CLA alimentos completos

Por Diego García.
Publicación: marzo 4, 2021.

Alimentos completos para el mediodía bahiense

 

Tiempo de lectura: 6 minutos

Julián llega al lugar de la entrevista como quien viene de un día largo, que lo tuvo a todo ritmo desde temprano. Se pide un café negro y doble, señal de que al día le faltan muchas horas todavía. Es que viene de despachar más de 120 pedidos de CLA, su emprendimiento que comenzó hace poco más de dos años y que rápidamente se ha instalado como una de las opciones más interesantes para quien necesita almorzar en su trabajo (o en casa, claro) algo rico, original y nutritivo. 

Buscamos hacer alimentos completos, cuenta Julián Laguzzi, que es nutricionista de profesión. Su experiencia en distintas instituciones de Buenos Aires se unieron con el sueño de tener un emprendimiento gastronómico en su ciudad natal y así creó esta propuesta. Las ensaladas de CLA incorporan sabores poco habituales para los almuerzos de oficina, como pollo laqueado, arroz yamaní o peras. Queremos hacer una propuesta diferente, que apunte a quien come todos los días en su trabajo pero quiere probar cosas nuevas, cuenta. 

CLA ofrece, además de las ensaladas, sandwiches y tartas que dan que hablar. La tarta de pera, queso azul, acelga y almendras no la podemos sacar nunca de la carta porque se ha convertido en un producto muy pedido. Así es que, pese a que la carta se renueva estacionalmente, esa tarta en particular persiste más allá del clima que marque el calendario. Las tartas de CLA, además, se pueden encontrar en Madeleine, el café de Fuerte Argentino. La unión, claro, hace la fuerza emprendedora.

Los sándwiches, por su parte, además de sumar sabores originales como queso brie, cerdo braseado o cremas de palta, tienen la característica de estar todos elaborados con panes de masa madre. Quise hacerlo con ese pan porque me resultaba muy atractivo. Pese a que nos dijeron que era más difícil, hoy estamos orgullosos de poder ofrecer estos sándwiches con un pan diferente, más rico.

La propuesta de CLA es de comida que sea muy rica y que brinde, nutricionalmente, todo lo necesario para un almuerzo que nos alimente bien. El perfil profesional de Julián, sumado a su equipo de trabajo gastronómico, logra que la propuesta haya sido ampliamente aceptada en la ciudad. Hoy tenemos un promedio diario de casi 100 pedidos y los viernes especialmente suelen salir unos cuantos más. Durante 2020, motivado por la cuarentena, CLA empezó a ofrecer también un menú del día, para que esos comensales habituales, que ya conocen a fondo la carta, encuentren propuestas innovadoras a diario. Todos salen de su local ubicado en 12 de octubre 672 y buscan cumplir fielmente con los horarios que los clientes piden ya que, entienden, todos están trabajando y por lo tanto tienen un tiempo de almuerzo limitado. Un desafío logístico y enorme.

La energía de Julián hace que ya esté pensando en nuevas ideas para la marca, que busca crecer y explorar nuevos sentidos. CLA, próximamente, abrirá una nueva propuesta en Laprida y 19 de Mayo. Ahí el foco estará puesto en la panadería de masa madre, pastelería con muy buen hojaldre, cafetería y, desde la experiencia, la propuesta será aprovechar mucho de la vereda. Quiero inculcar esa onda a Bahía, que se usa mucho en otras ciudades del país y del mundo. Será un espacio para disfrutar con amigos, con café al paso, almacén gourmet y opciones para las distintas comidas del día.

Ese local debe esperar todavía un par de meses, mientras la obra de reformas y la propuesta gastronómica terminan de tomar forma. Mientras tanto, Julián sigue metiéndole a la actualidad de CLA todo el esmero de quien sabe que está siguiendo un sueño anhelado durante mucho tiempo. Para lograrlo, se alía con gente que sabe mucho, tanto acá en Bahía como en Buenos Aires. Amigos y colegas que ha sabido hacer a lo largo de su vida, que lo ayudan a encarar con pie firme el camino emprendedor que eligió desde que su propuesta gastronómica salió a la luz. 

Terminamos de charlar, con la promesa de reencontrarnos cuando el nuevo local de CLA abra sus puertas. Mientras tanto, seguiremos disfrutando, mientras trabajamos en casa o en la oficina, de las muchas y buenas propuestas que @claalimentos hace día a día para llevar una alimentación completa al público local. 

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Por Diego García.
Publicación: diciembre 4, 2025.

Tiempo de lectura: 6 minutos

Hay lugares que no buscan llamar la atención. Lugares que, más bien, parecen esperar a que uno llegue en el momento justo, con el ritmo adecuado, como quien baja el paso después de un viaje largo. RestauraciOM, en Villa Ventana, tiene algo de eso: la sensación de haber encontrado un proyecto que no grita, sino que respira.

