Bigliardi, el café de Nino

Por Diego García.
Publicación: noviembre 19, 2020.
Foto de @geromonteiro

La historia del abuelo se entreteje con una marca histórica de la ciudad y, desde allí, con miles de vecinos más.

 

Tiempo de lectura: 6 minutos

 

Nino le decíamos a mi abuelo materno, que en verdad se llamaba Cayetano. Pero más en verdad, sus padres le habían puesto Gaetano en Montefalcone, un hermoso pueblito de montaña en la zona sur de Italia. Hermoso hoy, pese a la paulatina mengua de su población, en favor de las grandes ciudades. Seguramente no fuera tan hermoso cuando, en la primera mitad del siglo pasado, los Lucarelli debieron emigrar hacia esta tierras, calcando la historia de miles de familias que cargaron con la nostalgia del terruño, el dolor del exilio y la incertidumbre del futuro.

Un domingo cualquiera de cuando los tiempos eran perfectos, después de los ravioles, la mesa larga pedía café. Una abuela, un abuelo, dieciséis tíos y tías, más veinte nietos y nietas estaban alrededor de esa mesa. No entrábamos todos, claro que no. Nunca importó. Nunca importa, en las familias que prefieren bancar estar apretados para que quepa un plato más.

Nino se ocupaba del café. El recuerdo es un aroma reconfortante, que salía de un pote de plástico verde viejo. El café estaba en granos. Era el único lugar del mundo —de mi mundo, claro— en el que yo veía el café en ese estado. Los microcosmos de la infancia. La molienda era manual, con el típico artefacto de madera, con manivela y cajoncito. Moler el café, para los primos, era jugar a participar del ritual de los adultos. 

Ese café, me enteré hace pocos meses, era Café Bigliardi, un tostadero local que lleva 75 años trabajando, lo cual lo ubica entre las marcas gastronómicas con más historia de Bahía. Fernanda Bigliardi es quien sigue la tradición que comenzó su abuelo Florindo y que luego continuaron sus padres. La madre de Fernanda, Noemí, es quien sigue hoy en día a cargo del tostadero: es ella la que tiene el oficio de tostar, cuenta su hija. 

El tostadero se movió, a lo largo de estos años, tan solo una vez: los más memoriosos lo recordarán en calle Almafuerte y luego se instaló en Inglaterra al 800, donde sigue funcionando. La atención al público, en cambio, ahora la realizan en un pequeño y cuidado local ubicado justo en la esquina de Alsina y Rincón. Allí se puede comprar —por ahora— solo los sábados, pero durante toda la semana se puede pedir por Whatsapp e Instagram, y Fernanda en persona se ocupa del reparto, tal como lo hacía y llamaba su abuelo (centennials: delivery).

Que Bigliardi sea un tostadero significa que reciben el bolsón de café verde, es decir, el grano crudo, sin procesar. El proceso que hace Noemí consiste en tostarlo en una máquina con una capacidad de hasta 60 kilos, por unos 20 minutos (o hasta que el ojo afilado por la práctica lo defina), a más de 200 grados centígrados. Luego se lo deja descansar entre dos y cinco días para, ahora sí, ofrecerlo a la venta. 

Visitar el local de Alsina y Rincón es regalarse un momento ameno. Porque el espacio en sí mismo es muy agradable y porque Fernanda y Martina se ocupan de atender a los clientes con una calidez única. Cuando elpancito.ar las visitó, en poco más de una hora ingresaron varios clientes y la mayoría tenía una historia con la marca y con la familia. El entretejido del que Nino y su descendencia formamos parte, nos aúna con muchos otros vecinos de la ciudad a través de estos granos tostados de café.

Hoy están ofreciendo variedades de café de Colombia y de Brasil, principalmente. De ambos orígenes eligen varietales para atender los gustos de los clientes y generan sus propios blends, en función de las búsquedas de cada uno. El asesoramiento comienza ni bien arranca la charla. Se puede comprar el café en grano, o pedirlo molido para la cafetera que cada quien tenga en casa: insistimos mucho con eso, para que el café salga lo más rico posible en cada caso, cuenta Fernanda. El paladar local, reconoce, está aprendiendo de a poco a disfrutar del café. Por eso queremos ir trayendo otras variedades, cafés de especialidad y de otros países, para ir probando cómo responde el público, dice. Con esmero, Bahía podrá disfrutar de lo que los estudiosos están llamando la tercera ola del café

El ritual del café en lo de Nino era diferente, según la edad. Era la bebida de los grandes para después de comer, claro. Los nietos molíamos los granos y, de a poco, íbamos accediendo a pequeños sorbos súper diluidos —que harían enloquecer a las amigas de Bigliardi— para ir acostumbrándonos al sabor. A medida que crecíamos nos permitían tomarlo más concentrado, hasta llegar orgullosos a la versión de los adultos.

Las historias de comida son historias de personas. Las empresas locales y familiares son las que generan estas historias. Por eso las tenemos que apoyar. Por el empleo y por la movida económica, sí. Pero también —y especialmente— por las conexiones intergeneracionales que se construyen en ciudades tal vez frías, que necesitan narraciones humanas que nos reencuentren un sábado cualquiera a la mañana, con un rico café de por medio.

