Por Diego García.
Publicación: marzo 13, 2021.

Que el barrio se llene de pan.

Tiempo de lectura: 5 minutos

 

Qué lindo es entrar a un lugar y sentir que te trasladás a otro tiempo. El local de 12 de Octubre 336 lo habita La Yunta, un obrador especializado en pan, dice Marcos Gregorio quien, junto con Franco Meoli, abrieron este espacio hace un año. Nos gusta la estética de época y también lo que eso implica: otro ritmo, más relajado, otra propuesta, dice. Por eso nos gustó encontrar este local y, desde acá, abrir las puertas al público.

La Yunta es una panadería, pero diferente a las que uno imagina generalmente cuando piensa en el concepto. En la vidriera, debajo del nombre, dice “proveeduría”. Es que, a futuro, sueñan con incorporar conservas, ahumados, salsas, pastas y quesos, entre otros productos de emprendedores amigos. 

En lo que es pan, trabajan con tres variedades de masas (de harina blanca, integral y brioche) que son los puntos de partida para una carta que merece su lectura mate en mano. Hay panes de corteza ligera y de corteza rústica. Entre los primeros, Marcos y Fran ofrecen barras tradicionales, baguetines y los clásicos felipes. Además, tienen panes de hamburguesa de diversas variedades y tamaños, pan de molde y otros para crear unos ricos sándwiches. Los rústicos, por su parte, los hacen a partir de masa madre o de poolish, según la variedad. 

El mundo de la panadería es inmenso, acota Fran, a la vez que van preparando todo para comenzar con la producción del día. La Yunta abre de martes a sábado de 9 a 17. En el obrador se amasa a la mañana, se hornea al mediodía y se entrega por la tarde, dicen en su perfil de Instagram. Ese es el ritmo, la cadencia de La Yunta. La producción oscila entre los 40 y 70 kilos, dependiendo del día. No todo se vende ahí, ya que proveen —desde hace más de cuatro años— de panes a distintos locales, como Nórdico (Ing. White), Wirkonnen, Patio Portugal, Rústico y Magic Burger, entre otros. Recomiendan encargar con un día de anticipación, especialmente si se necesita algún pan en particular. Pero, si pasan por la puerta, no dejen de preguntar si hay alguna opción para llevar.

elpancito.ar tuvo el gusto de probar las barras, el pan de molde y el de hamburguesas. El primero, especialmente, con un buen jamón crudo y queso, salva cualquier tardecita que necesite ser rescatada. Los otros dos destacan por su suavidad y el sabor profundo de un pan que se hizo con todo el tiempo que necesitó. La producción es diaria, decíamos, y artesanal. No tienen conservantes por lo que hay que consumirlos frescos como salen o guardarlos en el freezer porcionados para ir disfrutándolo con el correr de los días. 

Fran y Marcos, junto a otro Fran (que es Francisco Bróndolo), trabajan a seis manos para mezclar y amasar los pedidos del día, y dejar producción disponible para quien pase por la calle y se tiente con uno de los aromas más irresistibles de la gastronomía.

El pan enamora, dice Marcos, quien cuenta que, además de la proveeduría, quieren que La Yunta tenga sandwichería con opciones para la tarde/noche. Hacia ahí van, con eso sueñan, a la vez que se ilusionan con una gastronomía local que se anime a apostar por lo diferente. Que cada cocinero apueste a lo que cree de verdad, dice. Desde ahí, desde esa originalidad e impronta que cada quien pueda darle, la cocina bahiense tiene muchas y buenas posibilidades de crecer. 

Nos vamos de La Yunta completando la escena que propone el obrador: los panes, cubiertos aún con harina, se envuelven en un papel madera que completa y complementa perfecto la calidez de la charla que acaba de terminar. La promesa es de volver, para ver cómo avanza el emprendimiento y si, efectivamente, La Yunta va llenando al barrio de pan. 

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Las mermeladas tienen una magia especial. Probablemente tenga que ver con el tiempo que hay que dedicarles para prepararlas. Es una técnica simple y también son simples los ingredientes. Pero requieren tiempo. Y una vez alguien dijo que cocinar es amar, porque cuando cocinamos brindamos lo más preciado que tenemos: nuestro tiempo. Será por eso, entonces, que las mermeladas son una buena simbolización del amor puesto en la cocina. 

“Le dije a mi abuela Carmela que hiciéramos mermeladas para vender en alguna feria”, cuenta Agostina Grioli, la capitana de esta fábrica de mermeladas. Desde el barrio San Martín ha sabido gestar un espacio en donde se producen productos de calidad, sin perder la calidez y el legado familiar. “La primera feria a la que fuimos fue a la Fiesta del Camarón y el Langostino en 2019”. A partir de ahí, se animaron a salir a ofrecer sus productos en distintas ferias y también por vías virtuales.

“Fue atreverme a salir de mi lugar de comodidad, de la carrera que estaba estudiando y del trabajo que tenía”, reconoce Agostina. “Una vez, en un evento, me crucé con un profesor y justamente me dijo eso: ‘te felicito porque te animaste a salir de tu espacio de confort’. Lo que no imaginé es que tendría tanto impacto; hoy Artesanales Carmela es como un hijo para mí”, cuenta.

El lugar de producción es impecable. Si bien originalmente estaba pensado para un proyecto inmobiliario de su familia, la pandemia nos hizo de todo y, entre esas cosas, movilizó sueños y proyectos por doquier, quizás para darle un nuevo sentido a la vida. El proyecto inmobiliario mutó, entonces, en esta fábrica equipada con tolvas de cocción y envasado, cámaras de frío, máquinas etiquetadoras y todo lo necesario para hacer los productos de la marca. 

La marca, desde lo visual, es un regalo que les hizo Daniel Volpe, el histórico productor teatral de nuestra ciudad. Sabiéndolo, uno ve la marca y entiende la espectacularidad que encierra: “para mí lo que nos hizo fue mucho más que una etiqueta, él condensó la identidad de lo que yo quería representar”, dice Agos.  

Hoy Artesanales Carmela produce unos 450 frascos de mermelada por día. La carta incluye más de quince variedades, en la línea clásica, premium y chocolove que, como sospechará el lector, incluye un toque de chocolate exquisito. Además, están elaborando algunas variedades en su versión con stevia. “La materia prima no se negocia. La fruta es real y el azúcar es orgánico. Nos gusta jugar con la combinación de sabores para lograr variedades originales”, suma Agos. La estrella, reconoce, es la de frutilla y frambuesa. Por su parte, recomienda especialmente la de frutilla con chocolate amargo, “muy aclamada por los clientes” y la de blend de berries. Entre las curiosidades, vale la prueba la versión de tomates cherry con azúcar integral, “ideal para acompañar una picada”, dicen desde su Instagram.  

Hemos visto, en otras notas de elpancito, personalidades como la de Agostina: emprendedora, detallista, responsable, fiel a su sueño. Parece ser el secreto, el patrón que se repite en aquellas personas que logran, pese a las muchas dificultades que puede tener un camino emprendedor, sobreponerse y avanzar. Avanzar, porque siempre hay más en estas mentes: Agostina ya está lanzando su línea de alfajores y quiere probar también elaborar su propio dulce de leche. Tiempo al tiempo, paso a paso. ¿El sueño? Que un frasco de Artesanales Carmela llegue a Italia, la tierra de la abuela en cuyo honor se nombra esta iniciativa. Habiendo conocido a Agos, no nos cabe duda: ese día llegará pronto.

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