Días de campo… acá nomás: Oliva Olivos y El Rodeo

Por Diego García.
Publicación: junio 25, 2022.

Tiempo de lectura: 6 minutos

Comienza el invierno en la ciudad pero no perdemos las esperanzas de que todavía quede alguna tarde para disfrutar al aire libre bajo el solcito que tan bien hace en esta época. Y un lindo plan en esos días es encontrar un espacio que tenga buena gastronomía, lugar para pasear y para hacer un rato de contacto con la naturaleza: un día de campo, acá nomás. 

Elpancito.ar visitó dos alternativas que están muy cerquita del centro bahiense. Por un lado, el predio de la estancia El Rodeo, que tiene su casa de té En la Luna. Por otro lado, la finca Oliva Olivos

Ambos establecimientos están a apenas algunos kilómetros de la ciudad. Para llegar a El Rodeo debemos recorrer unos 12 km desde la plaza Rivadavia, por el Camino de la Carrindanga. El camino es pintoresco no solo porque uno ya siente que deja la ciudad atrás, sino porque además nos vamos cruzando con decenas de ciclistas que asumen el desafío de llegar hasta el Puente Canessa. Por lo que, lógicamente, pedimos precaución al conducir. La finca Oliva Olivos, por su parte, está a 21 km desde el centro de la ciudad por la RN3 vieja (la ruta del aeropuerto). Apenitas pasado Calderón, a mano izquierda encontraremos la tranquera.

La propuesta de El Rodeo

La estancia existe desde 1879 y hoy dispone de 10 de sus 600 hectáreas para el turismo rural. Las vistas del predio son súper amplias, ideales para encontrarse con un atardecer cálido en medio del invierno. En un sector arbolado se encuentra lo que hoy es la casa de té y también una pequeña capilla. Todo combinado genera un ambiente especial, de disfrute. Además, en un sector más nuevo, la estancia cuenta con dos salones disponibles para la realización de eventos. 

Para los fines de semana ofrecen dos alternativas para pasar la tarde: por un lado, la casa de té En la Luna, que ofrece waffles y tortas caseras. Se requiere reserva para acceder y hay dos turnos disponibles: a las 15 y a las 17 h. Por otro lado, el sector de la granja dispone de un foodtruck que ofrece algunas alternativas dulces y saladas, entre las que destacan nuevamente los waffles, la especialidad de la casa. La granja es un lindo espacio para que los más chicos conozcan y alimenten esos animales que el niño de ciudad solo encuentra en libros y en dibujos animados. Este sector dispone de algunas mesas, pero los visitantes son libres de llevar su propio equipo de picnic, mate y también comida. Se cobra un ingreso (de $300 en junio 2022) que no aplica a quienes van a la casa de té. Los clientes suelen venir en busca de paz y tranquilidad, a metros de la ciudad, nos dicen desde El Rodeo. La estancia abre sábados y domingos de 11 a 19 hs.

La propuesta de Oliva Olivos

La finca es un espacio que produce aceite de oliva, aceitunas y otros derivados. Pasear entre los olivares es una experiencia digna de aprovechar y repetir en distintos momentos del año, para apreciar el crecimiento del fruto en sus diversas etapas. Franco Taburo, uno de los propietarios del lugar, destaca: tenemos uno de los varietales de olivos con más polifenoles. Los polifenoles, explica, tienen comprobados beneficios para la salud por sus propiedades antioxidantes.

Si la intención es ir a la finca para comer, en este momento están ofreciendo un menú por pasos los domingos al mediodía y también en fechas especiales. Se trata de una propuesta que comienza con una degustación de productos del establecimiento, una entrada, plato y postre. Durante junio la propuesta está siendo bruschetta con escabeche de jabalí, tapa de asado con verduras y flan casero, con chocolate. Pero la propuesta variará mes a mes, por lo que es importante seguirlos en sus redes para estar siempre actualizados. También por sus redes anuncian eventos especiales como cenas a la luz de la luna, chefs invitados y mucho más.

También se puede pasar por Oliva Olivos a la tarde, para merendar y aprovechar la pastelería de la casa. Buscamos que las recetas nos hagan acordar a los platos de nuestras abuelas, dice Franco. Las tortas se pueden acompañar con diversos tés en hebras y también con café de especialidad preparado con prensa francesa. 