5 respuestas

  1. Hermosa historia… Café de por medio, los sueños de nuestros abuelos inmigrantes hechos realidad, congregando a una gran familia! Mesa enorme abuelos, padres, hijos, nietos…La vida misma…

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“Nacemos de la mano de El Mundo de la Parrilla, que ha sido el negocio familiar de toda nuestra vida”, cuenta Agustín Amorosi quien, junto con Antonela Siracusa son los que crearon La Casa de Atrás. “A partir de estar hace tantos años en este ambiente, conocemos a muchos cocineros y también tenemos mucho contacto con bodegas que se suman a la propuesta”, agrega. Sus orígenes profesionales nada tienen que ver con la cocina: él ingeniero industrial y ella economista, fueron acercándose al mundo gastronómico por frecuentar los pasillos de la tradicional parrilla local, y por el propio gusto por comer y beber bien.

El plan original para este espacio era hacer oficinas para alquilar. Ese proyecto no parecía tener buen destino como negocio, por lo que La Casa fue convirtiéndose en una especie de anexo de El Mundo… “lo fuimos armando despacito, decorándolo, poniéndolo lindo”, recuerda Anto. “La primera idea fue ofrecer algo de pasta, que venga un chef un par de veces por mes y que armemos algo en torno a eso”, cuenta. La idea siguió evolucionando hasta llegar al concepto que tiene hoy: “buscamos generar un espacio en donde puedas venir 100% a disfrutar”, destaca Anto. “Las cenas por paso, para el comensal, tienen la ventaja de que no tenés que decidir nada. La propuesta ya está hecha y solamente tenés que venir a disfrutarlo”, suma. 

“Nos dimos cuenta de que en Bahía y la zona hay un montón de chef que son cracks, que hacen cosas muy buenas”, dice Agustín, “y eso nos impulsó”. Por el lado de los chef que ya han cocinado en La Casa, Agustín destaca que “les gusta porque pueden probar cosas distintas”. Algunos porque no tienen un restaurante, como Julián Álvarez (Pan de Garage), que realizó un evento exclusivamente sin TACC; otros porque desde este espacio pueden llegar a nuevos públicos, como Elcira Colombo (El Rancho), que tiene su restaurante en Argerich, o simplemente porque aún teniendo restaurante en Bahía, en este tipo de eventos se pueden probar cosas nuevas, para una cantidad de cubiertos acotada, que quizás son difíciles de incorporar en una carta cotidiana: “Julio (Allo, de la Taberna Baska) hizo una vez acá en el patio un show con ostras que fue espectacular”, dice Anto.. 

“Por el lado de los vinos, la propuesta que hay en El Mundo de la Parrilla no la tiene nadie más en Bahía”, asegura Agustín. Anto suma: “entonces, aprovechando ese vínculo de la parrilla con las bodegas, también pudimos sumar, a la propuesta de la casa, que cada cena esté acompañada por una buena propuesta de vinos”. 

Como sello de un emprendimiento familiar, la prueba piloto de La Casa de Atrás estuvo a cargo de Julio César Amorosi, el papá de Agustín y dueño de El Mundo de la Parrilla, y de Silvio Siracusa, el padre de Anto que se encargó de cocinar. “Fue muy familiar, muy chiquito, para ver cómo rebotaba”, recuerda Agustín. A partir de ahí, la historia es la que se puede recrear en las redes sociales de La Casa de Atrás: cada pocas semanas se anuncia un evento que, en apenas horas, se llena de comensales deseosos de vivir una nueva experiencia inolvidable. “Estamos mucho en los detalles, nos gusta que la gente se sienta bien recibida, cuidada”, mencionan, enfatizando el concepto de casa.

“Cada evento lo vamos armando junto con los chef, partiendo de la propuesta creativa de platos que nos hacen”, dice Agustín. En la misma línea, comenta que en ese trabajo en conjunto se aseguran que la carta vaya con la propuesta de La Casa de Atrás, con el paladar bahiense y también, obviamente, que esté dentro de los costos razonables. “Estamos teniendo una respuesta espectacular de la gente, el desafío es sostenerlo durante muchos años, como es la experiencia de El Mundo…”, dice. 

Ya hemos mencionado a algunos de los chef que protagonizaron las cenas en La Casa de Atrás. A esa lista podemos sumar nombres tales como Laura Labeyrie, Nuria Daher (Nunnie), Raulo Romagnolo y Osvaldo Carbajo (Biguá) y Seba Sureda (Liberté), entre otros. 

Además, recientemente hubo una suerte de edición doble de lujo, a cargo de Nitu Digilio, uno de los chef bahienses más influyentes de la actualidad. Nitu se formó en El Bulli (el imprescindible restaurante de Ferran Adriá que fue una bisagra gastronómica en el comienzo de este siglo), fue jefe de cocina de Café San Juan y ahora está a cargo de Peperina, en Traslasierra, Córdoba. El chef tres estrellas Michelin deslumbró a los comensales con dos noches que quedarán en el recuerdo de La Casa de Atrás.

La charla con Anto y Agus es amable y fluida, porque en el diálogo reflejan con sencillez el amor que tienen por este emprendimiento. Se nota que han creado un ambiente que quieren mucho, que los inspira y los mueve. De eso va, en definitiva, el mundo de la gastronomía. “Lo que más disfrutamos de La Casa de Atrás es generar un espacio de disfrute y placer en el que podamos plasmar nuestra pasión por la gastronomía y, especialmente, resaltar la calidad de los chef que tenemos en Bahía”, concluye Agustín.

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