Por Diego García.
Publicación: septiembre 6, 2022.

Tiempo de lectura: 5 minutos

Posiblemente la Taberna Baska sea uno de los lugares más icónicos de la gastronomía local. Julio Allo está al frente de este restaurante desde 2005, cuando reabrió sus puertas luego de dos años de estar cerrado. Abrimos con la idea de hacer algo muy tradicional de la cocina del País Vasco, pero hoy fuimos mutando la carta y tenemos más variedades de platos, cuenta. Es por eso que el menú incluye pulpo, abadejo, salmón rosado (que es la estrella) junto con otros tipos de pescados y mariscos más familiares: no es lo mismo el cliente habitual, que necesita variedad en las opciones, que el turista que por ahí se da el gusto de pedirse un pulpo, afirma Julio. 

Si bien los pescados y mariscos son grandes protagonistas de la carta, también están presentes otras carnes como el cordero, el cerdo, el pollo, algunas carnes maduradas y algunos cortes de vaca poco habituales en restaurantes, como la entraña o los bifes de cuadril. Y si de poco habitual hablamos, la Taberna también prepara platos exóticos, por ejemplo con carne de rana como protagonista. Junto a estas opciones carnívoras, también hay pastas y opciones vegetarianas. Todo tiene un plus, un toque especial. Los nombres de los platos invitan, tientan y cumplen. Estar atentos a sus redes es clave para conocer sugerencias y promociones.

Los platos acá son para compartir, aclara Julio, por lo que sugiere que, si uno va solo, pida dos o tres entradas y con eso andará bien (chipirones, gambas al ajillo y tortilla serían tres infalibles). En dupla, recomienda pedir dos entradas, un plato y un postre, y para grupos sugiere armar un tapeo con varias de las más de diez opciones de entradas que tiene el menú. Todas las semanas tenemos una sugerencia especial, en función de algún producto puntual que nos llegue para ese tiempo. 

Chocolate Bilbao (brownie compreso con ganache de chocolate), es el postre más clásico de la Taberna: una buena dosis de dopamina. Hay, por supuesto, otras alternativas, y Julio recomienda preguntar si está disponible el picoteo de quesos y dulces que, como su nombre lo indica, combina distintos quesos y distintos dulces para generar variantes del clásico postre vigilante.

Procuran tener productos que viajen poco, en línea con las tendencias gastronómicas de la actualidad. La política de kilómetro 0 es difícil de lograr dado que requieren productos que no se hacen localmente, pero sí buscan que todo sea lo más cercano posible. A grandes rasgos, las carnes blancas son de la zona y los pescados y mariscos del sur. Luego trabajan, por ejemplo con el CONICET para las girgolas y otros hongos, y con un criadero local para las ranas toro. Buscamos que el proceso del producto se haga todo acá, dentro de lo posible. Porque cuantos más pasos da en la cadena de producción, el producto va perdiendo calidad, explica. Entonces optan por pescados de exportación (habitualmente más cuidados), o por procesar ellos mismos algunos mariscos de los que sirven habitualmente. 

Acá todos saben el objetivo de la Taberna: calidad de la materia prima y servicio al cliente, dice Julio. Están en una etapa de crecimiento, vislumbrando nuevos proyectos y capacitando mucho al equipo para que esté listo para dar el salto a la próxima etapa. 

Las opciones de la Taberna se pueden disfrutar en el restaurante, en el fogón, en el patio (solo en temporada de primavera-verano) o por delivery. En cada variante hay particularidades y distintas opciones para degustar. El delivery, por ejemplo, nació con la pandemia y allí las protagonistas son una docena de variedades de empanadas premium que han logrado buena fama y su propio perfil de instagram en este corto tiempo. 

La Taberna abre mediodías y noche, y sin lugar a dudas es un espacio a redescubrir y conocer cada vez más, abiertos a las gratas sorpresas que nos podemos encontrar en la carta, en la historia del lugar (próximo a cumplir 50 años desde su creación) y con el particular ambiente del lugar.  

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Por Diego García.
Publicación: junio 7, 2025.

