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Una marca de ropa que se llama igual que nuestra Patagonia postula algo así como “comprá menos, demandá más”. El consumo, a nivel mundial, va por ese camino. Consumidores que no solo quieren productos buenos sino que también se preocupan por el origen de esos productos, por el proceso que implicó que ese alimento, por ejemplo, llegue a su mesa.
Facundo Claverie llega a la entrevista, justamente, con una gorra de esa marca. Será casualidad, vaya uno a saber. Él es parte de la familia que, desde 2020, ofrece huevos de gallinas felices desde la granja La Justina.
¿Por qué son felices esas gallinas? El sistema de producción es completamente distinto al sistema tradicional. Consiste básicamente en la no utilización de jaulas y en el respeto de los hábitos de las aves, cuenta Facundo. Las gallinas duermen y ponen los huevos en un carro preparado para eso, pero desde que sale el sol hasta la noche tienen libertad de estar al aire libre, en el campo que la familia tiene en San Román, en el kilómetro 627 de la ruta 3.
Fue una idea que trajo mi hermano Joaquín de un congreso en Estados Unidos.
Lo empezamos a planificar en noviembre de 2019 y para marzo de 2020 llegó el primer módulo de gallinas, narra Facundo. En menos de un año han logrado instalar su producto en la zona, especialmente en Bahía Blanca y actualmente ya lo ofrecen en Mar del Plata, además de varias localidades vecinas a nuestra ciudad.
La producción de La Justina es de aproximadamente 25000 huevos mensuales, gracias a las 1400 gallinas que forman parte del emprendimiento. Son de raza Lohmann Brown, que dan huevos castaños y medianos. Vendemos al por mayor los estuches de media docena y a particulares los maples. Los pedidos se pueden hacer a través de PedidosYa o por el Instagram de La Justina.
Es interesante ver cómo, al bajar del camión, las gallinas andan todas juntas, como en pelotón —dice Facundo—. Luego de unas semanas se empieza a ver cómo se dispersan más, pastorean por todo el campo y se dan baños de barro. Realmente viven diferente. Para el pastoreo la familia sembró avena y cebada, que complementa la alimentación balanceada que también reciben.
La cosecha —así se llama el momento de ir a buscar los huevos— se realiza entre tres y cuatro veces por día: una alrededor de las 10 de la mañana, otra al mediodía (que en ocasiones se une a la de la media tarde) y una última antes de cerrar el carro. La mayor producción se da entre las 8 de la mañana y el mediodía. A lo largo del año la postura es irregular, ya que en este sistema depende de la cantidad de horas de sol que tiene cada día, por lo que el verano tiene mayor producción que el invierno.
Este tipo de emprendimientos, en el mundo, crece a pasos acelerados. Producto de consumidores más exigentes y legislaciones más estrictas desde la sustentabilidad, los principales países del globo motivan esta producción. En Latinoamérica, Chile lleva la delantera y en Argentina va creciendo de a poco. En nuestra zona, La Justina es el primer establecimiento que produce huevos con este método. Bajo la premisa de “producción consciente” que hoy expresa el logo, los hermanos Claverie quieren avanzar con otras propuestas tales como verduras orgánicas y humus de lombriz.
La Justina ofrece un producto diferente, más sabroso y rico en nutrientes. Apuesta a un consumidor dispuesto a pagar un plus por un huevo diferente, fruto de una producción consciente. La veintena de establecimientos que ofrecen estos huevos en Bahía Blanca dan cuenta de que es una oferta atractiva, con potencial de seguir creciendo. Siempre es bueno preguntarnos de dónde viene lo que comemos, entender sus procesos y, por supuesto, elegir contando con toda la información posible.