VOGOT se anima a crear más sentidos

Por Diego García.
Publicación: noviembre 19, 2020.
Foto de @Valpizzinii

Tiempo de lectura: 3 minutos

 

VOGOT es un acrónimo que sintetiza los cinco sentidos del ser humano. Martín Arceo y Micaela Gutiérrez eligieron ese juego de letras para transformarlo en la marca y a la vez en la promesa del emprendimiento que nació en 2014 y que hoy se encuentra en Belgrano 190.

Consumir VOGOT es —tal como su nombre lo augura— experimentar la comida con la vista, el olfato, el gusto, el oído y el tacto. En sus orígenes, el foco estuvo puesto en un taller de pastas instalado en una esquina poco habitual para las costumbres gastronómicas bahienses, a escasas cuadras del hospital Municipal. Ese taller, disruptivo para la escena local, funcionó durante varios años y generó un ambiente muy cuidado, con una estética delicada y amena. 

Con el tiempo, la pareja decidió buscar nuevas locaciones para su emprendimiento y también reformular el concepto, siempre bajo el amplio paraguas en el que su marca les permite moverse. Así es como, luego de una pausa para reorganizarse y en plena pandemia por COVID-19, abrieron su nuevo local en una vieja casona restaurada en pleno centro bahiense. 

El esfuerzo fue enorme y la incertidumbre aún mayor, pero parece que, en la nueva casa, VOGOT encontró su punto. 

Las pastas siguen presentes, claro: tallarines, cintas, papardelles, fusiles, rulli y mostacholes, para llevar a casa y cocinarlas al gusto de cada uno. Pero VOGOT ahora promete “galletas y pastas”.

La panadería, entonces, ganó protagonismo en la propuesta y hoy se la puede ver en todo el local. Hay galletas de todo tipo, que en ocasiones se rellenan de un dulce de leche abundante y se transforman en inolvidables alfajores. En ese camino, de panadería gourmet, también comienzan a explorar budines y especialidades de cara a las fiestas de fin de año. Para destacar del menú: el alfajor de galletas de coco con mucho (mucho) dulce de leche repostero casero. 

Es que los dulces también son caseros, con mermeladas clásicas como la de frutilla, y creaciones originales como la de naranja y chocolate blanco, que combina a la perfección la acidez del cítrico con la dulzura del chocolate más mantecoso. Al dulce de leche no solo lo hacen ellos en su cocina, sino que además lo han convertido en bebida, para los días en los que se necesita un shock de endorfinas.

La propuesta es de take away, delivery y café al paso. Se puede recorrer el local, seleccionando uno mismo los productos cuidadosamente envasados en un packaging a tono con la propuesta de la marca. El ambiente del local es bello, delicado y muy instagrameable.

VOGOT está logrando algo que todas las marcas buscan: convertir a los clientes en fans. Van por ese camino gracias a la calidad de sus productos y al muy buen trabajo comunicacional que realizan desde sus redes y el newsletter que adelanta promos exclusivas. 

VOGOT, sin dudas, merece la prueba: con tiempo, sin prisa, con hambre y ganas de disfrutar una buena experiencia. Creadores de sentidos, prometen en su slogan. Hasta ahora lo han logrado con garra y fuerza emprendedora, y todo parece indicar que seguirán por ese camino, sorprendiendo a sus seguidores. 

2 respuestas

  1. Estoy muy de acuerdo en que nos convertimos en fans. En especial, por los excelentes productos y por la calidez de la atención. Pero creo que, en Vogot logran un hermoso impacto en todos nuestros sentidos.

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Por Diego García.
Publicación: noviembre 6, 2025.

Tiempo de lectura: 5 minutos

Un local nombrado en honor a su producto estrella. Un producto con más de 190 años de historia. Mística por el secreto de su receta. 30.000 unidades diarias. Un único punto de venta. Una empresa familiar, con más de 200 empleados dedicados a ofrecer, día a día, la delicia lisboeta por excelencia. Les damos la bienvenida a Pastéis de Belém.

El pastel de Belén es un dulce portugués que consiste en una canastita de hojaldre finísimo, relleno de una crema pastelera y, según indica la tradición, espolvoreado con canela justo antes de comerlo. El original es este y es una marca registrada de este sitio que comenzó a venderlo allá por 1837. Cuenta la historia que la receta nace en el monasterio de la orden de los jerónimos, Santa María de Belén, vecino de la pastelería. En el contexto de la revolución portuguesa de 1820 que puso fin a la monarquía absoluta de este país, el monasterio cerró. El panadero de los monjes, ahora sin trabajo, vendió entonces su receta de los pasteles a Domingo Rafael Alves, comerciante del barrio vinculado con la caña de azúcar. Desde entonces, sobre la receta impera un celoso secreto. “Solo cuatro personas la conocen”, nos asegura Fedra, nuestra anfitriona y supervisora del lugar. 

El proceso de traspaso de la receta, nos dice, se da muy progresivamente a cocineros expertos de la pastelería, a medida que quienes tienen la fórmula van dejando de trabajar. Con esa receta, Pasteis de Belém cocina día a día entre 25 y 30 mil unidades. El récord, nos cuenta Fedra, fue un día que alcanzaron los 58.000 pastelitos. La producción es artesanal, y de eso se ocupa un grupo de unas 25 mujeres que, uno a uno, van fonzando la masa en los miles de pequeños moldes que tiene el sector de producción.  

La máquina que vierte el relleno, nos cuenta Fedra, fue especialmente desarrollada para Pastéis de Belém. Es parte fundamental de un proceso que está preparado para hornear de a 900 pastelitos por vez, en 15 bandejas de 60 piezas cada una. La recorrida por la línea de producción es interesante porque uno siente que está viendo el detrás de escena de un lugar mítico de Portugal. Suma, a esta visita, la amabilidad y predisposición de cada uno de los empleados del lugar. “La mayoría de los que estamos acá trabajamos hace 20 o 30 años”, dice Fedra. Algo bien, sin dudas, hace un lugar que sostiene a su equipo por tiempos largos. 

La visita continúa por los salones donde los clientes pueden sentarse a disfrutar de los pastelitos y de las otras opciones del menú. Estos espacios han ido creciendo en los últimos años y hoy por hoy Pastéis de Belém también agregó lugares de despacho para clientes al paso, además de lo que ellos mencionan como el “mostrador histórico”, el primero que entregó los pastelitos. 

“Lo que buscamos es que los clientes tengan una buena experiencia”, dice Fedra y este notero lo corrobora. Una humilde web gastronómica del fin del mundo escribió, hace unas semanas, para ver la posibilidad de ir a visitar una de las cocinas más icónicas del mundo. Con una amabilidad digna de los grandes, recibimos respuesta e invitación, que se tradujo en una cita perfectamente guiada, en donde Fedra nos orientó paso a paso, mientras en su rol de supervisora atendía pedidos y detalles que su equipo requería al pasar. El cuidado del detalle, como secreto de la hospitalidad. 

Terminamos la visita degustando los pastelitos en el patio del lugar. La sencillez de los ingredientes, la mística del lugar, la atención y el clima portugués hicieron que, efectivamente, viviéramos un momento irrepetible, al cual querremos volver una y otra vez.

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