Portugal. Suma, a esta visita, la amabilidad y predisposición de cada uno de los empleados del lugar. “La mayoría de los que estamos acá trabajamos hace 20 o 30 años”, dice Fedra. Algo bien, sin dudas, hace un lugar que sostiene a su equipo por tiempos largos. 

La visita continúa por los salones donde los clientes pueden sentarse a disfrutar de los pastelitos y de las otras opciones del menú. Estos espacios han ido creciendo en los últimos años y hoy por hoy Pastéis de Belém también agregó lugares de despacho para clientes al paso, además de lo que ellos mencionan como el “mostrador histórico”, el primero que entregó los pastelitos. 

“Lo que buscamos es que los clientes tengan una buena experiencia”, dice Fedra y este notero lo corrobora. Una humilde web gastronómica del fin del mundo escribió, hace unas semanas, para ver la posibilidad de ir a visitar una de las cocinas más icónicas del mundo. Con una amabilidad digna de los grandes, recibimos respuesta e invitación, que se tradujo en una cita perfectamente guiada, en donde Fedra nos orientó paso a paso, mientras en su rol de supervisora atendía pedidos y detalles que su equipo requería al pasar. El cuidado del detalle, como secreto de la hospitalidad. 

Terminamos la visita degustando los pastelitos en el patio del lugar. La sencillez de los ingredientes, la mística del lugar, la atención y el clima portugués hicieron que, efectivamente, viviéramos un momento irrepetible, al cual querremos volver una y otra vez.

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