Este cronista llegó un día de esos en los que la luz cambia cada veinte minutos, de nublado a soleado sin mucha escala. La Villa estaba silenciosa, susurraba. Y ahí estaban Ezequiel y Ludmila, esperando en este espacio único, moderno, que se siente nuevo y a la vez inevitable. Se instalaron acá después de años de vida intensa entre el Gran Buenos Aires y la Capital, pero la palabra “mudanza” no alcanza: lo que hicieron parece haber sido una migración. Hablan de una decisión de ir hacia un ritmo distinto, más conectado con la tierra, con el origen, con el tiempo que necesita cada cosa para ser.

Todo acá tiene una lógica de proceso, no de mercado.

En RestauraciOM se habla mucho de masa madre, pero no como moda. Es más bien un hilo conductor. Ezequiel lo explica sin forzar épica: la harina que usan la muelen ellos mismos en su propio molino de piedra; el grano viene de productores locales o de campos donde todavía se siembra sin apuro; la fermentación no se controla, se acompaña.

Es, literalmente, fermentación lenta. Pero también es una forma de mirar el mundo.

El pan sale los viernes para los clientes de la villa que ya saben qué esperar. Pero ese viernes empieza varios días antes: refrescos de masa madre, mezclas de granos, pruebas, tamices, descansos. La harina nunca es exactamente igual a la semana anterior. Y ellos tampoco. Todo cambia, todo se ajusta, todo se escucha.

Cocinar ahí es cocinar con lo que el entorno permite. La propuesta gastronómica ocurre por capas.

Pan. Noches de pizzas naturales. Cenas especiales. Fermentos. Quesos. Embutidos. Vinagres. Vinos propios hechos en vendimias compartidas.

Pero no es un “menú”. Es un ecosistema.

La huerta —que poco a poco irán convirtiendo en un bosque sintrópico— funciona casi como un ensayo permanente: especies que se protegen entre sí, raíces que quedan para alimentar la tierra, hojas que cubren, plantas que toman el lugar de otras sin pedir permiso. Una agricultura que se deja llevar, con la mínima intervención humana.

Lo mismo pasa con los vínculos: vecinos que juntan pasto para compost, escuelas agrarias que venden su leche, productores que se vuelven aliados, semillas que viajan desde distintos campos de la zona, uvas criollas traídas de manos amigas.

Todo se integra, incluso con la práctica del yoga, que es parte de la vida de lugar. Esa integración se nota en la charla, en la pasión con la que narran este espacio.

La cocina está a la vista. Las noches de pizza, Ezequiel estira la masa delante de todos. Ludmila atiende con una calma que contagia. No hay esa ansiedad urbana por sacar platos rápido ni esa obsesión por el turno exacto. La experiencia sucede a su propio ritmo. Y la gente lo entiende. Una pareja que llega “temprano para irse temprano” termina yéndose casi a medianoche. Pasa porque el clima del lugar invita a quedarse, a masticar más lento, a conversar distinto.

Las pizzas —para decirlo simple— son un viaje. No responden a escuelas rígidas: ni napolitana, ni porteña, ni neoyorquina. Son lo que puede ser una masa mapeada por su harina viva, sus fermentos naturales y la mano que la estira. Los comensales, antes de la pizza que oficia de plato principal, suelen haber probado alguna entrada: embutidos propios, polentas hechas con maíces de colores, vegetales fermentados que se vuelven protagonistas inesperados.

El espacio también cocina.

La estética importa. Y acá está cuidada sin caer en el artificio. Madera clara, hierro, vidrio, líneas limpias. Una construcción modular que se siente cálida. Una integración con el paisaje serrano tan natural que uno casi olvida que hubo diseño de por medio.
Se respira quietud. Sosiego. Pero también movimiento interno: como si algo estuviera siempre transformándose, fermentando, creciendo.

Hay algo profundamente humano en RestauraciOM: son dos personas haciendo muchísimo, sin perder el sentido de por qué lo hacen. Eligen abrir pocos días porque no quieren perder el control del proceso. Moler, fermentar, cultivar, madurar, cocinar… todo requiere cuerpo. Y también requiere pausa.

Eso, justamente, es lo que vuelve al proyecto tan sólido: la convicción de que la gastronomía puede ser un puente entre la tierra y la mesa, entre el productor y quien come, entre la técnica y la emoción.

Si tenés la oportunidad, pasá. Villa Ventana no queda de paso: se elige. Y RestauraciOM también se elige. Si estás por la zona, pasá a conocerlos. Y si no, seguí sus iniciativas en Instagram, porque cada vez que abren una noche de pizzas, una cena por pasos o una nueva producción, lo anuncian ahí.Hay proyectos que se cuentan solos. Y hay otros que, antes de contarse, se escuchan.
RestauraciOM es de esos.

@elpancito_ar

✨¿Y si el mejor plan es bajar el ritmo? En Villa Ventana hay un lugar que no grita: más bien respira. RestauraciOM es pan vivo, y una forma de cocinar que sigue el pulso de la tierra. Acá todo es proceso, calma y conexión. Y sí: se siente distinto. Si estás por la zona, andá. Y si no, seguí su trabajo porque cada apertura es un pequeño ritual. 🍞🔥🌱 #gastronomia #comida #food #foodie #cocina

♬ sonido original – elpancito

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