Que la gastronomía y el lugar sean la excusa para encontrarse, dice Franco. Fanático y explorador de los sabores y texturas de los alimentos, confía en que los visitantes de la finca puedan pasar un tiempo de buena conexión. Que conecten con la naturaleza pero, sobre todo, que puedan encontrarse y conectarse entre ellos. Cada uno puede llevar su propio equipo de mate y su mantita para aprovechar el campo. Si elegís una de las mesas exteriores para comer, seguramente te ofrezcan una mantita para entibiar el aire fresco de la época. La finca, en este momento, abre los domingos de 13 a 19 y se solicita reserva previa dado que el salón tiene capacidad limitada.

Tener un día de campo “acá nomás” muchas veces es más que darse un gusto. Es una necesidad de despejarse, de alejarse del ruido y de volvernos a encontrar con los aromas, los climas y los sabores más añorados. Oliva Olivos y El Rodeo son, sin dudas, dos lindas opciones para aprovechar desde Bahía. 

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Un local nombrado en honor a su producto estrella. Un producto con más de 190 años de historia. Mística por el secreto de su receta. 30.000 unidades diarias. Un único punto de venta. Una empresa familiar, con más de 200 empleados dedicados a ofrecer, día a día, la delicia lisboeta por excelencia. Les damos la bienvenida a Pastéis de Belém.

El pastel de Belén es un dulce portugués que consiste en una canastita de hojaldre finísimo, relleno de una crema pastelera y, según indica la tradición, espolvoreado con canela justo antes de comerlo. El original es este y es una marca registrada de este sitio que comenzó a venderlo allá por 1837. Cuenta la historia que la receta nace en el monasterio de la orden de los jerónimos, Santa María de Belén, vecino de la pastelería. En el contexto de la revolución portuguesa de 1820 que puso fin a la monarquía absoluta de este país, el monasterio cerró. El panadero de los monjes, ahora sin trabajo, vendió entonces su receta de los pasteles a Domingo Rafael Alves, comerciante del barrio vinculado con la caña de azúcar. Desde entonces, sobre la receta impera un celoso secreto. “Solo cuatro personas la conocen”, nos asegura Fedra, nuestra anfitriona y supervisora del lugar. 

El proceso de traspaso de la receta, nos dice, se da muy progresivamente a cocineros expertos de la pastelería, a medida que quienes tienen la fórmula van dejando de trabajar. Con esa receta, Pasteis de Belém cocina día a día entre 25 y 30 mil unidades. El récord, nos cuenta Fedra, fue un día que alcanzaron los 58.000 pastelitos. La producción es artesanal, y de eso se ocupa un grupo de unas 25 mujeres que, uno a uno, van fonzando la masa en los miles de pequeños moldes que tiene el sector de producción.  

La máquina que vierte el relleno, nos cuenta Fedra, fue especialmente desarrollada para Pastéis de Belém. Es parte fundamental de un proceso que está preparado para hornear de a 900 pastelitos por vez, en 15 bandejas de 60 piezas cada una. La recorrida por la línea de producción es interesante porque uno siente que está viendo el detrás de escena de un lugar mítico de Portugal. Suma, a esta visita, la amabilidad y predisposición de cada uno de los empleados del lugar. “La mayoría de los que estamos acá trabajamos hace 20 o 30 años”, dice Fedra. Algo bien, sin dudas, hace un lugar que sostiene a su equipo por tiempos largos. 

La visita continúa por los salones donde los clientes pueden sentarse a disfrutar de los pastelitos y de las otras opciones del menú. Estos espacios han ido creciendo en los últimos años y hoy por hoy Pastéis de Belém también agregó lugares de despacho para clientes al paso, además de lo que ellos mencionan como el “mostrador histórico”, el primero que entregó los pastelitos. 

“Lo que buscamos es que los clientes tengan una buena experiencia”, dice Fedra y este notero lo corrobora. Una humilde web gastronómica del fin del mundo escribió, hace unas semanas, para ver la posibilidad de ir a visitar una de las cocinas más icónicas del mundo. Con una amabilidad digna de los grandes, recibimos respuesta e invitación, que se tradujo en una cita perfectamente guiada, en donde Fedra nos orientó paso a paso, mientras en su rol de supervisora atendía pedidos y detalles que su equipo requería al pasar. El cuidado del detalle, como secreto de la hospitalidad. 

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