Tiempo de lectura: 5 minutos

A Juan se lo nota —por caer en un cliché gastronómico—, en su salsa. Llega a su cocina puntualmente a la hora acordada y empieza a narrar la historia de Pascuala. Pero a la narración le antecede el entusiasmo, el amor y el agradecimiento que siente para con su emprendimiento. Después, sí, se escuchan las palabras. “Venía de otro palo totalmente diferente, pero en la pandemia empecé con esto” (la pandemia, una y otra vez, como bisagra en las historias que nos rodean). 

El origen de Pascuala está en el gusto de Juan por la cocina, desde el hobby y lo amateur. “Soy autodidacta; a partir del emprendimiento empecé a hacer algunos cursos para conocer y mejorar técnicas”, nos cuenta. Pero la base estaba, ya, en otro lado. Nombra a dos mujeres como referentes de su cocina: “yo vengo de la onda de Doña Petrona”, dirá primero, y luego, “Pascuala se llama así por mi bisabuela, una mujer súper disruptiva, que con poquísimos ingredientes hacía platos buenísimos”. Y es curioso que, sin conocer a su bisabuela y quizás sin haber leído nunca el libro de Doña Petrona, el lector ya tiene, en este momento, una intuición de cómo es el estilo de cocina de Juan. La fuerza de las raíces que nos dan identidad. 

Hoy Pascuala es un emprendimiento que ofrece servicio de catering para eventos familiares, de amigos y también corporativos. Se posicionó rápidamente como una opción diferente, original, y nos interesaba saber dónde estaría el secreto. Juan lo dijo, sin vueltas: “escuchamos lo que el cliente quiere para su evento”, y suma “yo no quería un emprendimiento de menú fijo, por eso me reúno con el cliente, escuchamos, vemos si es de día, de noche, qué decoración va a haber, de qué se trata el evento, qué les gusta… y a partir de ahí diseñamos la propuesta”. Dice “diseñamos” y no se refiere solo al diseño de la cocina. Trabaja, en su equipo, con una amiga que es quien se ocupa de ayudar a pensar en los aspectos estéticos que hagan a la experiencia del evento: desde la vajilla, hasta el vestuario de las personas que brindan el servicio. “Si resonamos con el cliente, podemos crear algo muy lindo juntos”, dice. 

Varias veces, durante la charla, Juan usa la expresión media rosca de tuerca más. Me llama la atención, porque me suena distinta de la frase que se usa comúnmente. Pero sigo. Nos cuenta del buque insignia de Pascuala, el rogel, ese postre argentino que intercala capas de masa con dulce de leche y se corona con una generosa cantidad de merengue italiano: “es como mi musa. Primero porque me encanta, pero después porque tiene algo de simple, de versátil, de rústico, de elegante… todo junto, que me parece que lo hace único… además, lo hago con media rosca de tuerca más”. Otra vez esa metáfora. Más adelante probaré de empezar yo la frase, para ver cómo la termina, solo para cerciorarme, y ahí está otra vez: “media rosca de tuerca más”. 

Busco, mientras escribo, y confirmo mi sospecha: la frase original es “una rosca (o vuelta) de tuerca más”. Pero Juan habla de media. Como afirmando que ese pequeño giro tuviera lo suficiente para destacar. Como subrayando que a veces no necesitamos grandísimas innovaciones, que apenas con la sutileza de media rosca de tuerca, podemos hacer la diferencia para que nuestro producto y nuestro servicio sea, de verdad, diferente al resto y resalte sin perder la esencia. Por ahí, creo, va el uso que hace Juan de ese dicho. Ese plus sutil lo llevó a participar en el evento que los cocineros más importantes de Argentina organizaron a beneficio de Bahía, como representante local en ese picnic. Esa es una de las muchas otras sorpresas que la vida le va proponiendo en este recorrido.

No lo dice explícitamente, pero es claro en su relato que la llegada de Pascuala es fruto de un antes y un después en su vida. Algo (varios “algos”) se rompió, decantó y abrió la puerta para esto nuevo, en donde, en sus propias palabras, “confluyen todas las cosas que yo soy”. Esencia, búsqueda, elemento. Seguramente por acá vaya el quid de la cuestión… encontrar, en estas búsquedas en las que todos estamos, los caminos en los que sentimos que confluye eso que nos apasiona con eso en lo que somos buenos y que, también, puede convertirse en nuestro medio para ir transitando por la vida. Las puertas de Pascuala se abran y vemos eso, con olorcito a cocina bien rica.

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